«Es muy fácil decir 'yo salgo', pero ¿y si traigo la peste aquí?»

Habla con mucha tranquilidad y narra las cosas según las siente. De su boca en ningún momento sale la palabra covid-19 o coronavirus. Él lo denomina «peste». El miedo al contagio, no solo al suyo sino también al de sus compañeros de residencia, le hace aceptar, sin ningún tipo de problemas, que volverán a estar una temporada sin poder salir a la calle, más allá del cerco creado con cintas atadas a los árboles alrededor de la entrada de la residencia Reina Isabel.

«Claro que se echa de menos poder salir a la calle pero cuando es por estas cosas, hay que dejarlo a un lado y mirar por la salud de uno y de todos. Es muy fácil decir 'yo salgo'... ¿y si traes la peste aquí, qué pasa? Pues de momento no se puede», afirma, con una sonrisa, Guillermo Hoyos, interno desde hace más de tres años.

Este tiempo que han podido recuperar un poco la normalidad sí que ha salido a la calle. Le gusta mucho ir por el Salón, la avenida de Valladolid o la Calle Mayor, aunque últimamente ya evitaba las calles con exceso de gente, por si acaso. «Pasear por donde menos gente haya, lo mejor. ¿Te encuentras con dos amigos y tiene que estar uno allí y otro aquí? Pues es mejor evitarlo. Te vas, que te dé el aire por donde menos gente haya y listo. ¡Que no sales a conversar!», añade.

Lo que tampoco ha hecho en estas semanas de desconfinamiento ha sido entrar a los bares ni siquiera en las terrazas, por si acaso. «Yo no toco en ningún sitio ni ningún agarrador ni nada. Por si acaso. Ahora si vas a algún sitio y tocas algo, sales buscando lo que no has perdido. Y no es que entres malo, es que llevas la peste donde estás», argumenta, con convencimiento. Su propia nieta celebró un banquete por su boda este sábado pasado y «yo no he ido por seguridad. De hacer una comida, se hace cuando estés libre mucho más a gusto. Yo primero la salud de uno y procurar la de los demás», añade Guillermo Hoyos, que tiene muchos familiares directos que son sanitarios y «ahora cuanto menos vengan, mejor».

A Faustina del Valle, compañera de residencia de Guillermo, también le gusta pasear. Lo reconoce con la voz dulce y segura, después de muchos años locutando en una radio en Madrid. Pero, también acepta o incluso agradece que, en estos momentos, no salgan. «Me gusta salir a pasear, pero ahora hacen bien en no dejarnos porque es para cuidarnos. Me dicen que no se puede salir, pues no salimos. Es por nuestra seguridad», señala.

Hace unos días acudió a verla una de sus dos hijas -ninguna vive en Palencia-, con dos de sus biznietas. «Me preguntó si quería comer con ella y con las niñas por ahí. Le dije que no, porque no sé lo que hay ahí fuera. ¿Y si luego pasa algo y tengo yo el pesar de que es por mi culpa?», pregunta con seriedad, pensando en su salud y también en la del resto de usuarios, que en esos momentos están viendo en la televisión una eucaristía en la sala de estar.

«De paseo me gusta salir pero casi no conozco Palencia», reconoce, después de haber vivido su vida en la capital de España. Llegó a Palencia, a la residencia Reina Isabel, hace más de cinco años, con su esposo que padecía alzheimer. «Y yo ya no podía cuidarle, aunque tuviese dos señoras que me ayudaban», admite. Mujer con mucha vida y con mucha experiencia, no tiene ningún problema en ponerse la mascarilla. «La mascarilla la llevo bien. Después de haber vivido en Madrid durante la posguerra estás enseñadísima a todo», concluye Faustina, con una lucidez más que envidiable a sus noventa años.