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Hace ya un año que los alumnos de Bachillerato del colegio San Gregorio de Aguilar comenzaron a compartir experiencias con Tercera Actividad, el centro de atención a personas mayores que la Fundación Santa María la Real gestiona en la localidad. La iniciativa se llamó 'Conectando ... Corazones', y su principal reto era mantenerse conectados en tiempos de aislamiento, atentos a los problemas del entorno y aprendiendo de la experiencia compartida. Ha pasado un año y la conexión no solo se ha mantenido, sino que se ha fortalecido. Las nuevas tecnologías, tablet, ordenadores y teléfonos han preservado la amistad en la distancia.
Ha transcurrido un curso completo y los alumnos que empezaron en primero de Bachillerato hoy están en segundo y se preparan ya para el siguiente paso: la Universidad. Comparten sus inquietudes con sus amigos de Tercera Actividad. Así, por ejemplo, Lucas le cuenta a José Luis que está pensando estudiar Administración y Dirección de Empresas. «Así me gusta, que lo tengas claro, es importante fijarse un objetivo y no andar picando de flor en flor», le aconseja José Luis, quien, a su vez, le explica que está preparando un trabajo sobre las marzas y que en la residencia «ya nos han vacunado y podemos salir un poco más».
Para Andrés y Luisa, esta es su primera cita. Ella le recibe con alegría, entonando una canción de su tierra, un fado. Le cuenta que es portuguesa, de Guimarães. Llegó a España cuando tenía 36 años y aprendió de su marido el oficio de albañil. El padre de Andrés es fontanero e intercambian algunos consejos. Andrés aún no sabe qué va a estudiar y se debate entre las matemáticas o ser policía. Luisa, le dice que lo importante es «trabajar, ser responsable y centrarse en los estudios».
Por otra parte, el pasado sábado, el centro expositivo Rom, gestionado por la Fundación Santa María la Real, recibía una visita muy especial, la de una veintena de personas de Tercera Actividad para quienes, tras un año de confinamiento debido a la covid, esta era su primera salida.
César del Valle, Cristina Párbole y Patricia del Pozo, el equipo del centro expositivo Rom, lo tenían todo preparado. «Hemos colocado sillas en cuatro ubicaciones del monasterio, para que puedan ser partícipes de la representación teatral, cumpliendo, además, con todos los protocolos de seguridad», explicaban.
Dentro del monasterio, el frío era intenso, pero la buena compañía y el calor de la representación hicieron que no se notara tanto.
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