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La escuela infantil Piccolo se despide tras 41 añosAbrió las puertas el 15 de junio de 1982. No titubea ni duda al señalar el día, aunque hayan pasado casi 41 años. También recuerda como si fuera ayer que ese primer verano que funcionó el centro tuvo ocho pequeños. «Estuvimos muy bien con esos niños para comenzar a ir rodando y ya en septiembre pues arrancó el curso normal», señala María José Hernando, responsable de Piccolo.
Y este 30 de junio, una vez concluidas las clases, cerrará de manera definitiva, después de que más de 4.000 niños hayan pasado por sus instalaciones y por sus manos. «Siento que el trabajo está realizado y está bien hecho, es como cerrar un ciclo. Sí que me da pena, pero no siento nostalgia porque creo que ya es momento, después de 41 años. Y es una lógica el hecho de abrir un verano y también cerrar un verano, todo exacto», relata.
Un grupo de socios que quería innovar en educación infantil estudió distintas ideas de centros de Valladolid y se decidió a montar una escuela en Palencia. « Nos acogieron muy bien. Estábamos haciendo obras y la gente ya preguntaba, sobre todo del barrio. Primero que qué iba a ser y después que cuándo abría», argumenta María José, conocida por 'Yoyé' por los pequeños –y por sus padres–, al ser dos fonemas muy fáciles de pronunciar para los niños. «Es una forma de llamarme muy entrañable y muy cercana», afirma.
Las obras, que convirtieron una antigua vaquería en Piccolo, comenzaron en febrero de 1982 y muchas familias ya estaban deseando que funcionara el centro porque «en aquella época guarderías habría tres o cuatro». De ahí que a mediados de junio abriera sus puertas con sus clases y su jardín. Barajaron varios nombres, uno de ellos 'El Puente', como una referencia geográfica al estar situado al lado del Puente Mayor, pero una de las administradoras sugirió 'Piccolo', que significa pequeño en italiano, y fue el definitivo.
Más de 4.000 pequeños han crecido y aprendido en Piccolo, con una media de entre 60 y más de 100 al año. «Aquí hemos tenido muchos niños, tuvimos que desdoblar la parte de abajo y hacerla para bebés porque había mucha demanda. Lo que pasa que ahora la pirámide poblacional está invertida y hay mucha más oferta», analiza. Y es que la zona de la vaquería, situada en la parte de abajo del edificio, fue transformada en un primer momento en gimnasio, pero después acogió la zona para los más pequeños del centro.
Durante muchos años tuvieron las aulas al completo, los de mayor auge de natalidad, y actualmente trabajan tres personas en Piccolo, una por clase. «El mejor recuerdo que me llevo es cómo los niños se han ido impregnando de una marca Piccolo. Todos los que han pasado por aquí mantienen una lógica en el comportamiento con lo que nosotros les hemos aportado y eso me gusta. Hay muchos que ya han crecido y me los encuentro por la calle y hay algo que reconozco en su lenguaje, su forma de pensar o de actuar, y eso me parece maravilloso», analiza.
Piccolo goza de unas grandes instalaciones al tener jardín para juegos (algo necesario para entrar en la gratuidad de los cursos de Infantil de la Junta) y cocina propia. Por este motivo, varias escuelas han mostrado interés en el centro, una vez que los responsables de Piccolo dejen de tenerlo alquilado. A pesar de gozar de zona ajardinada, no ha formado parte del listado de escuelas gratuitas de la institución regional para 2-3 años en este curso.
Es un recinto lleno de juegos, de cuentos y de material para aprender. Algunos juguetes llevan ahí cuarenta años, otros son más recientes porque se han ido introduciendo cosas nuevas. «Me gusta enseñar a los niños a tratar bien las cosas. Libros y cuentos sí que hemos tenido que renovar porque se rompen», reconoce Yoyé.
Juegos de madera y objetos tradicionales, que casan perfectamente con su despacho libre de pantallas y ordenadores. «Yo soy de papel. Me encanta rellenar una ficha con el bolígrafo y para mí creo que no es necesario tener uno. No hay ni en el despacho ni en las aulas porque cuanto más tiempo estén alejados de los dispositivos, mejor. Ya tienen mucho en la calle y en casa. Es un equilibrio para ellos», sentencia.
Es logopeda, psicoanalista, trabajadora social, además de experta universitaria en mediación familiar y en psicopatología y salud. «Siempre me ha llenado mucho la tranquilidad de los padres. Me ha encantado la confianza que han puesto en Piccolo porque vienen angustiados a la primera entrevista. Mi formación me ha ayudado mucho para entender su angustia», reconoce. Por este motivo, se crearon unos talleres para padres, como espacios compartidos, para que descubrieran sus miedos o preocupaciones. «Fueron muy útiles», afirma Yoyé, que sí que seguirá trabajando como logopeda y psicoanalista en su centro en la capital.
Tiene clara una cosa después de más de cuatro décadas educando y enseñando a los más pequeños. «Siempre he entendido esto como un acompañamiento a los padres, a las familias, no como un negocio. Es dar un servicio», concluye con satisfacción.
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J. Gómez Peña y Gonzalo de las Heras (gráfico)
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