Santi Rodríguez | Actor y humorista
«Mis episodios graves de salud me han servido para aprovechar más la vida»El popular frutero de 'Siete vidas', que cumple este año cuatro décadas en la escena, llega este viernes a las 21 horas al Teatro Ortega de Palencia con 'Espíritu'
Jose Rojo
Palencia
Viernes, 19 de enero 2024, 00:20
Aunque Santi Rodríguez nació en Málaga (1965), al poco de nacer su familia se trasladó a Jaén, ciudad a la que siempre ha estado apegado ... y en la que mantiene su residencia. Este actor y humorista andaluz, que no ha parado de trabajar desde sus inicios en 'El club de la comedia' y, posteriormente, interpretando el papel de frutero en la mítica serie televisiva 'Siete vidas' que le aupó a la fama, cumple este año cuatro décadas en el mundo escénico. 'Espíritu', el montaje «que no está basado en hechos reales, pero casi» y con el que lleva de gira desde 2021, recalará en Palencia este viernes día 19, a las 21 horas en el Teatro Ortega.
–Este año cumple cuatro décadas en la carrera escénica. ¿Qué balance hace de ese recorrido?
–Empecé a hacer monólogos en Granad durante mi etapa universitaria, cuando nadie hacía nada de esto; no había ninguna referencia en este campo. Ni yo mismo sabía que estaba haciendo 'stand up comedy' –comedia en vivo, en español–. Y poquito a poquito fui subiendo escalones hasta conseguir los objetivos que me había marcado. Mi balance es muy positivo porque ver que valgo para este oficio, que es con el que disfruto, y poder ganarme la vida con ello es un privilegio. Y conseguir llegar donde he llegado no está al alcance de cualquiera. Estoy muy agradecido a toda la gente que lo ha hecho posible y muy contento con mi trayectoria. En estos cuarenta años no he parado. Incluso, cuando tuve un infarto, me subí de nuevo a las tablas a los cinco días de que me dieran el alta. Y lo hice no sólo por pundonor, sino para comprobar si estaba realmente en condiciones para seguir trabajando. También me vino muy bien a nivel psicológico para animarme y tirar para adelante.
–¿Qué poso le dejó su intervención en 'Siete vidas', ficción que le encumbró a la cota más alta de popularidad?
–Me dejó algo tan maravilloso como que el público me conociera y que eso me diera la oportunidad de pasar de ser una persona anónima a ser conocida y así atraer público a mis espectáculos. Fue un salto increíble en mi carrera, aparte de todo lo que aprendí a nivel técnico y actoral. Trabajar con Amparo Baró, que era una enciclopedia viviente, me abrió los ojos para saber cómo había que trabajar en televisión. Con 'Siete vidas' me tocó la lotería.
–Además de todo eso, le convirtió en un personaje popular. ¿Cómo lleva que la gente le pare por la calle o que se acerque a hablar con usted?
–He llevado la popularidad razonablemente bien. Soy una persona muy cercana y la gente se comporta en función de cómo afrontes esa dinámica. Es como si vas por tu pueblo saludando a la gente, pero a gran escala. Es maravilloso y muy agradable porque la mayoría de la gente te para para darte la enhorabuena. Lo que ocurre a veces es que cuando la cantidad es excesiva, te sobrepasa. Siempre recuerdo lo que me decía Concha Velasco, a la que siempre he admirado como profesional y como persona: «El día que no me paren por la calle me voy a enfadar», y de hecho, muchas veces salía a pasear por la Gran Vía para que la saludaran.
–¿Le siguen recordando por su papel de frutero en 'Siete vidas'?
–Muchísimo. Y eso da una idea del impacto que tuvo la serie. Hay mucha gente que sabe que era el frutero y no sabe ni cómo me llamo.
–Y de sus trabajos cinematográficos, que no han sido demasiados, ¿guarda buenos recuerdos?
–Sí, sí. Lo que ocurre es que el cine es el medio que más desconozco y me resulta más complicado utilizar las herramientas necesarias para interpretar un papel en una película porque son distintas a las del teatro o la ficción televisiva. He tenido la suerte de trabajar con gente conocida y con la que tenía relación y mis recuerdos son muy buenos.
–¿El cine sigue llamando a su puerta?
–Algunas propuestas me han llegado, pero están ahí y no se han materializado de momento. Tampoco me preocupa. Ahora tampoco hago demasiada televisión. Estoy haciendo mis montajes teatrales y el público responde muy bien a la hora de ir y valorar el trabajo. Y yo estoy encantado con eso. En la vida hay que ser ambicioso, pero no avaricioso.
–Inició su andadura interpretativa como monologuista en 'El club de la comedia', género del que no se ha apeado hasta el día de hoy. ¿Es el hábitat en el que se siente más cómodo y con el que más disfruta?
–Sí, aunque 'Espíritu' está a medio camino entre la 'stand up comedy' y el teatro, porque el montaje tiene su dramaturgia, diseño de luces, varios personajes, cambios de registro, interacción con el público… Es una obra muy dinámica.
–¿No le apetecería mostrar su vena dramática en algún proyecto?
–Ya lo he hecho. He intervenido en un cortometraje sobre la violencia de género, donde hago el papel de maltratador, y hace tiempo en la obra de teatro 'Ave Sosia', en la que interpreté varios personajes, entre ellos, alguno dramático. Ya he comprobado que puedo dar la talla en ese tipo de papeles. Tampoco me hace falta más. Yo disfruto con que la gente se ría con lo que hago, que mi trabajo les llegue, que pase un buen rato, que se olvide de los problemas con los que nos bombardean a diario, que se dé una ducha de optimismo y que recargue las pilas.
–Le dio un infarto el día que cumplió 52 años. ¿Lo sintió como una señal divina?
–Ese día recibí un regalo que no era el que hubiese querido. Mis amigos se sorprendían cuando me iban a visitar al hospital y me preguntaban «Santi, ¿qué tal estás?» y yo les respondía «muy contento». Y estaba muy contento porque a raíz del infarto, como les decía, me di cuenta de muchas cosas que no estaban en orden en mi vida. Fue un episodio que me sirvió para reordenar la escala de mis prioridades y desde entonces me va muy bien la vida. Yo soy creyente y pienso que todo en la vida pasa por algo y, aunque no lo entendamos al principio, con el tiempo se suele encontrar el motivo. El infarto me sirvió para aprovechar más la vida, que es precisamente una de las moralejas que intento transmitir en 'Espíritu'.
–¿Volvió a nacer?
–Sí, aunque mi infarto fue raro, fue un infarto en el bazo, algo que desconocía; casi no sabía ni que tenía bazo. Y, después, tuve ciertas limitaciones a la hora de andar, pero no fue demasiado traumático, aunque con la mentalidad que tengo y mi optimismo fue más fácil de gestionar. Al cabo de un año tuve otro percance, así que tengo agotado a mi ángel de la guarda, pobrecito mío; me va a pedir la baja. Tuve mononucleosis infecciosa y fue un susto muy gordo, más que el infarto. Hay que gestionarlo de la mejor manera posible y sacar conclusiones positivas.
–En la promoción de 'Espíritu' cuando se dice que no está basada en hechos reales, pero casi, ¿se refiere a sus padecimientos?
–Sí, sí. He tenido varios jugueteos, con todos los respetos, con la muerte. En este segundo episodio tuve una experiencia cercana a la muerte, muy ilustrativa de lo que puede ser ese trance. No vi la luz al final de camino, pero sí que me vi a mí mismo con la persona del Samur que me atendió y a mis familiares en la sala de espera. Es algo sobre lo que hablo, pero sin darle mucho bombo y platillo para evitar que la gente piense que lo cuento por darme protagonismo o relevancia. Lo cuento porque así lo he vivido yo.
–Tanto 'Espíritu' como su otro monólogo 'Infarto ¡no vayas a la luz!' abordan esos trances…
–Como persona y como actor, intento compartir mis experiencias vitales. Creo que es un ejercicio honrado que puede servirles a otras personas. Es indudable que el humor sirve como terapia; el sentido del humor es beneficioso. Ésa es la filosofía de vida que me han transmitido en mi casa. Entiendo que llama la atención haber tenido un infarto y que hagas comedia de eso.
–¿No le da 'yuyu' hacer comedia de sus dramas?
–No. Lo hago todo desde el respeto más absoluto. Son temas serios, pero cuento lo que me ha pasado a mí. Durante el proceso de mis enfermedades me pasaron muchas cosas cómicas; no me río de los infartos de otros, sino del que yo viví. En 'Espíritu' no ironizo con que una persona se muera; es un canto a la vida de alguien que ha muerto. Son respetables tanto las opiniones contrarias al montaje como las que lo aplauden, aunque estas últimas son mayoría.
–Después de tres años de gira con 'Espíritu', ¿tiene cerrado a corto o medio plazo otro proyecto de comedia?
–Yo no suelo cerrar una obra. Hoy por hoy, estoy de gira con mis últimos tres montajes: 'Como en la casa de uno', 'Infarto…' y 'Espíritu'. Hago lo que se hacía en las compañías antiguamente, que llevaban repertorio. En el mes de abril terminaremos en Madrid la temporada de 'Espíritu' y en septiembre estrenaremos un montaje nuevo del que nada está hilado. Me va la caña, emocionalmente es un momento de disfrute y sufrimiento. Es como un parto, con todos mis respetos a las mujeres en ese proceso.
–Lo que está garantizado es que los palentinos van a desternillarse de risa con el 'show' en el Teatro Ortega.
–Espero que sea así. Después de tres años de gira, la gente sale muy contenta, sin esperarlo nunca porque siempre me sorprende. La ovación es intensa y cuando termino, me desmaquillo, que tardo un momentito, y salgo a la entrada del teatro por si hay gente esperando y los que están no me dicen «me lo he pasado muy bien o me he reído mucho», sino «muchas gracias».
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