Celsa González, a sus 86 años, es una persona a la que le cuesta comunicarse a través de las nuevas tecnologías. Ella vive en la residencia Tercera Actividad de Aguilar de Campoo desde hace 18 años y durante este tiempo las visitas de su familia ... han sido para ella todo un regalo que le permitía saber cómo estaban sus seres queridos sin necesidad de coger un teléfono, «un aparato que podría ser muy útil para ella pero que no entiende», tal y como explica su hija, Guillermina Abad. La pandemia ha restringido las visitas, pero Celsa no se resigna a no ver cómo lleva su nieta María el embarazo o cómo le ha ido el día a Guillermina.
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La residencia puso en marcha desde el estado de alarma de marzo un servicio para poner en contacto a familias y residentes a través de videollamadas de forma periódica, pero eso, dadas las circunstancias de aislamiento, se queda corto en muchos de los casos. Los residentes más avezados en el uso de las nuevas tecnologías realizan por su cuenta llamadas a sus seres queridos y algunos incluso se atreven a hacer vídeollamadas, pero ese no es el caso de Celsa y de otros muchos usuarios, que esperan con impaciencia su turno para poder hablar con su familia.
Ante esta situación, la dirección de la residencia quiso ofrecer la posibilidad a estas personas de seguir en contacto con sus seres queridos pese a las exigencias que marca la pandemia. Para lograr este objetivo, se está usando una 'app' que permite a los familiares enviar fotos y textos a la residencia, donde posteriormente se imprimen para conformar una revista semanal personalizada para cada usuario con contenidos generados por sus seres queridos. Gracias esta aplicación, denominada Famileo, Celsa ha podido ver, por ejemplo, la ecografía de su nieta María, que va a tener un niño.
En la mesita de noche de Celsa ahora siempre hay un ejemplar de esta revista, hecha expresamente para ella, para que vea cómo su nieto Borja prepara la merienda o para que pueda observar los regalos que va recibiendo María para el bebé que está en camino.
Esta forma de comunicarse entre los familiares se ha convertido en la mejor fórmula para que Celsa tenga las noticias más significativas de una familia a la que echa de menos. «Hablé el otro día con ella por una videollamada que hicieron en la residencia y me dijo que se puso a llorar al ver la ecografía», afirma su hija Guillermina, que ha encontrado en esta forma de comunicación con su madre una manera de sobrellevar el tiempo que tenga que estar sin verla.
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La Residencia Tercera Actividad de Aguilar no registró ni un contagio por coronavirus durante la primera oleada, pero el virus ha terminado entrando en las instalaciones, lo que genera gran desasosiego entre las familias. «Tenemos el miedo en el cuerpo porque ahora está bien, pero no sabemos qué puede pasar mañana», explica Guillermina, que se tranquilizó mucho al saber que su madre había arrojado un resultado negativo en las pruebas. «El otro día me dijo que le habían metido un palito por la nariz y le habían hecho mucho daño», añade.
Y mientras el virus amenaza la residencia en la que vive, Celsa se entretiene mirando una y otra vez esa revista y contando los días para volver a ver a su familia al completo, incluido el niño de María, su biznieto.
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