![Vallas de señalización y cartel de aviso en el edificio número 2 de la calle Padilla.](https://s1.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/2025/02/10/EdificioPadilla1.jpg)
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Una cinta blanca y roja de los Bomberos de Palencia rodea y delimita la zona, junto con unas vallas metálicas y varios carteles que advierten 'Prohibido acceso. Peligro de desprendimiento'. Este dispositivo se ha desplegado en el lateral de una de las torres del barrio de Pan y Guindas, concretamente, del número 2 de la calle Padilla. «El jueves pusieron unas vallas azules y al día siguiente, el viernes, ya colocaron todo esto para evitar el paso, aunque tenemos este problema desde hace años», explicaba este lunes uno de los vecinos del bloque, con once alturas y compuesto por 44 viviendas, algunas de ellas deshabitadas.
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El Ayuntamiento de Palencia ha dictado una resolución en la que se ordena «el cese del uso de las dependencias y piezas habitables situadas y que abren a la fachada suroeste del edificio» de ocho viviendas de este inmueble, dos por altura del octavo al undécimo piso, por lo que se entiende que esta clausura solo afecta a estas estancias concretas. Y es que los técnicos de la Concejalía de Urbanismo determinaron que existía un riesgo «inminente» de que parte de esta fachada, la suroeste, pudiera derrumbarse. «Mi sobrino vive en uno de esos pisos y siguen ahí, no saben nada», afirmaba una vecina del barrio y señalaba el bloque de viviendas. «De momento solo se ha ido una chica de aquí porque tenía miedo», respondía una moradora del inmueble.
El deterioro se observa desde la calle, donde se aprecia un abombamiento de la fábrica de ladrillo caravista que recubre todo el edificio, desperfectos en diversas ventanas, que se encuentran desencajadas, y ladrillos agrietados. «Llevamos más de dos años con esto, pidiendo ayudas y subvenciones porque nos presupuestaron el arreglo en millón y medio de euros. Hemos solicitado una ayuda, vecino por vecino, porque veíamos que había pequeños abombamientos y pensábamos que teníamos que hacer algo antes de que pasase nada. Y a día de hoy, seguimos a la espera», argumentaba otro residente del bloque.
«Yo tengo miedo», reconocía una vecina de las primeras plantas del edificio. «Es que no sabemos lo que puede pasar, pero yo tengo mucho miedo. He dormido hasta vestida por si teníamos que salir corriendo. Nos iremos unos días a casa de mi suegro», continuaba con pesar, ya que ha vivido toda su vida en el mismo lugar. Sobre los moradores del bloque de 44 viviendas, hacía hincapié en que «gitanos somos una minoría, la mayoría de los que viven aquí son payos».
Otros vecinos del edificio se lamentaban de que «no hay juntas de dilatación entre piso y piso», y hacían hincapié en que ya se pueden ver algunos ladrillos agrietados o rotos en esa zona. «En un día se dilató la fachada tres centímetros», añadían.
Las vallas no se situaban solamente en ese lateral del bloque de pisos, sino también al otro lado del mismo, ya que «también hay un pequeño abombamiento entre el tercero y el cuarto de ese lateral», argumentaba un vecino, quien rememoraba cuando «hace cuatro o cinco años cayeron unos trozos de ladrillo a la acera que da al colegio Buenos Aires».
«Para solucionar esto necesitaríamos un revestimiento como el que se ha hecho en las Casas del Hogar o en el Ave María, y eso que ellos no tenían ningún peligro de desprendimiento», reclamaban con pesar.
Mientras, a pesar de la lluvia, los vecinos del barrio se paraban a observar el estado de la fachada. «Se ve de lado, que no guarda línea y que las ventanas están en diagonal», señalaba una mujer a otra. «Es verdad, las ventanas están giradas, se están descuadrando», respondía esta, ambas debajo del paraguas. Muchos fueron los que se detuvieron este lunes, solos o acompañados, en el lateral de las vallas de señalización para buscar las ventanas descuadradas o los ladrillos abombados.
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Martin Ruiz Egaña y Javier Bienzobas (gráficos)
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