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«Las cigüeñas se están convirtiendo en un peligro para las personas y para el patrimonio». De esta forma tan rotunda alertan desde la Diócesis de Palencia sobre los efectos que está teniendo el cambio de hábitos de esta especie, que en la mayoría de ... los casos ha abandonado su condición de ave migratoria para convertir los tejados de las iglesias en sus hogares durante los 365 días del año y no solo en residencias de verano, como sucedía antaño. Las cigüeñas ahora encuentran alimento en Palencia durante todo el año y la mayor parte de ellas se quedan a invernar aquí, ya que para comer cuando las temperaturas bajan, solo tienen que desplazarse a los vertederos.
Este paso de la migración al sedentarismo ha acarreado, según la Diócesis de Palencia, un incremento de los problemas que generan estas aves en las cubiertas de iglesias, parroquias y conventos. «Nos sentimos, en cierta medida, indefensos. Somos los responsables de mantener el patrimonio, pero para poder retirar un nido hay que solicitar una infinidad de trámites, justificarlo y esperar que no pase nada mientras se resuelve todo el papeleo», aseguran desde la Diócesis, que señalan que dentro del ingente patrimonio palentino, los templos que se encuentran en un peor estado son la Torre de San Pelayo de Villaumbrales, así como las parroquias de Grijota, Amusco, Villamoronta y San Cebrián de Campos. Además, otros elementos patrimoniales de la provincia, como la torre de San Martín o la Iglesia de San Miguel en Becerril de Campos, también atraviesan por una situación insostenible por los problemas que causan estos animales en las cubiertas.
Las cigüeñas son aves que pesan entre 3 y 3,5 kilos, y el empuje que realizan al levantar el vuelo y al aterrizar mueve las tejas que protegen las cubiertas en las que están instalados sus nidos. Cuando los tejados son antiguos, carecen de impermeabilizante por la parte inferior y esa humedad afecta directamente al edificio, por lo que los huecos que dejan entre tejas estos animales son un problema de primera magnitud para la conservación de los templos, y de todo lo que hay en su interior.
Al moverse las tejas –que suelen ser siempre del tipo 'curva árabe' –ya que Patrimonio obliga a su uso en edificios considerados Bien de Interés Cultural– lo que sucede es que el tejado deja de cumplir su función de barrera impermeable permanentemente y tanto la humedad como los propios excrementos de los animales acaban entrando en el edificio, y esos agujeros son un foco enorme de problemas.
Combatir estas circunstancias ha sido el empeño tanto de la Diócesis como de la Administración desde hace ya varios años, pero medidas como la retirada controlada de los nidos –el Servicio Territorial de la Junta de Castilla y León autorizó que se quitaran 292 en 2016– han servido de poco. «Cuando se les quita un nido, vuelven a hacerlo en el mismo sitio», explican desde la Diócesis, donde aseguran que la única manera de sacar a las cigüeñas de los tejados es con el uso de inhibidores o con mallas eléctricas. «Las soluciones más efectivas a largo plazo son el uso de mallas electrificadas en los tejados, como hemos podido ver en las parroquias de Fuentes de Nava y Castromocho», explican.
La parroquia de Castromocho contaba en 2009 con hasta 37 nidos en su tejado, cuyo peso amenazaba con colapsar la cubierta. No obstante, una inversión de 60.000 euros permitió cambiar el lugar de anidación de estas aves a una colonia artificial con postes y estructuras. Una vez terminado este proceso, se protegió la cubierta con un sistema electroestático y se colocaron los nidos originales en los nuevos soportes de la colonia artificial. Este parece el método más efectivo, pero su elevado coste lo convierte en inviable en el gran número de localidades que podrían demandar la instalación de este sistema. «Sabemos que esto funciona, pero también sabemos que es muy caro», reconocen desde la Diócesis, que reclaman medidas para que el patrimonio no se vea afectado por estas aves. «Este no es solo un problema de Palencia. Creemos que habría que hacer una reflexión a nivel regional para adoptar medidas que aseguren el respeto del medio ambiente y el mantenimiento del patrimonio», concluyen.
El Grupo de Rehabilitación de la Fauna Autóctona y su Hábitat (Grefa) asegura que la cigüeña es una de las especies que mejor se ha sabido adaptar al ecosistema humano para sacar el mayor rendimiento de él. «Han evolucionado para explotar al máximo los recursos que les ofrece el ser humano. De forma natural han criado en lugares altos, en grandes árboles, y han cambiado esos espacios naturales por las iglesias, que también son altas y suelen estar ubicadas relativamente cerca de vertederos, en los que se pueden alimentar. Se han adaptado al medio», explica el experto en aves Carlos Cuéllar, portavoz de Grefa.
Las cigüeñas hace unos años eran consideradas alimañas y ahora están incluidas dentro del catálogo nacional de especies amenazadas. No obstante, esa protección no las ha librado de esa concepción negativa, tal y como asegura Cuéllar. «Es una animal que está muy demonizado porque es muy fácilmente visible, y existe una corriente de que es el principal responsable de la pérdida de polladas de especies cinegéticas, de gazapos, de perdigones o pollos de codorniz. Es un atrevimiento hacer esas valoraciones sin tener ningún dato científico, sin hacer un seguimiento exhaustivo y siempre es más fácil culpar a la cigüeña de la falta de caza que al auténtico problema: el uso masivo de fitosanitarios», recalca el portavoz de Grefa.
Son varias las voces que hablan de un aumento significativo del número de ejemplares como causante del incremento de los problemas generados por estas aves. No obstante, desde Grefa aseguran que no hay estudios científicos que avalen ese supuesto incremento «El problema de las cigüeñas está en boca de todos, pero nadie sabe si ha crecido su población. Como hay más comida durante todo el año por la presencia de vertederos, los animales ya no hacen desplazamientos migratorios tan marcados como hace 50 años. El cambio climático también puede tener que ver en todo esto. Estos animales no generan problemas, su comportamiento es solo una respuesta a los estímulos que genera el humano», explicó Carlos Cuéllar.
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