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Luis antonio Curiel
Sábado, 24 de octubre 2020, 09:14
Julián Fombellida Curiel fue un vecino muy querido en su pueblo natal, Baltanás. Hijo de Esteban y Silvina, era el pequeño de tres hermanos. Vivió siempre en el municipio junto a su hermana Quela, y su vida la dedicó al campo, con muchos esfuerzos y sacrificios para labrar la tierra. Disfrutaba de su pasión por la caza con galgos y era un amante de los animales, además le gustaba salir al campo a buscar caracoles y setas y le encantaba almorzar en la bodega familiar.
Durante muchos años merendaba con sus amigos de la infancia y también con su posterior cuadrilla, compartiendo estos encuentros en torno a la mesa. Una fiesta que no se perdía era la de San Millán, pues siempre ha tenido un vínculo especial con la cooperativa, al ser su padre uno de los socios fundadores y presidente de la misma durante varios años. Julián llevó siempre una vida sencilla, marcada en los últimos meses por la falta de movilidad, lo que le impedía disfrutar de sus pasiones.
Sus allegados relatan que era un hombre «de carácter fuerte, con su genio, pero con un corazón enorme». Amigo de sus amigos, siempre estuvo pendiente de los suyos, especialmente de su hermana Quela. Ahora, la familia intenta reponerse de una pesadilla que comenzó en septiembre, cuando los primeros síntomas de contagio aparecieron en una vecina, pues su marido pasó a casa de Julián para ayudar a su hermana a moverle. La alarma saltó en cuestión de horas y comenzaron a salir las PCR positivas: el matrimonio vecino, Julián y sus dos hermanas y un sobrino, sumando un total de seis contagios.
«Ha sido una experiencia dura para toda la familia y para nuestros vecinos, pues no sabemos cómo nos contagiamos, pues apenas hemos salido de casa», comenta Quela Fombellida, que intenta poner orden a todas las experiencias que ha vivido en estas últimas semanas. Reconoce que es duro contagiarse y que, a pesar de poder hacer vida normal dentro de esta situación atípica, la gente tiene cierto miedo al contacto con las personas que ya han pasado por la covid, lo que es especialmente doloroso, más aún en un pueblo.
Julián, en plena cuarentena, tuvo que ingresar en el Hospital Río Carrión por motivos de salud. Al recibir el alta y continuar dando positivo, le trasladaron al Complejo Hospitalario San Luis, en Palencia, con el fin de seguir cuidándole allí. Todo estaba preparado para su ingreso en la Residencia de Ancianos y Centro de Día La Milagrosa, de Baltanás, donde ya tenía una habitación reservada. De hecho, pasó a ser el primero en la lista de espera por su condición de socio de la Cooperativa del Campo de Baltanás San Millán.
«Durante los 18 días que estuvo ingresado, solo he podido hablar con mi hermano una vez, pues no quiso llevarse el móvil. Pensaba que le llamaba para decirle que venía ya al pueblo. Para toda la familia ha sido muy doloroso no poder acompañarle en sus últimos días, estar con él, despedirnos… Además, el 5 de octubre fue su cumpleaños, que pasó en soledad. El dichoso 'bicho' adelantó la muerte de mi hermano», señala emocionada Quela.
El 13 de octubre recibieron la triste noticia del fallecimiento de Julián a los 74 años. Un golpe que no se esperaban, pues tenían la confianza de que recibiría el alta y pudiera venir a su pueblo natal. Todo se vio truncado.
«Ha sido un desenlace que no nos esperábamos tan rápido. Estamos muy agradecidos a toda la familia, especialmente a nuestros primos, y a todos los baltanasiegos, pues nos han acompañado en estos momentos dolorosos», concluye Quela.
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