Reunión de antiguas alumnas en 2012 en el Palacio Provincial de la Diputación de Palencia. Asociación Alumnas CHF

Palencia

El deterioro de Huérfanos de Ferroviarios reaviva los recuerdos de las exalumnas

El colegio, atendido por religiosas salesianas, llegó a tener 500 residentes en los cursos más boyantes durante los 29 años que funcionó, entre 1953 y 1982

Jose Rojo

Martes, 25 de abril 2023, 08:44

Abrió sus puertas en 1953 y se proyectó para acoger exclusivamente a mujeres –su matrícula llegó a sumar 500 residentes en los boyantes cursos académicos–, que fueron atendidas por religiosas salesianas Hijas de María Auxiliadora durante los 29 años de funcionamiento del centro. En el ... Colegio de Huérfanos de Ferroviarios (CHF) se impartieron enseñanzas Elementales y Orientación Profesional (prácticas de costura, confección, talleres de punto en 138 modernas máquinas importadas de Suiza, de alfombras y tapices, bordado a mano y a máquina), Administrativas, Magisterio y Bachiller.

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Se cerró en junio de 1982, y luego albergó las escuelas universitarias de Educación y de Relaciones Laborales hasta su traslado a La Yutera en 2002. En estas dos últimas décadas, el complejo educativo ha sido abocado a una espiral de desamparo, situación que siguen de cerca y lamentan desde la asociación de antiguos alumnos. Cuatro de ellas relatan las experiencias vitales durante su estancia en este internado palentino, ubicado en el Camino de la Miranda.

Dolors Vall-llovera Ballesteros, Begoña Clemente Núñez, Pilar Batanero Díaz y Julia Ramos Jiménez lamentan el estado de abandono del centro y rememoran algunas anécdotas que transcurrieron en el Colegio de Huérfanos de Ferroviarios de Palencia, en el que la jornada escolar comenzaba a las 7 de la mañana: aseo personal, misa, desayuno y oficios comunes (limpieza del colegio). Acto seguido, clases temáticas con sus respectivos recreos; comida y descanso o juegos en el patio hasta el comienzo de las clases vespertinas, entrenamientos deportivos, merienda (bocadillo de chocolate de La Trapa por norma general, y de forma excepcional, a algunas estudiantes les proporcionaban en la enfermería bocadillos más contundentes acompañados por un vaso de leche para favorecer su crecimiento). A continuación, y en riguroso silencio, dos horas de estudio y preparación de exámenes y clases del día siguiente. Cena, y alrededor de las nueve de la noche, a la cama; y a las diez, se apagaban las luces y a dormir.

Arriba, en 1969, las alumnas con el consejero. Abajo, un día en el colegio en 1972 e instalaciones del colegio abandonadas. Asociación Alumnas CHF/M. Brágimo

Estas cuatro exalumnas coinciden en un «dulce» recuerdo: las milhojas de la pastelería Los Cuatro Hermanos de la Calle Mayor de Palencia, que comían cuando salían a pasear los fines de semana y los días festivos hasta el centro de la capital, eso sí, en filas de cuatro y acompañadas por una monja delante y otra detrás. Además, ensalzan los equipamientos con que contaban la institución, la celebración de fiestas del propio colegio y de las salesianas, el cine dominical, la redacción de una revista, las excursiones en autocar a otras provincias próximas, el viaje de fin de curso y la participación en actividades extraescolares.

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La familia de Dolors Vall-llovera (Manresa, 1955) se trasladó en la primavera de 1959 a Sabadell, lugar de residencia de esta barcelonesa y en cuyo ayuntamiento trabajó como funcionaria hasta su jubilación. Vall-llovera, licenciada en Ciencias Económicas, nunca se casó, vivió en pareja y tiene una hija de 26 años. En la actualidad, estudia cuarto curso de inglés en la Escuela de Idiomas, asiste a clases de country, sevillanas y baile en línea; se encarga de la contabilidad de su macrocomunidad y forma parte de distintos grupos para hacer escapadas y viajes.

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Esta catalana pertenece al ingente listado de mujeres que se formó en el CHF de Palencia, donde arribó con 11 años y del que se despidió cuando cumplió la mayoría de edad. «Mi padre, capataz de vías y obras de Renfe, murió en Sabadell el 23 de marzo de 1965. Yo cumplí 10 años el día 28 de ese mismo mes; tenía dos hermanos menores, niña y niño, y tres mayores, hermanos solo de padre, que ya no fueron al colegio. Mi madre no trabajaba y vivíamos en un casa de la compañía ferroviaria. A mi madre le dieron tres meses para dejar la casa, de lo contrario, le metían todos los muebles en un vagón de tren. En septiembre de ese mismo año, mi hermana y yo ingresamos en el Colegio de Huérfanos de Ferroviarios en Torremolinos. Allí estábamos desde los 7 u 8 años hasta los 10 u 11. A las niñas –había también tres colegios para niños– nos trasladaban luego a Palencia o a Alicante. A mí me tocó Palencia. Allí llegué con mis 11 años, sin conocer a nadie y muy lejos de mi casa. Las estudiantes que vivían cerca de la capital se iban de fin de semana, vacaciones de Semana Santa y Navidad; pero las que procedíamos de más lejos nos pasábamos allí todo el curso escolar». Y añade: «Recuerdo que alguna vez nos llevaban al cine a la Fábrica de Armas, aunque en el 'cole' teníamos cine cada domingo por la tarde y hacíamos cine-fórum. Nos hacían revisiones médicas en un consultorio privado del centro de la ciudad y el dentista venía cada año a hacernos una revisión».

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  1. Los testimonios de antiguas alumnas

«La mujer que soy es una síntesis de todo lo que aprendí allí»

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«Conseguimos que nos dejaran salir de paseo solas el último curso»

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«No me castigaron nunca, era buena estudiante»

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«Hice amistades que se mantienen y me volví resiliente»

Pilar Batanero, vive en Zaragoza

«En el colegio de Palencia empecé haciendo ingreso y salí con sexto de bachillerato y reválida. Había monjas con su pertinente titulación y también contábamos con profesores externos. Y, aunque había mujeres para la limpieza, una parte la hacíamos nosotras. Dos episodios trágicos que nos afectaron bastante fueron el ahogamiento de una niña en una excursión al río Carrión y la muerte en su casa de otra alumna de 15 años que tenía leucemia», rememora.

«Era un colegio privado, sólo para huérfanas de ferroviarios. Se financiaba con las cuotas que pagaban los ferroviarios de aquella época. Por otro lado, las compañías ferroviarias cobraban un suplemento en los billetes y la institución se beneficiaba con el 70% de esos ingresos. Imagino que alguna otra ayuda exterior llegaría, pero no era una institución de beneficencia. Fue una obra solidaria de los ferroviarios, gracias al altruismo de una serie de personas, de las que nos sentimos orgullosas y agradecidas. Fue una educación integral, ya en aquella época, y gracias a ella hemos sabido defendernos, no sólo en lo profesional, sino en todas las dimensiones, porque nos dotaron de valiosos recursos. No éramos unas niñas abandonadas sin nadie que se preocupara de nosotras. Huérfanas de padre, sí, pero no en el sentido de huérfanas que no tenían a nadie en el mundo. Tampoco se puede entender como un asilo de huérfanos. Nosotras no éramos ese tipo de huérfanas. Los hospicios son o eran casas públicas para personas sin recursos, que eran mantenidos por la beneficiencia pública. No era nuestro caso. Nuestro cole, desde el principio tuvo un objetivo: ser un bien de utilidad pública (social, cultural, educativa)», puntualiza Dolors.

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Begoña Clemente (Miranda de Ebro, Burgos, 1956), viuda, con un hijo y trabajadora de Renfe durante 37 años hasta su jubilación, vive en Zaragoza desde su adolescencia cuando trasladaron allí a su madre. A raíz de la muerte de su padre, ingresó en el CHF de Palencia en 1967, donde permaneció hasta 1973. Sus otras cinco hermanas fueron enviadas ese mismo año a los otros dos centros femeninos de esta institución que estaban ubicados en Torremolinos y Alicante, aunque años después todas, las seis, coincidieron en el internado palentino.

Begoña Clemente realizó allí los estudios primarios y cursó Formación Profesional de primer grado de administrativo. Como éramos tantas alumnas, se requería mucha disciplina, orden, respeto, limpieza, religiosidad y estudio. No hay que olvidar que estaba gestionado por monjas. El ambiente era de un internado que, a pesar de ser estricto, teníamos un alto grado de respeto, de buen trato y ambiente», detalla Begoña, quien guarda como recuerdos más especiales «las fiestas del colegio; el día de mi confirmación; los domingos que mi madrina me llevaba a comer a su casa con su familia como una más, cuando recibía las cartas de mi madre y de mi amiga Elena y cuando mi equipo de voleibol fue campeón de Palencia y nos llevaron en tren a La Coruña para jugar los campeonatos regionales».

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Los buenos recuerdos coinciden entre las exalumnas y también los golosos de la pastelería Los Cuatro Hermanos

Pilar Batanero (Alcañiz, Teruel, 1960), viuda y con dos hijos, reside en Zaragoza desde hace 20 años, después de vivir otros tantos en Teruel, y es funcionaria de la Diputación General de Aragón desde hace siete lustros. Ingresó en septiembre de 1972 en el Colegio de Huérfanos Ferroviarios de Alicante. «Mi padre había fallecido en julio, mis hermanos eran mayores que yo, uno ya casado y con hijos y el otro en la mili. Cuando llegué, me pareció una aventura. De allí fui al colegio de Palencia, que era mucho más sobrio que el de Alicante. No guardo mal recuerdo de las monjas, las comidas las recuerdo buenas, había cosas que nos gustaban mucho, como los filetes rusos. Para pagar el viaje de estudios a Mallorca, fuimos a vendimiar por mediación de uno de los profesores y sacamos un dinerito. Fue un viaje de cinco días, dos de ellos los empleamos en el bus que nos llevó de Palencia a Valencia y en el barco. En junio de 1976, puse fin a mi estancia. Tenía 16 años y la sensación de que había perdido parte de mi vida porque mi historia no era como la del resto de la gente de mi edad. Durante años no hablé del tema porque la gente de mi alrededor no lo comprendía. Tardé mucho tiempo. Al cabo de 25 años de mi salida del colegio de Palencia, se organizó un reencuentro con las compañeras que pasaron por lo mismo y encontré mi sitio», relata.

Julia Ramos (Madrid, 1951), casada y sin hijos, reside en Collado Villalba, jubilada tras haber trabajado para Chrysler España, General Foods, Levitt Ibérica y Renfe, también se incorporó al CHF de Palencia después de estudiar en el colegio alicantino, en la promoción 1968-1969, donde cursó sexto de Bachiller Laboral en la rama administrativa. Formó parte del grupo de teatro y también participó en una actividad de teatro leído con alumnos de los Maristas en la Casa de Cultura, así como en actuaciones en diversas fiestas colegiales, a las que acudían delegados de la asamblea de los colegios. «Cuando venía mi madre, pasaba la noche de sábado a domingo con ella en un hotel del que no recuerdo su nombre, y comía y cenaba con ella. El ambiente en el colegio era excelente; éramos como hermanas, unidas por el hecho de no tener padre. Todos mis recuerdos son positivos, tanto en el trato con compañeras y monjas, aunque alguna era un poco especial, como con los profesores externos de contabilidad, e inglés», destaca.

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Las 'cumplidas' en 1973 se reunirán este fin de semana

Alrededor de 30 exalumnas del Colegio de Huérfanos Ferroviarios de Palencia, las 'Cumplidas' en junio del 73, se darán cita en Palencia este próximo fin de semana para conmemorar las bodas de oro de su despedida del internado. No es la primera vez que este grupo de mujeres regresa al lugar donde se educó, ya que en 2012 celebraron la primera convención, a la que también acudieron estudiantes de otras promociones. «También organizamos un reencuentro de promoción en 1999 en Madrid con motivo del 25 aniversario de nuestra salida del colegio en el que afloraron muchas emociones. A la conmemoración de Palencia vendrá gente de Zamora, Valladolid, Zaragoza, Madrid, Mérida, Salamanca, Valladolid, Asturias, Puente Genil, Torredembarra (Tarragona), Cantabria, Ávila, Sevilla, Burgos, Soria, Sabadell, Galicia, País Vasco y las de Palencia. Iremos de paseo hasta el edificio del colegio, recorreremos nuestra Calle Mayor, hablaremos de nuestros recuerdos, nos pondremos al día e iremos de marcha», explica Vall-llovera, coordinadora del evento, y recuerda que una agrupación de Antiguos Alumnos de los Colegios de Huérfanos de Ferroviarios, con sede en Madrid, organiza encuentros anuales por toda España.

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