Cuatro dibujos de sí mismo. Rodeado de naturaleza y de luz. Solo de eso. Sin ropa, sin artilugios, sin nada. Él, el protagonista de su obra, en la inmensidad de la naturaleza. 'Summer end at the garden', se titula. Con estas obras de bienvenida ... arranca la exposición de Narciso Maisterra, artista palentino nacido en 1933, que desde ayer y hasta el próximo 27 de septiembre, expone sus creaciones en la Fundación Díaz Caneja.
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Se trata de 56 obras del genial pintor afincado en Fuentes de Valdepero, todas ellas creadas en los últimos cuatro años -y la cuarta parte de las mismas durante el confinamiento-. Bajo el título 'Hermerocallis fulva' (flor de un día), Maisterra se sumerge en el mundo de los desnudos de todas las edades -una temática a la que siempre ha dedicado tiempo- y en lo que nos rodea. «El desnudo es un vocabulario que estoy usando para representar mi inquietud por el destino de la humanidad, básicamente. Me preocupa nuestra civilización del consumismo y la pérdida de contacto con la naturaleza, que es lo mejor que tenemos, es la mayor donación que nos ha dado la vida. Y estamos perdiendo ese contacto y solo nos dedicamos a cosas del dinero, de modas, de modas forzadas, con el consumismo en concreto, llenando el mundo de chatarras, que cuando se ponen en el mercado ya tienen fecha de caducidad», señaló ayer el pintor, que paseó orgulloso por su obra. «Están todos muy bien colgados, bien colocados», añadía.
La carne pintada, de todas las edades, en todas las posturas posibles y con toda la gama de luces y sombras inimaginable. «Últimamente estoy muy interesado en los desnudos porque es lo que presenta más problemas. Yo cuando trabajo es para aprender algo, si pintase siempre la misma cosa, me aburriría lo mismo que si estuviese trabajando en cualquier otra profesión. En cambio, yo me propongo una serie de problemas de color, del cuerpo humano, de iluminación, con vistas a que tenga que resolver ese problema y aprender», argumentó señalando su propia espalda pintada, en otra obra ('Figuras yacentes sin rostro'). Para pintarse a sí mismo, busca el sol, sus rayos y se entremezcla con la naturaleza mientras le fotografía uno de sus modelos. Luego, cuando se enfrenta al papel en blanco, se inmortalizará a sí mismo.
«Soy el único pintor que pinta figuras al sol. Sorolla pinta la atmósfera y yo pinto los desnudos con grandes contrastes. Trato de encontrar grandes diferencias en las figuras entre el sol y la sombra. Sí que son un claroscuro, pero distinto del de los clásicos como Zurbarán», argumentó señalando su obra en la inauguración, en la que estuvo arropado por la cultura palentina con los artistas locales Luis Alonso y Fernando Zamora, entre otros.
Todas sus obras, siempre pintadas sobre papel, se distribuyen entre dos materiales, el pastel y el óleo. «En invierno, como tengo el estudio en Palencia, en un edificio que está lleno de médicos y abogados, y uso mucho aguarrás, me echarían del edificio en dos segundos por el olor, así que pinto a pastel. Cuando trabajo en verano en Fuentes de Valdepero, abro todas las ventanas del pueblo y arreglado», explicaba con una sonrisa. Así que, todo lo que esté creando en estos meses de estío, será solo y exclusivamente óleo.
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Maisterra se formó en la Escuela de Artes y Oficios de Palencia, en la Universidad de Madrid y en los talleres del Círculo de Bellas Artes. Se trasladó a Estados Unidos en 1961, año en el que presentó su primera exposición individual en Maine. Fue profesor de arte -durante 17 años- en The Wheeler School of Providence. Desde 1996 reside en Fuentes de Valdepero, donde se compró una casa y desde donde promueve el Museo Narciso Maisterra, que abrió sus puertas hace poco más de dos años.
Maisterra entiende el dibujo como una necesidad, es su manera de comunicarse con el mundo, de plasmar todos sus miedos y sus preocupaciones. Comenzó muy joven en el mundo de la pintura, con nueve años. «Mi madre vendía los cuadros a amigas suyas para regalos de boda y esas cosas. Recuerdo que a los 15 ya pintaba al óleo bodegones, autorretratos y retratos. La verdad es que no recuerdo lo que hacía antes de pintar», concluyó con sinceridad, mientras sus ojos repasaban su obra colgada en las paredes de la Díaz Caneja.
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