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Nieves Caballero
Palencia
Domingo, 28 de marzo 2021, 11:48
El mejor descanso después de una ruta por uno o algunos de pueblos de la provincia palentina propuestos, en este tiempo extraño de falsa Semana Santa, sin cofrades ni pasos, es darse un homenaje. La tradición labradora y pastoril de Palencia marca una culinaria de preparaciones sencillas en las que la materia prima y la paciencia son los principales secretos. Si hay un plato que se identifica con Palencia es el asado de lechazo de raza churra, elaborado en los hornos panaderos al estilo castellano, y acompañado con pan bregado y, para desengrasar, una ensalada de lechuga, tomate y cebolla. Este plato se vincula, sobre todo, con los pueblos de la comarca Tierra de Campos, pero también se encuentra en cualquier otro punto de la provincia, de sur a norte y de este a oeste.
Aún así, la oferta gastronómica es muy variada y acorde al paisaje recorrido. Las sopas de ajo, el cocido castellano y otras legumbres, como las alubias y lentejas estofadas con verduras, las carnes guisadas, los pichones, los adobos de perdices y codornices, las morcillas y jijas, las menestras de verdurasde las huertas, los caracoles a la palentina, laternera de la montaña, las piezas de caza, las truchas del río Carrión, todo cabe en este gran puchero. Ojalá encuentre en Venta de Baños algún restaurante que prepare la tradicional olla ferroviaria, que tiene su fiesta en octubre.
Muy cerca de la capital, en Autilla del Pino, una sabrosa opción para comer o merendar son las chuletillas de lechazo, la tortilla de patatas, las morcillas y las jijas en sus típicas bodegas, situadas junto al mirador desde el que se divisa una hermosa visita primaveral del mar de cereales de Tierra de Campos. Los infinitos productos derivados de la matanza, la caza, las sopas de ajo y el lechazo churro son las mejores opciones en Ampudia. Si visita el Barrio de las Bodega de Baltanás, no puede dejar de probar los vinos de la DO Arlanza.
También se puede degustar el jugoso y tierno lechazo asado en Monzón de Campos, junto a otros productos de calidad procedentes del campo, de la huerta, del río y del corral; o incluso las perdices, codornices y conejos, que forman parte de esa cocina tan ligada al paisaje de terracampino.
La situación estratégica de Grijota y el Canal de Castilla convirtieron esta villa en el pasado en cuna de una próspera industria panadera y hoy en día es conocida por sus fabiolas, que persiguen una marca de calidad. En Cervatos de la Cueza, y sus pedanías Calzadilla y Quintanilla, en pleno Camino de Santiago, busque la cocina casera más tradicional.
En Aguilar de Campoo el paisaje cambia porque ya se encuentra en la Montaña Palentina. Se puede disfrutar de la carne de ternera, aunque también del lechazo asado. Junto a sus famosas galletas, las especialidades de los obradores de esta villa son la leche frita, las pastas y los hojaldres artesanos.
La gastronomía de Velilla del Río Carrión viene condicionada por la riqueza de su fauna y flora. La caza es protagonista en los guisos de venado, corzo y jabalí, así como los embutidos elaborados a partir de alguna de estas especies, sobre todo el chorizo y la cecina de venado. Chuletas y chuletones de las reses nacidas y criadas en la zona se unen al festín. La trucha de los ríos, sobre todo del Carrión, es el plato típico por excelencia, asada o frita, y aderezada con tocino. Además, existe una importante variedad de setas, también en primavera. En Guardo la gastronomía se convierte en cocido montañés, junto a la ternera y la caza, pero también cobran sentido la chanfaina y la caldereta o guiso del pastor, a base de carne de oveja.
Si su camino le lleva hasta Brañosera, comprobará que la contundente culinaria del pueblo más antiguo de España está condicionada por la climatología de la zona en la época invernal: sopas de ajo, carnes guisadas, adobos, piezas de caza, como el venado o jabalí, pero también, sabrosas carnes de esas terneras de los pastos cercanos.
En este cruce de caminos culinario no pueden faltar rosquillas, hojaldres, ciegas y otras pastas tradicionales; ni tampoco los picones y el pan de mosto, dos dulces típicos de Ampudia.
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