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Chapelet, en el órgano de Abarca, este pasado verano. Alberto Mingueza
Crónicas castellanas de trompetas y clarines

Crónicas castellanas de trompetas y clarines

El organista francés Francis Chapelet firma un libro que descubre su periplo a su llegada a Palencia entre 1975 y 1981

Jose Rojo

Palencia

Jueves, 14 de noviembre 2024, 06:59

Catorce capítulos estructuran las andanzas, vicisitudes y anécdotas de los viajes que realizó, entre los años 1975 y 1981 por el territorio palentino de Tierra de Campos, las provincias burgalesa y segoviana y la comarca de Liétor (Albacete), el célebre organista Francis Chapelet (París, 1934), criado en Argelia y afincado en la localidad palentina de Abarca de Campos y en la citada sierra albaceteña. Crónicas castellanas que se recogen en el libro 'De trompetas y clarines' (Letrame), que firma este artista que se ha erigido en uno de los máximos exponentes de la difusión y proyección del órgano ibérico a nivel mundial.

Esta publicación, que se editó en su día en Francia y acaba de salir la venta en España (está disponible también en Abarca de Campos), describe el asombro que le provocaron los paisajes, las gentes y las localidades que descubrió durante ese periplo. A Chapelet le fascinaron las provincias de Segovia, Burgos y Albacete, pero fue Palencia la elegida para fijar una de sus dos residencias españolas y para levantar en el pueblo del que se enamoró la fundación que, inaugurada en 2010, lleva su nombre y que se ha convertido en un referente de la promoción y preservación de la música de órgano. De ahí que este municipio asentado en Tierra de Campos y otros pertenecientes a esta comarca en su circunscripción palentina, tales como Paredes y Fuentes de Nava o Frechilla, estén reseñados en 'De trompetas y clarines'.

«Estos recuerdos permiten descubrir el talento de un cronista de escritura vivaz y colorista, su carácter de músico apasionado, su humor sarcástico y su profundo amor por España, a la que considera su segunda patria. La descripción de nuestros paisajes muestra una prosa vigorosa y pintoresca, que sorprende por su riqueza y nos acerca una faceta desconocida de su autor. También nos ofrece una mirada lúcida y distante sobre algunos rasgos de nuestra idiosincrasia que ponen ante nuestros ojos la verdadera realidad del carácter español, con sus virtudes y con sus defectos», como se señala en la contraportada del libro.

En este recorrido literario, Chapelet conduce al lector por muchos de los lugares más emblemáticos de España, describiendo algunas de las joyas más representativas de nuestro patrimonio, y cuenta cómo se dejó seducir por España y por sus órganos ibéricos, que en aquella época estaban en su mayoría mudos. El deslumbramiento que le provocó a este instrumentista el órgano de Covarrubias le condujo a dedicar su vida a la música ibérica y a la recuperación de sus instrumentos.

Esta publicación supone «una crónica vívida y lúcida del desarrollo de España, visto desde la óptica particular del mundo del órgano, de los organistas, de los organeros y del clero, en la que el autor recorre los lugares más emblemáticos de nuestra patrimonio e historia, así como numerosas poblaciones de la llamada España vaciada, en busca de instrumentos a los que devolver a la vida», según se subraya en la contracubierta.

La edición española está ilustrada, al igual que la francesa, con plumillas del padre de Francis, Roger Chapelet, pero incluye, además, un anexo fotográfico en el que aparecen imágenes espectaculares tomadas por él de los paisajes descritos y de los órganos que van jalonando la narración.

«El libro rezuma buen humor y pone negro sobre claro cuál ha sido la trayectoria de Francis Chapelet en nuestro país, una trayectoria en la que se ha encontrado con lo mejor y con lo peor del carácter ibérico, el cual describe de forma magistral, con la distancia que pone el hecho de ser foráneo, pero con la cercanía de quien ha sabido apreciar todo el acervo cultural que nos hace tan distintos al resto de los países. Una lectura que no dejará al lector indiferente», resalta Álvaro Rubén García, fundador y presidente de la Asociación Amigos de los Clásicos de Palencia, colectivo promotor del Festival de Música de Abarca y de un sinfín de conciertos en las fundaciones Francis Chapelet y Díaz-Caneja, y una de las personas agraciadas con la lectura de 'De trompetas y clarines' antes de su publicación.

Abarca, una Villa de la Música en Tierra de Campos

«Hablar de Abarca de Campos es hablar de una localidad que me sedujo desde el primer momento en que puse el pie en ella, hace 40 años. No sé qué fue primero, si la música o la amistad, el caso es que ambas anduvieron cogidas de la mano desde aquel tiempo. Lo que está claro es que, antes que yo, llegó Francis Chapelet, quien, en cierta medida, revolucionó el pueblo, ya que la presencia de estudiantes de todos los puntos del orbe no pasó desapercibida y de ella presumían los hijos del pueblo. Yo sé que debí de estar en la inauguración del órgano porque guardo el programa, pero lo cierto es que no recuerdo cuándo fue la primera vez que escuché al maestro tañer el extraordinario órgano de la iglesia de San Sebastián. Igual que no recuerdo exactamente cuándo fue aquella primera vez en Abarca, porque pierdo ya la cuenta de todos los conciertos que pude disfrutar a lo largo de los años. Sé que actuaron incluso orquestas juveniles venidas de Inglaterra, como también recuerdo aquella orquesta infantojuvenil que Luis González Otero, el maestro de Autillo organizó, y que ofreció una buena decena de conciertos en los dos años de vida que tuvo, una iniciativa loable donde las haya», relata el titular de los Amigos de los Clásicos.

Y prosigue: «Creo que únicamente aquellas personas que verdaderamente amen la música con mayúsculas, y subrayo lo de verdaderamente y con mayúsculas porque hay muchas maneras de estar en el mundo de la música, pueden apreciar la suerte con la que esta pequeña localidad ha sido bendecida, y a su vez lo hemos sido todos nosotros. Cada vez que hay un concierto en Abarca, nos juntamos allí un puñado de aficionados a la música que, a fuerza de encontrarnos allí y de disfrutar de las emociones que sólo la música es capaz de transmitir, nos reconocemos y nos sentimos en cierta medida como una pequeña familia».

«Abarca se ha convertido por derecho propio en la Villa de la Música de la provincia de Palencia, y probablemente sea la que en Castilla y León se merezca hacer gala de tal título, por la riqueza instrumental que atesora y por toda la labor que, con un apoyo más bien exiguo, se viene realizando en los últimos años», concluye Álvaro Rubén García.

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