Metodia Serrano, con sus hijos Roberto y Marisol. L. A. Curiel

La cerrateña Metodia Serrano cumple cien años

Natural de Antigüedad, reside en San Sebastián pero su deseo es acudir a Baltanás, donde contrajo matrimonio y vivió temporadas, para celebrar su siglo de vida con familiares y amigos

LUIS ANTONIO CURIEL

Baltanás

Miércoles, 17 de febrero 2021, 21:59

Hay personas que dejan huella por su carácter y nobleza. Es el caso de Metodia Serrano de la Cruz, que desde el pasado 29 de enero se ha convertido en una cerrateña centenaria, aunque actualmente reside en San Sebastián. Este hecho no impide que cada día recuerde su querido Cerrato, con Antigüedad como el pueblo que la vio nacer; Torquemada, donde pasó la infancia y Baltanás, donde contrajo matrimonio con Julio del Tío, 'El Garite'. «La celebración de los cien años ha sido sencilla. Nos hubiera gustado reunirnos toda la familia, pero hay que respetar y ser prudentes, pues estamos viviendo una 'guerra sorda'. A pesar de todo, mucha gente se ha unido a la celebración y el teléfono estuvo sonando durante todo el día. Me encantaría ir este verano a Baltanás, que ya hace cinco años que no voy al pueblo, para celebrar los cien años con las amistades que aún quedan vivas. Sería un modo bonito de despedirme del pueblo, al que recuerdo cada día», señala Metodia Serrano.

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Esta centenaria está pendiente de todo y de todos, y siempre disponible para la familia y los vecinos. Disfruta leyendo, cocinando y hasta hace pocos años también cosía, pues era una de sus pasiones. De hecho, enseñó a varias personas el arte de tejer la lana y sus confecciones eran muy demandadas entre familiares y conocidos.

Metodia, que nació el 29 de enero de 1921 en Antigüedad, maneja perfectamente datos y fechas. Hija de Gregorio Serrano y María de la Cruz, fruto de este matrimonio nacieron siete hijos, siendo ella la única chica. Aún viven Avelino y Ángel, y el resto de hermanos fallecieron aún jóvenes. Contrajo matrimonio con el baltanasiego Julio del Tío Puertas, y de esa unión nacieron dos hijos, Roberto y Marisol. Además, el cariño se ve multiplicado con cuatro nietos y seis biznietos. Hasta hace unos años vivía sola en su casa de Usúrbil, pero sus hijos pensaron que era más apropiado que estuviera con ellos. Por eso se trasladó a vivir con su hija Marisol a San Sebastián, donde es cuidada por los dos hermanos.

«Me ha tocado hacer mucho, pero ahora son mis hijos los que me lo hacen a mí y eso me da pena. La verdad es que nunca he sido enfermiza y cada día doy gracias a Dios porque soy privilegiada de tener a una familia que me quiere y me cuida con tanto mimo», comenta la cerrateña.

La centenaria, con su familia hace dos años, al cumplir los 98.

Metodia tuvo que trabajar mucho para sacar adelante a toda la familia, pues además era la única hija del matrimonio, por lo que apenas pudo ir a la escuela. Pasó sus primeros años de infancia en Antigüedad, su pueblo natal, donde su padre trabajaba en el molino. A los seis años la familia se fue a vivir a Torquemada, concretamente a la Estación del Norte, donde su padre trabajaba en la fábrica de yeso Ruifernández, que estaba a tres kilómetros del pueblo. Por este motivo no podían acudir a la escuela, aunque el empeño de Metodia le permitió aprender a leer y a escribir para valerse por sí misma. Tampoco pudo disfrutar como las niñas de su edad jugando a las tabas o saltando a la comba. Ya de joven, animada por uno de sus hermanos que residía en San Sebastián, Metodia emigró allí para servir, pues ganaban casi el doble que en Castilla y León. Muchas familias dejaron el Cerrato en busca de un futuro mejor, por lo que el País Vasco se convirtió en uno de los lugares con más posibilidades para el éxodo rural.

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Al poco tiempo de estar en San Sebastián comenzó a trabajar en la casa de Eduardo Brunet y su esposa Carmen Caro, donde recibió un excelente trato. «Comíamos lo que ellos comían, nos llevaban todos los veranos a la finca El Cercado en Baltanás y allí conocí al que fue mi marido, Julio, que también trabajaba en verano con don Eduardo. Era una familia muy buena, que nos trataba con muchísimo cariño y respeto. De hecho, los padrinos de mi hijo son Alfonso e Isabel, hijos de los señores», indica.

Metodia y Julio se casaron en Torquemada y desarrollaron su trabajo en Baltanás y posteriormente en San Sebastián. Metodia continuó con el servicio en la casa de la familia Brunet, mientras que su marido fue colocado por mediación de Carmen Caro en la fábrica de jabones Lagarto. «Mi marido cayó enfermo al poco tiempo de casarnos y pasaba largas temporadas en el hospital. Le venía muy bien ir a Baltanás para coger oxígeno, por lo que teníamos alquilada una casa para pasar allí varios meses, aunque luego mi hijo Roberto compró una casa en el pueblo y nos quedábamos en ella. En Baltanás he sido muy feliz, pues he sabido vivir la vida del pueblo y aún conservo grandes amistades, rememora.

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Esta centenaria sabe muy bien lo que es el sacrificio y la lucha en la vida, pues ha sabido tirar para adelante a pesar de las dificultades. Ha confiado mucho en Dios y en la Virgen de Garón –patrona de Antigüedad–, en la Virgen de Valdesalce –patrona de Torquemada y en la Virgen de Revilla –patrona de Baltanás- y esa fe ha sido para ella una fortaleza en medio de una vida humilde de esfuerzo y entrega.

«Me he conformado con lo que me ha tocado en la vida, apartando siempre la envidia, que es mala consejera. A mis nietos les digo que me recuerden como una buena persona, que ha intentado hacer siempre el bien. Soy muy llorona y me afecta todo lo que pasa a mi alrededor. He llorado mucho por las personas que están muriendo en estas circunstancias de la pandemia, especialmente aquellos que han fallecido en las residencias», destaca Metodia, que ha conocido muchos cambios y ha visto cómo evolucionaban los pueblos del Cerrato.

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Atrás quedaron las duras faenas en el campo; el agua racionada que había que recoger en las fuentes; las cartillas de racionamiento; lavar a mano en el pilón o en la artesa; las calles de tierra o el triste episodio de la Guerra Civil Española.

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