Joaquín Gómez Pedrosa, con su nieta Sofía y un guacamayo de los que criaba. El Norte

El cerebro empresarial que durmió la covid

'Joaquinito', santo y seña hasta su jubilación de la empresa familiar de autocares Joaquín Gómez e hijos SA, falleció el día 6 a los 64 años en el Hospital Río Carrión

Jueves, 18 de febrero 2021, 07:09

A Joaquín Gómez Pedrosa le encantó la electrónica desde pequeño, pero su buen cerebro, su visión de futuro y su carácter posado y tranquilo le llevó a asumir la gestión de la empresa familiar de autocares Joaquín Gómez e hijos SA cuando su padre, Joaquín ... Gómez Vallejo, se jubiló. 'Joaquinito' aportaba su capacidad a la empresa, y Myriam, su hermana, su pasión «y el toque de alegría a las cosas», según hace hincapié esta última. «Éramos complementarios», añade Myriam, administradora de la empresa. Joaquín se jubiló hace once años, pero «recurríamos a él cuando nos veíamos agobiados, nos aportaba tranquilidad en el tema laboral», agrega Myriam, que recuerda cómo su hermano Joaquín disfrutaba ahora de su simpleza en el ocio: su nieta Sofía, «su debilidad», y sus guacamayos, sus agapornis y sus cacatúas, pues era criador de aves por hobby. Ese ocio y su amor por la familia se lo arrebató la covid el pasado día 6, cuando falleció a los 64 años en el Hospital Río Carrión agravado su estado de salud por una infección de orina que derivó en una septicemia inoperable.

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«Lo de mi hermano no se puede olvidar, es tan triste...», apunta su hermana Myriam. Hasta para despedir a tus seres queridos estás cohibido. Te apetece tocar, abrazar a los tuyos y ni eso puedes hacer. Es una situación caótica, no poder compartir ni la pena. Ojalá la gente se conciencie un poco, porque hay quien piensa que esto no le va a pasar nunca», incide Myriam, que cree que su hermano pudo contagiarse en el hospital.

«Estaba yendo y viniendo al Río Carrión porque le estaban diluyendo un pequeño trombo en una pierna con sintron. Creemos que en una de esas visitas pudo contagiarse. Empezó hace casi cuatro semanas con fiebre y le convencimos para que fuera al médico, dio positivo en la PCR que le hicieron en el centro de salud y al final tuvieron que ingresarle a él y a su esposa, María de los Ángeles. Mi cuñada evolucionó mejor pero a Joaquín tuvieron que entubarle para que respirara mejor. Su evolución estaba siendo buena, pero contrajo infección de orina. Intentaron operarle, pero no pudieron y falleció por septicemia», recuerda Myriam con pena infinita, al tiempo que recuerda cómo su hermano tuvo hace años neumonía por gripe A pero su salud era buena.

No quiere detenerse Myriam en los dolorosos últimos días de su hermano, su vida fue tan rica en vivencias que le falta tiempo (y al que escribe espacio) para contar todas. Desde sus inicios en la empresa familiar, que nació con su abuelo Eustoquio, que era de Pedraza de Campos.

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«Después de la Guerra Civil se compró un autobús Isotta, ahí empezó todo. Empezó con la línea del Románico, que partía de San Nicolás del Real Camino. Por entonces tenía mucho tráfico de viajeros, por el comercio», hace hincapié Myriam, que comenta cómo su abuelo «se sacó el carné en la milicia» y se vio obligado a un cometido ignominioso que le torturó toda su vida.

«Estaba en zona nacional, y le dieron un camión con asientos para montar gente que llevaban a fusilar. Mi abuelo contaba que intentaba no pensar porque le tocaba llevar a amigos y vecinos, que se tapaba los oídos... A raíz de aquello siempre estuvo como triste», asegura Myriam.

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«El servicio de autocares fue creciendo y empezaron a hacer discrecionales a Santander, a la playa, con los trajes de baño a rayas y calabazas... Después, mi padre, Joaquín Gómez Vallejo, y mi tío, Abel, cogieron las riendas y vivieron el boom de la industria y del ocio, se instaló Renault y la empresa creció mucho, porque se movían muchos autocares y nos daban mucho trabajo», señala Myriam, que recuerda cómo tenía que esconder sus muñecas de su hermano Joaquín para que este no las hiciese una 'autopsia' .

«El tema de los autocares le gustaba, pero lo que más era la electrónica. Desde pequeño ya desmontaba radios y había que esconder los regalos de Reyes porque Joaquín los cogía para sus investigaciones. Al final, empezó en la empresa llevando la gestión, aunque arreglaba los autocares mejor que gente que llamábamos para hacerlo», recuerda Myriam, que apunta cómo después de que su padre y su tío se separaran, el primero se quedó con la empresa y empezaron a trabajar ella y sus hermanos Joaquín y Juan Carlos, aunque este último murió cuando tenía 30 años. «Joaquín tomó las riendas del tema administrativo con 27 o 28 años y fue siempre un visionario, tenía la capacidad de ver lo que podía pasar dentro de cinco años. Pocas veces se ha equivocado, anticipaba el futuro sabía cuándo había que hacer algo y cuándo no. Y era muy buen psicólogo», señala Myriam, que define a Joaquín como «el Robin Hood de las causas perdidas».

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«Tenía mucha paciencia con la gente necesitada y la ayudaba mucho, siempre que le llamaba alguien para que le arreglara la tele o una radio, iba», apostilla Myriam, que recuerda otra de las pasiones de Joaquín, ir al campo de Villalumbroso con su padre y disfrutar ambos del vuelo en un ultraligero.

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