El puesto de Miel Rebedul de la feria que se celebró este sábado en Castrejón de la Peña. Marta Moras

Palencia

Castrejón, epicentro de los apicultores del norte

La tercera edición de la Feria de la Miel reúne cuarenta expositores y obliga a ampliar las instalaciones con carpas para acoger a todos los productores y albergar todas las actividades de la cita

Domingo, 13 de octubre 2024, 08:28

La bolera no fue suficiente para albergar todos los puestos que formaban parte de la Feria de la Miel en esta tercera edición. Por eso fue necesario añadir ayer una gran carpa blanca para más tenderetes y otras más pequeñas para las distintas actividades asociadas ... a la apicultura, como un cuentacuentos con Demelsa Hernández y 'La abeja se aleja', o una 'showcooking' con Víctor Carranza. En total, cuarenta puestos se instalaron en Castrejón de la Peña con las abejas y la miel como protagonistas bajo la organización de Apinorpa (Asociación de Apicultores del Norte de Palencia) y el apoyo del Ayuntamiento del municipio. «Queremos con esta feria reivindicar la miel local y que el propio productor cuente las características de la misma. Nadie puede hablar mejor de una miel que su propio apicultor, es él quien puede contar si le ha atacado un oso, si ha habido buena cosecha o mala, si se han muerto las abejas o si ese año concreto llega una calidad superior», explicó Inés Calvo, apicultora de Fresno del Río y miembro de la directiva de Apinorpa, que cuenta con más de 250 socios.

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La miel no estaba solo en botes de cristal, también se encontraba en galletas, bizcochos, orejuelas, cremas, bálsamos de labios y hasta bombones. «Los hace un artesano chocolatero con nuestra miel. Llevamos dos años y sí que están gustando bastante porque mucha gente los compra como regalo, para dar un detalle», explicó Jimena Pedrosa de Miel Rebedul, que había participado todos los años que se había celebrado esta cita, tres con el de ayer. «Esta feria es muy relevante y cada año va cogiendo más fuerza y es muy importante que la gente se conciencie de lo que es la miel de montaña, de su calidad», agregó.

La paleta de colores de la miel iba variando en cada puesto, en cada apicultor que exponía su producto. «La gente ya sabe que el color ámbar es del Cerrato, más tostada la de la zona de Campos y negra, la del norte», argumentó, por su parte, María de la Hoz, de Miel Bee Wonder, quien consideraba muy importante el conocimiento que se va teniendo de la miel. «Antes había que explicar por qué se solidificaba y ahora todo el mundo sabe que es síntoma de calidad», añadió.

La climatología del norte con «dos meses de verano y el invierno largo» es muy beneficioso para las abejas, explicaba el apicultor Edu Vargas, de la Miel La Carbonera y tesorero de Apinorpa. «La montaña y esta climatología es un oasis para las colmenas», afirmaba, a la vez que subrayaba que hacía años que las abejas no estaban tan sanas como ahora. También hizo hincapié en cómo las lluvias de este año habían prolongado la floración y eso se traducía, para la apicultura, en una cosecha mayor. «Estas ferias son esenciales para sacar más marcas locales adelante y para poder vivir de la apicultura en la zona», reconoció Vargas.

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La novedad de esta tercera edición, más allá de duplicar el número de puestos, llegó a las 11 horas con la inauguración de 'La Mina de la Miel', en la que colaboró el Club de Entibadores Palentinos y donde se pudo oler y degustar distintos tipos de mieles, conocer de dónde venían e incluso tocar las plantas de las que procedían. Un túnel oscuro, a ratos con colas para entrar, pero muy dulce para el paladar.

Alfonso Vicente, presidente de Apinorpa, destacaba la importancia de esta cita donde la venta entre el productor y el cliente era directa, sin intermediarios, y donde los productos primaban por su calidad. «Los primeros años hicimos conferencias, pero ahora nos hemos centrado en la feria con más expositores», señaló.

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Más allá de miel, también había otros productos de la zona como quesos, embutido, vinos u orejuelas o flores con miel. «Hemos querido ofrecer algo típico que se hace en el pueblo, una tradición de juntarse familias para cocinar orejuelas», comentó Mayka Arconada, desde el puesto La Gallega de Guardo.

También había libros de plantas, de flores y de abejas, pero no solo eso, ya que en un puesto destacaban los volúmenes de la historia de la Montaña Palentina y de Castrejón, obra del historiador y escritor local Wifredo Román.

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Muchos visitantes abandonaron un rato la bolera y la feria para visitar el Museo de las Abejas de Palencia, en la antigua escuela del pueblo, un lugar único para aprender y disfrutar de la cultura apícola a través de paneles, cuadros, monedas o juegos.

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