Las casas rurales encuentran el mayor obstáculo en la limitación de cuatro personas por vivienda

«Casas pequeñas no hay apenas, y contra la normativa no vamos a ir», apunta el presidente de la Red de Turismo Rural Montaña Palentina, Fidel González, que lamenta que muchos propietarios especialmente afectados tampoco reciban las últimas ayudas. Con las casas cerradas, se han dado de baja como autónomos durante un duro invierno. Si en enero de 2020 había más de 3.200 alojamientos rurales abiertos en Castilla y León, en enero de 2021 quedaban pocos más de 2.500.

González no cuenta con más del 25% de las reservas habituales en el sector «y la presión fiscal es hasta mayor». Así las cosas, pone la mirada en las ayudas de la UE y en el fin del Estado de alarma: «La gente está llamando y reservando para el verano», indica.

«A la mitad nos salva que no nos dediquemos exclusivamente a alquilar», saca a colación el líder de la Asociación Palentina de Turismo Rural Canal de Castilla - Camino de Santiago (Apatur), Juan Carlos González Ordóñez. Estos emplazamientos solían ser punto intermedio de encuentro, y era cuando se celebraba un puente en Madrid «cuando se llenaban las casas». Por el momento, «que tengamos una reserva este o aquel fin de semana no significa nada», expone, para asumir que «esto va para largo» y que no pueden hacer grandes predicciones.

Por ejemplo, las casas de Villa Esperanza, en Nestar, junto a Aguilar de Campoo, han cerrado reservas para el día del Padre, Semana Santa y verano con cierto alivio: su propietaria, Esperanza Campo, tuvo que reformar las viviendas después de las inundaciones de finales de 2019, y la reinauguración coincidió con el Estado de Alarma. Una de las casas está adaptada para personas con discapacidad y las casitas tienen capacidad para seis o siete personas. «Después de 14 años, tengo una buena clientela fija, pero se dan casos como el de una clienta que lo más que ha podido hacer ha sido pedirme por segundo año consecutivo que le guarde la reserva para el que viene», narra Campo. Por ahora, vendrán clientes de Valladolid y de Burgos, pero la hostelera piensa que Castilla y León no se publicita lo suficiente dentro de sus propios límites.

Por su parte, el Hostal La Llave, situado en Mave, ha permanecido cerrado desde noviembre y empezará la temporada de cara a abril. Lo llevan José Antonio Diez y Goretti Alonso, un matrimonio que ha sobrevivido gracias a sus ahorros y a su cocido para llevar. La comida ya se puede degustar en su restaurante, y aunque éste funciona a tres cuartas partes de su capacidad, la primavera trae, de momento, un 25% de reservas para esos días. «Es difícil calcular la ocupación que vamos a tener en Semana Santa, esto cambia día a día, nos adaptamos cuando salen nuevas medidas y los clientes esperan al último momento», subraya un cauteloso José Diez.

El panorama ha frenado al Eco Hotel Doña Mayor, en Frómista, que no abrirá aún. La emprendedora Elena Totorica mantiene un hogar al calor de las energías renovables y surtido de productos de proximidad. Suele abrir para Semana Santa, pero en esta ocasión abrirán la recepción en mayo. «Hemos tenido que valorarlo, pero sólo tengo un par de reservas, y si les pido a mis empleados que trabajen dos o tres días, perderán su ayuda como personal fijo discontinuo», explica.

Mientras, algunos alojamientos pequeños se apoyan en su atención personalizada. «Tener menos habitaciones hace que sea más fácil mimar a los huéspedes», afirma Elena González Cosgaya. Regenta la casa rural El Encinar desde hace más de veinte años, y el hotel El Yunque desde hace tres, ambas cosas en Tarilonte de la Peña. «Durante el verano, el hotel funcionó bien, pero la casa ha ido peor que otros años. Para Semana Santa, la casa me la han reservado y cancelado tres veces», cuenta. Allí cabrían hasta 9 personas. Parece que el hotel -que ha reabierto en marzo- se adapta mejor al momento, porque allí sí que tendrá a gente. Van dos reservadas, de tres habitaciones.

La gerente del establecimiento La Concordia, en Monzón de Campos, también habla de trato cercano, así como de poner el acento en una desinfección extremadamente cuidadosa. «A mí no me va mal porque trabajo mucho entre semana, me premia la cercanía a Palencia y que mucha gente busca hoteles pequeños en los que confíe», anota Beatriz Martínez. «Sin embargo, para la gente que se nutre de puro turismo está siendo muy duro», valora. Allí, de momento, con el gancho del restaurante y once habitaciones, aguantan ante el cierre perimetral, que dilatará la escasez de madrileños y vascos que acusa la región y se hará notar especialmente durante este periodo vacacional.