La ruta milenaria y peregrina del Camino de Santiago parece hibernar, pero hormiguea casi imperceptiblemente, aunque nadie sabe hasta cuándo. Las restricciones de viaje internacionales y las sucesivas medidas ya dentro de España han disminuido notablemente el número de personas que caminan hasta la plaza del Obradoiro, donde se puede contemplar la catedral que a su vez alberga la tumba del apóstol. Así, el tramo del Camino Francés que transcurre por la provincia de Palencia permanece a día de hoy sin apenas tránsito, según relata el presidente de la Asociación Amigos del Camino de Santiago en Palencia, Ángel Luis Barreda. Afirma que casi no hay peregrinos ni turistas, y que si los hubiera, «se podrían tirar kilómetros sin albergues», pues muchos han cerrado sus puertas ante la falta de afluencia o funcionan para apenas un puñado de peregrinos que dudan entre apurar las jornadas o dar media vuelta hacia sus hogares.
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«El Camino siempre está abierto y siempre hay algún peregrino, pero el interés está en Santiago y es difícil llegar si sabes que ayer no se podía atravesar Navarra, ni Lourdes, ni León», constata el también miembro de la Comisión de los Caminos de Santiago de Castilla y León, además de director del centro de estudios y documentación sobre el tema. A lo largo de los diez primeros meses de 2020, Barreda estima que han podido pasar por Palencia unos 3.000 peregrinos, en comparación con los 40.000 peregrinos anuales que han podido atravesar los senderos de la provincia en años anteriores. Además, no considera que entre ellos hubiera más de 500 extranjeros.
Que haya pocos albergues abiertos también provoca que los peregrinos pongan rumbo a esa minoría: «Están viniendo como ningún año, en ese sentido», pondera desde Carrión de los Condes la abadesa sor Micaela, al frente del albergue que ofrecen las monjas de Santa Clara. De momento atienden a los viajeros, aunque su gestor no descarta el cierre durante los meses de invierno. Depende. Las clarisas han subido la tarifa a 8 euros por persona y noche para tratar de costear medidas extra como sábanas de usar y tirar, bolsas para los efectos personales o gel, y solo disponen de 15 plazas, la mitad de las habituales, pero permiten que los peregrinos compartan habitación si son convivientes. «Si viene un matrimonio, no vamos a separarle a dos metros, lo que Dios hizo que no lo deshaga el hombre», resuelve la abadesa.
Las hermanas se afanan durante todo el día. Aunque «con el coronavirus la gente no se acerca a la repostería, las horas de oración no las podemos dejar», recuerda sor Micaela. Más allá de la dimensión espiritual de la ruta, el presidente de la Asociación Amigos del Camino opina que resulta complicado calcular numéricamente las pérdidas, aunque asegura que está siendo un «palo» para todos los pueblos que se beneficiaban del turismo que genera el Camino.
El sentir es muy variable: a pie de albergue, muchos hospitaleros aguantan una puerta entreabierta a pesar del otoño coronavírico, mientras que otros cierran paulatinamente las casas. Algunos días pasa un peregrino, otros, un grupo que llega a las seis de la tarde, pero cada vez más tardes, el sol se pone y no ha venido ninguno.
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Al acabar su jornada de caminata, el peregrino escocés Tom Barber se masajea los pies en su habitación para aquella noche, en La Finca, en Población de Campos. «Está resultando una experiencia solitaria», cuenta, «pero creo que precisamente con el covid es importante no dejar de lado cosas que nos hagan sentirnos dueños de nosotros mismos, como el Camino». En este negocio hostelero, el moderno albergue es una casita confortable, aparte del resto del complejo, en la que hoy estará solo. La hospitalera María José Antolín, que calcula que desde el inicio de la pandemia apenas recibe a un 20% de los caminantes que pueden pasar otros años, ofrecerá cena al recién llegado. Tener un salón amplio y contar con servicio de restauración le permite hacerlo con todas las garantías, lo que no es poco, puesto que se han reducido las opciones culinarias: o restaurante o bocadillo, porque en casi todos los albergues, cocina y zonas comunes están vetadas por necesidad.
Mientras, la responsable del albergue municipal en Frómista, Carmen Calvo, recrimina una falta de apoyo institucional y la incongruencia de permanecer atentos a posibles llegadas tras el cierre de pasos como Roncesvalles o Logroño. «Merecemos al menos reconocimiento, cuidamos un turismo diferente y ni siquiera cubrimos gastos», lamenta. Aunque permanece pendiente de posible demanda, se plantea seguir los pasos de otro de los albergues fromisteños, Estrella del Camino, que dio la vuelta a la cerradura la semana pasada porque «hay lujos insostenibles» al precio de peregrino, que «no quiere pagar el precio de una habitación con baño», apunta Julia Rojo, que regenta también un hotel. «En verano hemos sido cuatro o cinco albergues abiertos en Frómista y aunque nos hemos coordinado para velar por la seguridad de los peregrinos y la nuestra, nadie nos informó», denuncia Calvo. Pide coordinación y precaución porque le preocupa un potencial «goteo de contagios por arrastre».
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Otro de los hostales peregrinos del municipio permanecerá en activo – salvo en Navidad- porque la familia que lo mantiene vive en el piso superior de la vivienda. Ofrecen un hogar amplio y reformado, cálido, con lienzos en sus paredes pero saloncito cerrado. Ahora solo usan las habitaciones, de las de litera y consigna, y los baños. Acogen a un máximo de 14 personas, explica Gabriel Martínez, y si algún día no pueden dar cabida a todos (algo cada vez más insólito), se ponen de acuerdo con el albergue municipal para tratar de que nadie «se quede tirado en el Camino bajo ningún concepto». Por su patio corretean varios gatos, quizás ellos también extrañen aquellas charlas de las que han tenido que ser testigos, las que solían crecer entre los desconocidos que se convertían en compañeros durante un atardecer.
Estos hospitaleros han añadido al albergue una tienda de artesanía en la que vuelcan su creatividad y con la que amplían negocio, pero no dejan de mimar a los viajeros, aunque notan cierta 'desbandada'. «En esta situación, tener el albergue y salud es un regalo», admite Martínez. Su mujer Anita Steenstra y él dejaron sus respectivos trabajos en Holanda y abrieron el albergue hace ahora dos años.
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Como en los demás, no faltan mascarillas o gel. Aquí reciben a muchos más extranjeros que españoles y su sensación es que en general la preocupación por la pandemia cala de un modo muy distinto, y mayor, entre los nacionales. Franceses, italianos, alemanes o ingleses llegan con una postura más sosegada: tienen interiorizado que «si se toman precauciones normales», basta. Entre sus huéspedes más recientes se perfilan Jean Louis Fay, proveniente de la localidad francesa de Avignon, y el bilbaíno Mikel González. Caminan decididos a llegar a la meta, aunque forzados a replanteárselo cada día en vista de los cierres perimetrales. Fay salió el 15 de octubre y calcula que podría llegar a Santiago la tercera semana de noviembre. Era ahora o nunca, explica este enérgico peregrino, que afirma con simplicidad que el año que viene le será imposible. González, se lo toma con más calma y aprovecha que se le terminó un contrato laboral para disfrutar sobre la marcha.
El pasado viernes, la Consejería de Cultura y Turismo tomaba tímidamente cartas en el asunto. La Junta emitió un comunicado en el que aseguraba que todos los peregrinos que hubieran entrado en la comunidad antes de las 14 horas de ese mismo día podrían transitar por las provincias castellano y leonesas, pero se lavaba las manos respecto a las medidas que pueda adoptar Galicia. A partir del viernes 30 por la tarde, la consigna para todos los peregrinos que llamen a las puertas de Castilla y León solo permite que estos «cojan un transporte por su cuenta hasta Piedrafita do Cebreiro» y seguir a pie desde tierras gallegas.
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2021 será Año Jacobeo. Barreda expresa que «es complicado planificar el futuro del Camino» en general. Lo que seguro que ocurrirá es que el próximo 31 de diciembre el arzobispo de Santiago golpeará el muro catedralicio con un martillo de plata y se abrirá la Puerta Santa, para inaugurarlo según el ritual. También el año que viene la exposición de Las Edades del Hombre aterrizará en Carrión de los Condes, un atractivo añadido para esta ruta. Carmen Calvo señala que el Año Jacobeo a veces resulta disuasorio y tiene mayor movimiento al año anterior, para intentar evitar aglomeraciones, con lo que se dispersa una oportunidad dorada. «El Camino es compartir y convivir y se ha vuelto muy frío», sentencia. Un año duro e incierto, sí, pero para el que este peregrinaje guarda siempre la mayor de las esperanzas, aunque no sepa aún si el momento de colgar las botas por un tiempo será ya en Santiago o en alguna de las etapas anteriores.
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