Calles prácticamente vacías hasta la medianoche. Repartidores de comida, paseantes de perros y algún que otro extraviado que tenía que dar explicaciones a las patrullas de la Policía Local de Palencia, muchas, en ese intervalo de dos horas, entre las diez y las doce, ... en las que todavía funcionaba el toque de queda decretado con el estado de alarma.
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Pero a medianoche, con el levantamiento de esa situación excepcional y el fin de las restricciones a la movilidad ciudadana, la ciudad de Palencia pareció recobrar vida. Al menos, su Calle Mayor, centro neurálgico siempre de la capital palentina y punto de convergencia para cualquier celebración que se desarrolle en la ciudad.
Y no lo fue menos con la caída del estado de alarma. Minutos después de las doce de la noche, los primeros grupos de personas comenzaban ya a asomar por la gran calle porticada de Palencia. Jóvenes que conversaban animadamente en la Gorda, que recorrían de arriba a abajo sus casi mil metros, como si les hubiese estado prohibido hasta ese momento. Porque en cierto modo sí lo estaba, por lo menos entre las diez de la noche y las seis de la mañana.
Pero ya no lo está. No hay estado de alarma en Castilla y León, ni restricciones a la movilidad, aunque sí cierre temprano, a las diez de la noche, de la hostelería, por lo que los encuentros de los palentinos tuvieron que ser en la calle o en los parques, como en el Salón, en donde también se podían encontrar grupos de amigos, o en las riberas del Carrión, otro punto de encuentro por excelencia de la ciudad durante las horas nocturnas.
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