Nuria Estalayo
Lunes, 29 de julio 2024, 07:24
El verano de Brañosera este año es ilusión, historia, cultura, aire puro, naturaleza y vida, sobre todo vida. Un año para celebrar que los árboles están más verdes, los turistas aumentan, y asoman nuevos pobladores, como aquellos en los tiempos de la fundación del primer municipio de España que llegaron para quedarse.
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El municipio cuenta con nuevos vecinos, un nuevo restaurante y la inmensa alegría de poder conmemorar en breve esos 1.200 años de su Fuero. «Baste señalar que la carta-puebla de Brañosera no sólo es el primero de todos los fueros castellanos, sino también el más antiguo de entre todos los fueros de todos los reinos y territorios cristianos de España», según describió el medievalista Gonzalo Martínez Díez en su análisis sobre el Fuero de Brañosera. Esta anhelada celebración, que lleva décadas cociéndose a fuego lento buscando –y extrayendo– los mejores resultados, tendrá lugar el 13 de octubre, pero no cabe duda que todo el año, y más este verano, está marcado por ella.
No obstante, aunque muchas de sus actividades van encaminadas a este fin, al especial Acto de Exaltación de este 'pacto de convivencia' firmado en el año 824, Brañosera en verano es fundamentalmente disfrutar al aire libre de su espectacular paisaje, adentrarse en sus fastuosas iglesias y descubrir los fabulosos vestigios de su pasado minero. Brañosera es tranquilidad, respirar, descansar, dormir bien y comer mejor. Brañosera es montaña, senderos, arroyos, roble y piedra que te acoge, te abraza y te integra.
Al municipio, además de Brañosera, se suman Salcedillo, Valberzoso, Orbó y Vallejo de Orbó. Recorriendo sus calles se pueden encontrar restaurantes que ofrecen una rica gastronomía, y del mismo modo, se puede alquilar alguna de sus casas rurales y disfrutar así de unos días de descanso.
Los caminos
Y allí están esperando al visitante sus caminos. Esos que te adentran en los bosques donde ciervos, corzos, zorros, el gato montés y también osos corretean. Aquí se encuentra la senda de La Pedrosa que une la localidad de Brañosera con Barruelo de Santullán por un hermoso paraje natural que comienza por la ermita de San Roque y trascurre junto al río Rubagón. Todo el bosque de La Pedrosa está poblado de robles centenarios, hayas, avellanos, abedules, sauces y otras especies oriundas como el mostajo, el tejo, el quejigo o el enebro. Además, existe una gran variedad de arbustos que producen frutos silvestres a disposición del senderista.
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También hay senderos de belleza mayúscula que te conducen a un pasado muy lejano y a otro algo más reciente como es la visita al puente de Rojadillo accesible desde la pedanía de Salcedillo, pero más cerca y fácil la llegada si se va desde Valberzoso. Este puente, que se alza misterioso dentro de un tupido bosque sobre el río Camesa, cuenta con un único ojo de 9 metros de diámetro, es de origen romano y formaba parte de una antigua calzada de la época que unía Herrera de Pisuerga (Pisoraca) con Cantabria. No muy lejos del puente, se encuentra el Chozo Tonino atravesando el Hayedo Ujapero. El Chozo Tonino se encuentra en el corazón del Monte de Salcedillo. Más que un chozo, es una pequeña cueva llena de historias y leyendas, refugio de maquis durante la posguerra. Es un lugar de innegable belleza en un bosque de cuento que vale la pena visitar.
Otra estupenda opción para senderistas es la subida al Valdecebollas desde el refugio del Golobar. La cuesta, aunque no muy larga es empinada, pero la recompensa en la cima es indescriptible. Las vistas a las cumbres más altas de la Montaña Palentina y Cantabria dejan sin aliento al observador. Desde allí se puede avistar la sierra de Peña Labra y las enormes elevaciones del Parque Natural del norte palentino, los picos Espigüete y Curavacas, el embalse de Aguilar de Campoo e incluso los Picos de Europa. No muy lejos del Valdecebollas se encuentra la Cueva del Cobre, donde un laberinto de túneles conduce las aguas del Pisuerga antes de salir a la montaña, y donde se cree que nace este célebre afluente del Duero.
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Otro rincón cargado de encanto que hay que ir a visitar es el Pozo Merino, muy cerca de la localidad de Brañosera. Una sencilla ruta que desemboca en una poza que va llenando de agua una bella cascada. La temperatura del agua es para valientes, pero siempre hay quien no duda en darse allí un buen chapuzón.
Los amantes del patrimonio cultural pueden acercarse a las iglesias románicas de Valberzoso y Salcedillo, además, de las pilas bautismales, capiteles y otros restos de estilo románico conservados en edificaciones posteriores. Valberzoso muestra sus sorprendentes frescos del siglo XIV y las obras de Javier Hoyos dentro de Santa María la Real. La iglesia consta de una nave con portada románica. Es notable además la talla del XIII en madera policromada con la imagen de Santa María y el Niño como más antigua de la comarca. San Martín Obispo de Salcedillo es un edificio de origen románico, siglo XII, que fue volado durante la revolución minera de 1934 y posteriormente reconstruido en los años cuarenta con los fragmentos recuperados.
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Otra visita obligada es a Vallejo de Orbó. Un peculiar pueblo nacido de la industria minera que conserva las curiosas edificaciones -en diferentes estados de conservación- de sus antiguos pobladores (viviendas, hospital, farmacia, iglesia, el Pozo Rafael o el cinematógrafo, el primero de la provincia palentina, que llenaba sus vidas de expectación y fantasía). Sin olvidar Orbó, el más pequeño de todos, también plagado de belleza natural e historia.
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