La vecina de Aguilar de Campoo Marisa Fernández ha participado como testigo en una peculiar boda el pasado fin de semana. Peculiar porque se ha celebrado por Internet y oficiado desde las oficinas estatales de Utah (Estados Unidos). Esta fue la decisión que tuvieron ... que tomar MF y GD —americana y británico residentes en Málaga y amigos de la aguilarense— para poder regularizar su situación de manera sencilla, pese a que pueda parecer compleja dada la extrañeza del procedimiento.
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El coronavirus lo ha paralizado todo, aunque la vida sigue, y las personas siguen necesitando poder hacer cosas tan prosaicas como contratar una línea telefónica, abrir una cuenta en el banco, cambiar de trabajo o mudarse. Precisamente tener que mudarse a Irlanda debido a un cambio de trabajo es lo que movió a MF y a GD para consolidar su relación después de varios años de feliz noviazgo. Como cualquier pareja al principio pensaron en diferentes tipos de ceremonia, en celebración con familia y amigos, en luna de miel… Sin embargo, la perspectiva que ofrecen las reuniones mínimas, los confinamientos y la burocracia en barbecho ha dificultado la consecución de su boda, tal y como la habían soñando.
Guiándose por el sentido común, acudieron en primer lugar tanto al ayuntamiento como a sus respectivos consulados para informarse del papeleo necesario. Pero los trámites para contraer matrimonio civil adolecen, igual que otras tantas gestiones en estos tiempos extraños, de listas de espera inasumibles cuando tienes una urgencia entre manos. Con la mudanza pisándoles los talones, los contrayentes tuvieron que actuar deprisa y buscar una solución rápida a su situación. Dicha solución se encontraba en el estado norteamericano de Utah. A cuenta de la actual pandemia, las autoridades de este estado han habilitado desde su página web un sencillo servicio para poder casarse sin demasiadas gestiones, ni tener que acudir a las oficinas en persona. Un documento de identificación en vigencia —pasaporte, si no se es estadounidense—, una fotografía de carné, rellenar los formularios de la aplicación 'on-line', pagar las tasas y esperar la confirmación de que todo es correcto.
El resto de la historia se parece más a lo que acostumbramos a ver en las bodas no virtuales: novios, padrinos, anillos, maestro de ceremonias, el «sí, quiero» y el «puede usted besar a la novia», con la salvedad de que no hay altar sino webcam y una buena conexión wifi.
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Desde el Utah County hablan del éxito de la iniciativa, ya que desde que ha puesto en marcha este servicio, han oficiado cerca de diez mil bodas. Todo un récord en comparación con años anteriores. Las sensaciones también fueron semejantes a las de un enlace al uso. Marisa, según relata ella misma, pensaba que no iba a suponer mucho más que el mero trámite de enviar los DNI y firmas por correo electrónico, pero al llegar a la casa de los todavía novios, el ambiente que se respiraba —con champán, música de Frank Sinatra e incluso vestido blanco— hizo que se contagiara el aire festivo. Cuando en la pantalla del ordenador se dibujó el rostro de la jueza de paz, el entusiasmo fluyó entre los presentes e incluso hubo derramamiento tímido de lágrimas tras el intercambio de anillos, como no pueden faltar en cualquier boda que se precie.
Tras la ceremonia, vino una celebración que, por cumplir con las restricciones de la covid, tampoco pudo ser lo habitual. Invitados mínimos: novios, testigos, poco más. Banquete solo hasta las seis de la tarde y fin de fiesta en el domicilio particular hasta un poco antes del toque de queda. Luna de miel aplazada hasta que lleguen tiempos mejores.
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Lo bueno de toda esta realidad, que condiciona hasta en lo más básico, es que tanto MF como GD se muestran abiertos a repetir la fiesta como mandan los cánones, con la familia y los amigos presentes, con comida, con bebida y con música y baile hasta que los cuerpos aguanten.
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