Jesús Agundez, alcalde de Belmonte de Campos
«Todos los ayuntamientos deberían salvar al menos un palomar»Jesús Agundez, alcalde de Belmonte de Campos
«Todos los ayuntamientos deberían salvar al menos un palomar»El alcalde de Belmonte, Jesús Agundez, lo tiene claro. «Creo que todos los ayuntamientos deberían comprar un palomar para que dentro de cien años haya al menos uno en cada pueblo». En el Ayuntamiento de Belmonte han entendido que no se puede dejar esta responsabilidad solo en manos de los particulares, porque supone un coste y un esfuerzo que no siempre se puede afrontar.
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Además, el hecho de que solo dependa de la voluntad de los particulares está dibujando un paisaje irregular con pueblos donde los palomares se conservan en buen estado y otros donde están todos caídos o directamente han desaparecido.
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Almudena Álvarez
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En este caso, el propietario puso a la venta unos antiguos apriscos de ovejas construidos con adobe, con palomar incluido, y el Consistorio de Belmonte ha adquirido todo el conjunto por 6.000 euros. «Tenemos la intención de restaurarlo todo, el aprisco y el palomar», explica el alcalde, que reconoce que todos los edificios están en muy malas condiciones y adecentarlos requerirá una buena inversión. «Está bastante mal, pero aun estamos a tiempo», afirma, consciente de que, sin esta intervención, en dos o tres años ya no existiría. Para ello recurrirán a las subvenciones de la Diputación de Palencia y con recursos propios trabajarán para recuperar estas construcciones a las que no tienen intención de dar un uso concreto, con la única intención de conservar este trozo de patrimonio rural y tradicional
Porque hoy en Belmonte de Campos solo quedan en pie cuatro palomares cuando no hace muchos años había otros seis de los que no queda ni rastro.
La despoblación influye en el abandono de estas construcciones que se van heredando dentro de las familias y pasando de unas manos a otras hasta que llegan a una generación que, o no tiene interés en conservarlo o no cuenta con los medios.
«Cuando lo heredan cuatro hermanos, ese palomar ya no es de nadie, aunque tenga dueño», sostiene Agundez. Además hay que tener en cuenta que el dinero que se invierte en la restauración y mantenimiento de un palomar no tiene un rendimiento económico, es un dinero a fondo perdido, que tiene más de sentimental y romántico que de práctico. Esto hace que la supervivencia de estas construcciones muchas veces esté en manos de la suerte, o lo que es lo mismo, de que la persona que lo hereda tenga el interés, el dinero y el cariño suficientes como para mantenerlo y conservarlo.
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Por ello, Agundez insiste en que si los ayuntamientos tomasen la decisión de «salvar un palomar» se lograría conservar al menos un ejemplo de estas construcciones tradicionales en cada pueblo para las generaciones futuras. «Es la mejor forma para que en el futuro tengamos al menos un palomar en pie en cada pueblo», afirma.
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