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Con 160.000 pesetas y la ilusión de dos amigos arrancó hace treinta años la aventura de Cascajares. Las llamas que en la madrugada de este jueves han calcinado su planta de Dueñas han hecho peligrar el futuro de esta reconocida empresa dedicada a ... la transformación de productos cárnicos y que ahora cuenta con 72 empleados y una facturación que se acerca a los diez millones de euros, si se suman también las ganancias procedentes de una segunda factoría canadiense.
Y al frente de todo este emporio resalta la figura de su presidente, el empresario vallisoletano Alfonso Jiménez Rodríguez-Vila, cara visible de una empresa que fundó junto a su amigo Francisco Iglesias. Y todo nació con una idea por la que muy pocos apostaban, la recuperación de productos históricos de la cocina castellana que se habían ido perdiendo.
Comenzaron con la venta de capones vivos y pronto se dieron cuenta de que podrían encontrar un nicho de mercado comercializando esos mismos animales ya cocinados y enlatados. La idea funcionó y pronto se abrieron a otros ejemplos de una cocina casi olvidada, como las crestas de gallo confitadas. Pronto pudieron trasladarse de Valladolid a Villamuriel de Cerrato, en donde abrieron su primera fábrica, para después ampliar las instalaciones en la planta de Dueñas, ahora calcinada.
En la actualidad, Cascajares es sinónimo de prestigio en la mesa y sus productos, especialmente los capones asados han alcanzado reconocimiento mundial, en buena parte por la publicidad conseguida con su presencia como uno de los platos principales en la boda de los Reyes, entonces Príncipes, don Felipe y doña Letizia, en el año 2004. Aquel enlace les abrió las puertas de prácticamente todas las cocinas del mundo y dimensionó la marca hasta un nivel difícilmente esperado antes de ello. Y gran responsabilidad de ese éxito inicial la tiene la perseverancia que siempre ha caracterizado a Alfonso Jiménez, quien nada más conocer el restaurante que se encargaría del regio menú, el Jockey de Madrid, se puso en contacto para venderles las virtudes de un manjar sin igual, adecuado para las diferentes culturas y nacionalidades que se darían cita en la mesa.
Los capones asados en tomillo con frutos secos triunfaron en la boda real y aún siguen haciéndolo por todo el mundo. Solo esta Navidad, los productos de Cascajares han llegado a medio millón de mesas y mercados tan exigentes como el estadounidense ya ha abierto sus puertas a Cascajares.
Desde entonces, la empresa ha ido acumulando premios, y muchos de ellos han recaído en la figura de su presidente, Alfonso Jiménez, el más mediático de sus dos propietarios y fundadores, como el galardón de Innovación de los Premios del Campo de El Norte de Castilla en su undécima edición, el pasado mes de noviembre.
Y al igual que en los momentos de éxito, como la popular subasta de capones para causas benéficas, que consigue atraer a la más alta sociedad madrileña, también es Alfonso Jiménez quien actúa como gran maestro de ceremonias, también ha sido hoy, con motivo de la desgracia sufrida, el que ha actuado de portavoz de la empresa para agradecer el trabajo de los bomberos y también expresar el agradecimiento por el hecho de que ninguno de los trabajadores haya resultado herido.
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