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PABLO M. PUENTE
Palencia
Lunes, 14 de agosto 2017, 14:49
Investigadores del Campus de Palencia han demostrado recientemente la relación entre la plaga de topillos y los contagios de tularemia en humanos. El coordinador del estudio, Juan José Luque Larena, y profesor del Área de Zoología del Departamento de Ciencias Agroforestales de la Universidad de ... Valladolid explica las claves para entender y trabajar en la prevención y control del incremento de las poblaciones de topillos en la región.
-¿Cuánto llevan investigando sobre los topillos?
-Yo personalmente muchos años, desde que hice la tesis. Pero en lo que es Castilla y León y con proyectos financiados por Europa y el Ministerio desde 2009. Estudiamos las dinámicas y poblaciones de topillos en las zonas agrarias. Esta última, desde el 2015.
-¿En qué se ha centrado la investigación?
-Se ha centrado en investigar la ecología de la tularemia. Tenemos varias hipótesis en las que postulamos que la dinamización de poblaciones de topillos, que es fluctuante, es el principal factor que determina las epidemias de tularemia en humanos. Son el principal factor de riesgo porque son un agente amplificador de la bacteria en el medio ambiente. La bacteria de la tularemia es muy generalista, no esta muy claro dónde se encuentra en el medio. Lo que sabemos es que cuando hay una gran población de topillos, hay brotes de la enfermedad en humanos. Entonces, eso es lo que nos llevó a pensar que hay relación. En la investigación, hemos visto que a medida que se incrementan las poblaciones de topillos, la prevalencia, que es el numero de topillos infectados, aumenta también. En la actualidad, prácticamente, uno de cada tres de los topillos esta infectado y estos hacen de esparcidores de la bacteria, contaminado el agua u otras especies. Entonces, lo que es la clave es el número de topillos.
-¿A qué más especies afecta?
-Al ser una bacteria tan generalista, está considerada por los centros de control de enfermedades como una bacteria bastante peligrosa y de obligada declaración. Tanto médicos como veterinarios, cuando un paciente o animal atendido padece tularemia tienen que reportarlo para que se registren los casos. Se conocen 250 especies a las que afecta, pero, sobre todo, necesita de mamíferos para reproducirse. Afecta a las liebres, y a algunos carnívoros pero, sobre todo, a los lagomorfos, que son las libres o conejos. Por eso, siempre se la ha denominado la fiebre de las liebres.
-¿Cuáles son las razones de la crecida de las poblaciones de topillos?
-Corresponde a un fenómeno ecológico que ocurre también en otras latitudes, casi siempre vinculado con topillos o ‘lemmings’, que su población es fluctuante a lo largo de los años. Realmente no se sabe muy bien el por qué de estas poblaciones tan inestables. Hay años en los que casi no hay población de topillos, después, empiezan a aumentar progresivamente hasta llegar a un punto en el que colapsan. Hay investigadores, especialmente del norte de Europa, que piensan que tiene mucho que ver con la interacción con los depredadores. Hay otros, que es nuestro caso, que pensamos que tiene que ver con factores meteorológicos. Pero, por el momento, seguimos investigando cuáles son los factores determinantes que contribuyen a generar esas dinámicas en los topillos. Sabemos que los depredadores tienen que ver, los parásitos, también y la meteorología.
-¿Cómo han ido evolucionando las plagas y cómo ha ido afectando a los humanos?
-Para saber las dinámicas de los topillos, lo que hemos hecho es monitorizarlos de forma regular. Lo llevamos haciendo desde 2009. Sabemos que hubo una plaga grande en 2006-2007, acabando en 2008. Normalmente, las plagas comienzan y acaban en un periodo de 2 años. Luego en 2011 tuvieron un pequeño repunte y sobre todo hubo un aumento considerable en 2014. Volvieron a bajar otra vez y ahora estamos experimentando otra subida. Ahora es una subida muy extraña, por la sequía, que ha ayudado a que la población no haya aumentado igual que si no hubiese sequía. También, sabemos que en la serie histórica más o menos cada diez años hay una plaga de topillos.
-¿Se puede considerar una especie invasora?
-No. Se han utilizado mapas de distribución de los topillos desde el año 70 para las investigaciones y se ve que en los 70 estaban más restringidos a las zonas de montaña. A la zona del Cerrato o de Campos, que son más áridas, no estaban adaptado. Desde los 80 empezó a aumentar el regadío y se ve que a medida que aumentó, junto con la introducción del cultivo de herbáceos plurianuales como las alfalfas, aparecieron en estas zonas.
-¿Cuáles pueden ser las mejores soluciones para evitar las plagas y luchar contra ellas?
-Lo primero es estudiarlos para entender cuáles son los factores que están detrás de la dinámica y por qué fluctúa. Medidas especificas, en mi opinión, sobre todo la remoción del terreno. Al remover la tierra, se destruyen las huras y eso seguro que tiene un impacto demográfico importante. Los topillos necesitan poblaciones estables en el tiempo, por lo que si destruyes sus refugios, no crecen. Pero es aquí donde está el problema. No se puede remover el suelo de todas las alfalfas de Castilla y León porque ya están sembradas. Lo que la gente tiene que ir acostumbrándose es a que va a ser una especie de presencia permanente. Algunas veces, los agricultores reclaman acabar con los topillos y es un poco como decir que hay que acabar con la gripe, es muy difícil.
-¿Pero qué puede hacerse?
-Lo que hay que hacer es prevenir. Una de las cosas que derivamos de la investigación es que, sabiendo que hay mucha más bacteria de la tularemia y el riesgo de infección es más alto cuando hay una población grande de topillos, hay que prevenir más cuando hay muchos topillos. Un recomendación sencilla y barata es poner una mascarilla a la hora de cosechar, porque evitas inhalar la bacteria. En la plaga de 2007, la mayoría de los contagios fueron por vía respiratoria, porque al haber tantos topillos muertos en el suelo y pasar la cosechadora la bacteria se removía y la gente la respiraba.
-¿Ha servido la quema o los venenos para algo?
-Los venenos no son recomendables, porque no están diseñados para los topillos y tampoco para utilizarlos en zonas abiertas. Además, el riesgo que tienen otras especies es muy alto. La capacidad de recuperación de estos depredadores es mucho más lenta que la de los topillos, lo que es un efecto negativo a medio largo plazo. Otro problema es que se genera resistencia. Por lo que en varias generaciones toda la población de topillos será resistente al veneno como ha pasado en Reino Unido con las ratas, por ejemplo. En Europa, ya los están empezando a prohibir. Lo más necesario son proyectos donde se prueben distintas estrategias y se evalué si de verdad funcionan.
-¿Qué cultivos son los más afectados o dónde se encuentran los topillos?
-Los topillos están en todos los cultivos, pero los que son reservorio son cultivos de alfalfa, sobre todo las de regadío. La alfalfa no se ara durante una serie de años y eso les permite hacer galerías duraderas. Generalmente, tienen cobertura todo el año por lo que están protegidos de los depredadores, es un verdadero oasis para los topillos. Después, ocupan mucho las linderas para moverse y esparcirse, por eso, muchas veces, se cree que quemándolas se acabará con los topillos. Pero en el tema de las quemas no se tiene ninguna prueba empírica de que funcionen de verdad. Hay que buscar un equilibrio, no es cuestión de abandonar el cultivo de alfalfa pero, cuando empieza a haber muchos topillos, a veces es mejor cargarse un par de cultivos, ya que se sabe que es el foco del problema.
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