LAURA LINACERO
Sábado, 15 de enero 2022, 10:52
Toda la vida con las manos en el barro. Y tras más de treinta años dedicado a la alfarería, León Javier Sancho se jubila y deja a Astudillo sin una de las profesiones más ancestrales. Lo que empezó como algo casual, pronto se convirtió ... en su principal fuente de ingresos durante más de la mitad de su vida. «Cuando me empezó a faltar trabajo, dio la casualidad de que se inició un curso de cerámica en la Universidad Popular de Palencia», asegura. Aunque nunca pensó en dedicarse a ello ya que tenía negocios familiares encaminadas, su gusto por la artesanía le condujo por este camino.
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Un torno y dos años de prueba y error hasta aprender la profesión bastaron para que se convirtiera en el alfarero de referencia en su municipio. Esa vocación constante le animó a ser él mismo quien haya impartido un curso de cerámica. «He estado doce años enseñando a personas del pueblo, y muchos de los que empezaron desde el principio están empezando a trabajar por su cuenta», explica. En esos alumnos veteranos tiene la esperanza de que los trabajos artesanales se mantengan en el municipio. «Los salesianos de Astudillo les han dejado un local para que puedan hacer cosas y yo simplemente les prestaré el horno para que lo cuezan», aclara.
A pesar de que esa continuidad da una oportunidad más a la profesión, León Javier Sancho teme que no perdure mucho en el tiempo. «Todo depende de lo que se ponga en valor la cerámica por parte de las instituciones y de la publicidad que se dé», reclama. Aunque reconoce que es un trabajo muy bonito, asegura que «es muy sacrificado». Tal es así, que él mismo confiesa que le ha costado resistir en la profesión y vivir de ello. Sobre todo, a raíz de la crisis económica de 2008, cuando las ventas cayeron en picado y las condiciones comerciales para los ceramistas se complicaron.
«Antes existía una especie de ayuda donde los ceramistas podían recuperar hasta el 70% de los gastos que ocasionaba ir a las ferias, pero ahora la mayoría de los ayuntamientos cobran por asistir y todo ello supone un gasto para el ceramista que en muchas ocasiones no puede permitirse», lamenta.
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Las previsiones de futuro dependerán, en su opinión, de «cómo se trate la profesión y de la importancia que se le dé». Sin embargo, la cultura actual parece no estar por la labor de cuidar los trabajos artesanales y el ritmo frenético de la sociedad choca con el perfeccionismo de las tareas manuales. «El proceso de elaboración de una pieza de cerámica es largo porque desde que se encarga hasta que se termina igual pueden pasar entre quince y veinte días y mucha gente lo quiere para el día siguiente», asegura. Una impaciencia que refleja que «ahora todo se quiere de manera inmediata, y la artesanía choca con la cultura de la inmediatez».
Esta deriva en el comportamiento de la sociedad supone así otro obstáculo para la permanencia del ceramista, ya que la rentabilidad de la profesión queda amenazada. «Te tiene que gustar tanto como para decir: voy a trabajar mucho y voy a ganar poco», explica. Una profesión totalmente vocacional que puede ser una salida económica complementaria, pero no única. «Depende de la situación de cada uno, pero ahora mismo es inviable que una familia viva de este negocio», añade.
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A pesar de las dificultades y del esfuerzo por resistir los últimos años, reconoce que «si volviera a nacer, volvería a elegir esta profesión». El reconocimiento por parte de sus vecinos es uno de los motivos por los que ha merecido la pena seguir pese al declive. «La cerámica tradicional siempre ha gustado a los del pueblo», explica. Esa tendencia por las piezas más antiguas le hizo abandonar en cierta parte las producciones propias y apostar por las reproducciones de las piezas más tradicionales. «He conseguido replicar el botijo de la pasión o el cantar de la novia, porque al final era lo que más me pedían», añade. Un trabajo al servicio del pueblo que, después de tres décadas, toca a su fin, pero que todos los vecinos recordarán al mirar una de las piezas que decoran las estanterías de los hogares astudillanos.
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