Julián Maestro, en su finca del Camino de los Besugueros que Adif quiere expropiar en parte. Marta Moras

Palencia

Cuando la alta velocidad te arrolla en tu propia casa

Adif quiere expropiarle 500 de los 3.000 metros cuadrados de su finca para las obras del Ave y Julián Maestro pide que le realojen porque, tras su separación, no tiene otro techo en el que vivir

Sábado, 13 de abril 2024, 09:52

La alta velocidad es progreso para un país, desarrollo, modernidad vertebración... Menos para aquellos que les toca la china con las expropiaciones de terreno forzosas para acometer los trazados e infraestructuras de las vías férreas. Si te obligan a ceder 500 de los 3.000 ... metros que tiene tu finca a cambio de 12.700 pírricos euros, mal porque te destrozan lo que has tardado veinte años en acondicionar como segunda vivienda y como lugar de ocio los fines de semana, de trabajitos en la huerta, y te costó en su día más de 70.000 euros. Pero si encima tu situación personal es la que es, obligado judicialmente tras la separación a dejar la casa en la que vivías a tu expareja y tu hijo y a hacer las maletas para convertir esa finca en hogar, entonces ya la jugarreta es enorme.

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Es el caso de Julián Maestro, de 48 años, que ha visto cómo la empresa subcontratada por Adif para la ejecución de las obras de la alta velocidad en la entrada sur de Palencia le colocó hace días un papelito pegado a la puerta de su finca en el número 34 del Camino de los Besugueros para quedar con él y empezar a desmontar las uralitas del tejado de ese almacén que él ha ido acondicionando en parte como un pequeño apartamento y en el que se ve obligado a vivir tras su separación.

«Supuestamente me han estado notificando pero a la dirección donde vive mi expareja, yo no me he enterado porque no tengo trato con ella. Me he enterado cuando un día he venido y he visto un papelito pegado a la puerta de la empresa de las obras, no de Adif... A mí nadie me ha notificado nada para que vengan a desmontar mi casa, la empresa cree que viene a tiro hecho pero aquí está todo sin hacer, porque lo primero que tienen que hacer es realojarme. A mí y a los que vivimos aquí todo el año, y luego que nos den una cantidad de dinero, no esos 12.700 euros por 500 metros de terreno, portones, pozo, acometida eléctrica, casa, árboles, valla... Es de risa, porque además los otros 2.500 metros los ocupa la empresa mientras dure la obra», señala Julián Maestro, que indica cómo su vecino Porfirio tiene la misma situación.

«Las dos vías de tren nos quedan como en un embudo, es el Camino de los Besugueros pero se entra por el paso a nivel de Áridos Antolín. En este embudo había tres viviendas y han tirado una. Quedan pendientes la mía y la del vecino, Porfirio, que también vive aquí porque también se separó y tuvo que abandonar la casa igual que yo y nos tuvimos que venir aquí. Yo llevo un año y medio y Porfirio, más todavía. Ahora mismo queda una nave que han respetado al señor al que le han tirado la casa, mi finca y la de detrás de mí, la de Porfirio, que ambos nos hemos negado porque no tenemos donde ir», agrega Julián Maestro.

«Me he negado en rotundo, vinieron los de la empresa que hace la obras con dos coches de la Policía Nacional y les dije que yo no me niego a abandonar la casa, me niego a quedarme en la calle porque no tengo otro sitio donde ir... El tema no está aún judicializado que yo sepa, me dieron de plazo el día 2 para irme porque tiene que venir una empresa especializada para el amianto, pero antes de quitar las uralitas me tendrán que realojar a mí. Yo no he firmado nada ni he dado el número de cuenta por miedo a que me hagan un ingreso y cojan ya algún derecho. Que me lo requieran judicialmente para poder hacer mis alegaciones. Otros vecinos han accedido porque son mayores y no viven allí, pero es que yo me siento excluido socialmente, estoy de baja médica por ansiedad (Julián se dedica a la construcción) y no puedo dormir», añade.

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«No salgo apenas, voy a comer donde mi madre y vengo rápido porque hay excavadoras por aquí, estoy preso en mi casa. Salgo a comprar tabaco, al supermercado y a los cinco minutos estoy de vuelta», explica Julián Maestro, que hace un llamamiento al Defensor del Pueblo para que pueda recibirle e interesarse por su situación.

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