Aitana Sánchez-Gijón. Irene Marsilla

Aitana Sánchez-Gijón: «Para lograr una igualdad real, se necesita que ellos suelten derechos»

En 'La vuelta de Nora. La casa de muñecas', hoy en el teatro Principal de Palencia, da vida a una escritora feminista adelantada a su tiempo pero con unos retos que siguen vigentes

pilar rojo

Palencia

Viernes, 22 de febrero 2019, 08:38

Nora llama a una puerta, la misma que cerró de un portazo hace décadas, cuando abandonó a su familia para volar sola. Así es como empieza 'La vuelta de Nora. La casa de muñecas 2', la obra que Aitana Sánchez Gijón protagoniza junto a Roberto ... Enríquez y que llega este viernes, día 22, a las 20:30 horas a las tablas del teatro Principal. Nora regresa para formalizar con su esposo los papeles del divorcio tras haberse convertido en una exitosa escritora feminista. Una revisión en la sociedad al papel de la mujer, y también del hombre, que ahonda en un argumento que sigue candente hoy en día. 'La vuelta de Nora' es una revisión de 'La casa de muñecas', la gran obra de Ibsen, que el dramaturgo Andrés Lima reinterpreta un siglo y medio más tarde. El argumento, pese a todo, sigue siendo igual de actual.

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–¿En qué ha cambiado el papel de la mujer en estos 150 años que transcurren entre 'La casa de muñecas' y esta visión modernizada?

–Nos quedan tantas cosas pendientes... Pero hemos conseguido muchas, que es lo que plantea esta obra. En los años que han transcurrido desde que se marcha Nora hasta que ahora vuelve, las mujeres hemos conseguido una igualdad teórica, pero la igualdad real no existe como tal. Se mantienen patrones históricos que están incrustados en la línea de nuestra sociedad y que siguen causando maltrato, muerte, dolor, sumisión... toda esa parte. Luego está la liberación real de las mujeres, la igualdad de oportunidades...

–¿Sigue existiendo el conflicto hombre-mujer que ya existía hace 150 años, cuando se escribió 'La casa de muñecas'?

–Evidentemente sí. Enlazándolo con el texto que hago, el rol del hombre, en este caso el esposo, Torvald, que interpreta Roberto Enríquez, es un hombre que ha sufrido un cambio a partir del abandono de Nora. Ha narrado una historia alrededor de su vida porque no podía soportar el hecho de haber sido abandonado. Cuando vuelve Nora, rompe también con sus esquemas de hombre abandonado que no sabe cómo hacer las cosas, tampoco a él le gusta ver el rol que la sociedad le había impuesto por ser el hombre, el patriarca de la familia. Había muchas cosas que no le gustaban del juego establecido, que le gustaría cambiar. En esta vuelta de la esposa que se marchó, Nora le plantea: «aprende por tí mismo, yo ya estoy volando sola, soy independiente'. También es importante escuchar la voz de ese hombre que se cuestiona y que está tremendamente descolocado, y puede reflejar a muchos de los hombres que nos acompañan. Muchos de ellos están colocados en buen lugar que entienden cuál es la nueva manera de relaciones, mientras que otros se mantienen escasillados en su parcela de poder y van como bestias pardas a por todas y contra todas. Es interesante para todos poder ver dónde se posiciona cada uno de ellos.

–¿El teatro, al igual que el cine, es de los pocos campos donde las cuotas femeninas no son necesarias?

–Es muy relativo, porque quizás no funcionen las cuotas, pero en el Ministerio de Cultura tienen en cuenta las películas dirigidas por mujeres, se prima el número de técnicas... Claro que existen cuotas y hay puntos para los equipos donde hay mayor presencia femenina, porque en muchos aspectos sigue siendo un mundo de hombres. En la cuestión de la interpretación, no es una cuestión de cuotas, pero es un hecho que las mujeres, a partir de los 35 años, caemos en picado en las historias. Hay estudios muy objetivos, muy claros, que hablan de los roles que solemos tener. Las mujeres más jóvenes, como el objeto sexual de la historia o siempre orbitando alrededor de una historia que parece ser la del hombre, pero así y poco a poco se van contando historias en que la presencia femenina es más real.

–¿El teatro es la faceta donde el actor o la actriz se demuestra en estado más puro?

–No creo que necesariamente sea así. Hay actores y actrices magníficos que nunca se han subido a un escenario y no dejan de ser estupendos por ello. El teatro es otro lenguaje, es otro código y a mí personalmente, aunque no puedo generalizar, es el medio de expresión donde yo me siento más plena, con más capacidad y posibilidad de contar historias. Estoy pudiendo interpretar personajes de una potencia bestial. Yo respeto mucho a actores que no les interesa, no se sienten cómodos o simplemente no les admiten, pero no por ello dejan de ser grandes actores.

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–'Velvet' le devolvió a la televisión, pero como una mujer fuerte, de carácter...

–'Velvet' es una serie donde todas las mujeres que aparecen son resueltas, potentes. Estamos hablando de una época determinada y son tan interesantes y tan atractivas que todas las mujeres trabajan, tienen una independencia.... eso es bueno. Tenemos la responsabilidad de transcribir cómo eran esas mujeres, porque las niñas y las adolescentes, ellos también, que crecen viendo esas series, es importante que tengan referentes femeninos reales. Que no haya una distorsión que excluyan a determinadas mujeres.

–¿Este año el 8 de marzo tiene más justificación que nunca?

–Ya viene teniéndola. El 8 de marzo pasado fue algo espectacular, hay un antes y un después. Es verdad que hay una reacción muy virulenta hacia las mujeres que se protegen. Ahora en Andalucía se acusa a los movimientos feministas de todo. Hay que tener mucho cuidado porque cuando las mujeres avanzan y toman conciencia y se unen y pelean por sus derechos, esa bestia poderosa que ha ostentado el poder desde el principio de la historia sale. Para que tengamos una igualdad real, el sistema patriarcal tiene que perder privilegios. Muchos de esos hombres que forman parte del sistema de privilegios se resisten como gato panza arriba a perderlos. No se trata de que las mujeres ascendamos al nivel de los hombres. Para que nosotros podamos llegar donde ellos, tienen que soltar privilegios y hay muchos que sí están dispuestos, otros no. Pero tenemos muy buenos compañeros de viaje en muchos.

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