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LAURA LINACERO
Palencia
Viernes, 10 de septiembre 2021, 09:10
La crisis sanitaria ha cambiado la concepción de la enseñanza. La pantalla del ordenador se convertía en la nueva pizarra y levantar la mano se sustituía por un leve aviso sonoro al profesor desde las distintas plataformas habilitadas para llevar a cabo esta formación. La ... enseñanza no reglada ha sido un sector que se ha visto también obligado a adaptarse a este nuevo formato. «A raíz de la pandemia comenzamos a impartir clases online, y ha supuesto un esfuerzo muy grande porque queríamos dar una formación igual de completa que en la modalidad presencial», explica Soledad Ramos, directora de la academia de inglés Feeling.
Centenares de estudiantes acuden a las academias para complementar su formación y como apoyo en las asignaturas más complejas. Precisamente mantener esa enseñanza cercana y particular de manera virtual ha sido lo realmente complicado porque, tal y como asegura Soledad Ramos, «los profesores necesitamos el contacto con el alumno, y el alumno con el profesor». Una idea que comparte Catalina Berja, responsable de la Academia Mayor 96, al asegurar que «aunque ha funcionado muy bien la formación online, y nos adaptamos muy rápido, supone un esfuerzo extra para los profesores». Preparar una clase virtual y mantener la atención de los alumnos a través de las pantallas ha sido un reto complicado, porque «son clases muy personalizadas donde cada uno tiene sus dificultades y sus contenidos distintos». Aunque convencida de que nunca una clase online podrá sustituir a una presencial al tratarse de una atención tan particular, reconoce que en algunos casos puede ser interesante.
Así lo asegura Gonzalo Ballesteros, responsable del centro de idiomas Goal, al añadir que «la formación online da oportunidades a aquellos que están en cuarentena, pero también a personas que son de otros sitios, que trabajan o viajan mucho tienen esa flexibilidad con esta modalidad». En su caso, la formación virtual no les resultó extraño al comienzo de la pandemia puesto que ya tenían experiencia previa que les permitió estar adaptados ante la situación. No obstante, fue a partir de ese momento cuando se hizo más notable la utilidad del modelo online. «Ahora ofrecemos una formación híbrida donde el alumno elige, ya que puedes dar el servicio igual, incluso a veces mejor de forma online», asegura.
Sin embargo, a pesar de la comodidad que a priori puede ofrecer esta modalidad, la preferencia por la enseñanza presencial se mantiene. «El 97% de los alumnos prefiere presencial, solo unos pocos al comienzo del curso pasado tenían ese miedo y se decantaron por la opción online», detalla Soledad Ramos. Tal es así, que en este nuevo curso que comienza, el miedo al contagio es mucho menor que el pasado año y se constata como explica Gonzalo Ballesteros en las matriculaciones que «quien puede, lo hace de manera presencial».
Lejos de ese panorama visionario que auguraba un futuro de enseñanza completamente online, la presencialidad se sitúa como una prioridad. «La formación virtual viene bien a mucha gente, pero a muchos otros se les queda corta», explica Rocío Ruiz Ebolet, responsable de la Academia Ábaco. Aún más para los alumnos que todavía arrastran las consecuencias formativas que tuvo la pandemia durante el pasado año. «Los alumnos han venido con más dificultades que otros años. Obligados por la situación, se ha pasado por ciertos contenidos de puntillas y eso ha sido algo peligroso que ahora tenemos que reforzar», añade. De hecho, tal y como asegura Catalina Berja, «se ha notado que los alumnos que han ido a clases particulares han enfrentado mejor el curso y ha servido para paliar los efectos negativos de la pandemia».
Las plazas en las academias se cubren igual que los años previos a la pandemia. Aunque el verano cada vez resulta menos productivo, las razones resultan ajenas a la crisis sanitaria. «La convocatoria extraordinaria de la EBAU ha pasado a julio, y ahí había una cantera importante que ya no existe. Además, ahora se puede pasar con asignaturas pendientes, así que la gente se relaja un poco más», aclara Rocío Ruiz. No obstante, el invierno se presenta con las expectativas altas y después de un año tan limitado en cuanto asistencias, la presencialidad se ha convertido en un requisito imprescindible para muchas familias. «Este curso la gente demanda presencialidad, especialmente para alumnos con problemas de atención que no se sienten suficientemente respaldados con la enseñanza online», asegura Rocío Ruiz.
La seguridad que han ofrecido estos centros en cuanto al protocolo covid ha hecho que la presencialidad no suponga ningún problema. «Nosotros no nos hemos relajado en ningún momento y hemos podido demostrar que es un sitio seguro, algo que ha gustado especialmente a las familias y con lo que hemos mejorado el número de alumnos», advierte Soledad Ramos. Una dinámica que ha mantenido también la Academia Mayor 96 que ha visto cómo han aumentado exponencialmente el número de matriculaciones respecto a años pasados, también debido a ese desajuste formativo a consecuencia de la pandemia. «Hemos notado que no solo vienen a recuperar asignaturas pendientes de septiembre, sino también a reforzar contenidos aun habiendo aprobado para tener una base más consolidada», explica Catalina Berja.
Además, con las restricciones se ha limitado el número de alumnos por aula por lo que las posibilidades de contagio quedan reducidas al mínimo. «Tenemos unos tres alumnos por aula, y el hecho de que haya pocos niños por clase da mucha confianza», explica Rocío Ruiz. A pesar de que por regla general las clases particulares no suelen tener muchos alumnos porque, como aclara la responsable de la Academia San Pablo, «resulta muy complicado que un solo profesor pueda atender a más de cinco alumnos en una hora de clase de forma efectiva», sí que se nota ese ajuste de plazas disponibles. Precisamente motivados por esas restricciones de aforo, Catalina Berja decidió cambiar su local por uno más grande el pasado junio con el fin de «tener más espacio entre alumnos y por la seguridad tanto de los propios estudiantes, como mi propia seguridad, ya que estábamos muy expuestos».
Por otro lado, la disminución de los alumnos repercute también en los ingresos que reciben las academias. La mayoría de ellas han tenido que recortar el número de alumnos, lo que supone un duro golpe económico. «Al tener menos alumnos, tienes que trabajar más horas para tratar de situarte en los números de antes de la pandemia», confiesa la responsable de la academia Ábaco. Sobre todo, durante los periodos donde las restricciones horarias eran más abusivas, limitadas hasta las seis o las ocho de la tarde durante la segunda ola, que «reducían de manera considerable las horas que podías trabajar». Por ello, a comienzos del pasado año, las academias de enseñanza reivindicaron que se aumentara el aforo en los centros que se encontraba entonces en un tercio de su capacidad y que para este curso se plantea por el momento con un 50% para tratar que el negocio además de seguro, resulte algo más rentable.
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