Más de 30.000 ejemplares se reúnen en la Feria del Libro Antiguo en el Salón

Lo que está claro es que cinco librerías de la región (procedentes de Valladolid, Rueda, Ponferrada, León y Segovia) han vaciado sus establecimientos para mostrar al público palentino su amplia y atractiva oferta. «Venir a esta feria es un esfuerzo por nuestra parte porque el mundo del libro tiene su crisis y el mundo del libro antiguo y de oferta también. Pero estamos muy contentos por el apoyo que tenemos y la continuidad de esta feria», reconoció San José.

Genoveva de Brabante, una heroína medieval, era este viernes buscada por una compradora, que la leyó hace muchos años. «Los clientes que buscan a Genoveva de Brabante tienen entre 70 y 80 años, y la leyeron cuando eran jóvenes», advertía San José, muy acostumbrado a que le pregunten por esa obra. Otro comprador se lamentaba por no llevar guantes para tocar la tercera edición del Diccionario de la Real Academia de la Lengua de 1791, editado por la viuda del impresor y librero Joaquín Ibarra.

El perfil de los clientes va desde gente que busca «obras rara y con unas características peculiares, no solamente en contenido sino en continente, encuadernada, con ilustraciones, buen papel o también el que busca obras baratas y puede encontrar clásicos o 'bestseller' de hace años», explicó San José.

Otro libro que destacaba por encima del resto era El Quijote, llamado comúnmente 'El Quijotón', editado en 1998 por el Club Internacional del Libro, con un peso de 29 kilos y casi 40 centímetros de volumen. Su elevado importe, comparado con cualquier otro 'quijote', tiene que ver con su tamaño, las 120 ilustraciones de Gustavo Doré, que esté hecho con cuerda de cáñamo y con pasta especial o que solo se editasen 3.000 ejemplares.

Abel Vieito, de Paraíso Lector, en León, reconocía que «esta feria tiene buena acogida en Palencia». Su clientela se suele inclinar, sobre todo, por narrativa hispanoamericana, García Marquez, Isabel Allende o Paulo Coelho. «Llevamos viniendo desde la pandemia y nos gusta mucho. Esperemos que el tiempo nos respete», pedía, mirando al cielo, para instantes después vender un ejemplar de Agatha Christie. Eso sí, reconocía que los bibliófilos suelen aparecer después del ajetreo de la Feria Chica, «cuando todo está más calmado».