
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Hacer las maletas, despedirse de los seres queridos y dejar atrás la vida fácil y cómoda para enfrentarse a zonas, culturas y gentes totalmente distintas. ... Un total de 246 misioneros de Palencia se encuentran actualmente repartidos por todo el mundo para ofrecer la palabra de Dios, la enseñanza y la ayuda necesaria en zonas menos favorecidas. «Nos encontramos con la bonita paradoja de que estamos necesitados también de pastores y misioneros aquí, pero la generosidad de tener a más de 200 palentinos llevando el Evangelio a otras naciones es una toma de conciencia y es una celebración», afirmó este jueves el obispo de Palencia, Mikel Garciandía, durante el encuentro anual en el Obispado para compartir vivencias y para rendirles un sentido homenaje a los misioneros locales.
Son 137 hombres, el 55,7%, y 109 mujeres los que llevan a cabo su misión pastoral por parroquias, colegios o centros de salud en 42 países de todo el mundo, distribuidos en cuatro continentes (todos salvo Oceanía). América es el que acumula la mayoría de los misioneros palentinos, con 193, siendo Perú (27), Argentina (25) y Venezuela (19) los países con mayor número de enviados locales. Asia ocupa la segunda posición, con 20, con Japón (5) y China (4) como los países con más presencia evangelizadora. Le sigue Europa con 19, siendo Italia (11) y Portugal (4) los destinos más ocupados. África, que cuenta con 14 palentinos, ocupa la última posición continental, con cinco de ellos en Angola.
«Hace años Palencia era la segunda Diócesis de España que más misioneros aportó, yo creo que había 1.005. Toda aquella generación ha dado paso a unos números ahora que son la cuarta parte de los de entonces, pero para nosotros lo más significativo es que una Diócesis no se puede entender si no está abierta al mundo», explicó el prelado.
La cifra de evangelizadores locales va disminuyendo año a año, con una edad media avanzada. Hace dos años, en 2022, el número de misioneros palentinos en el exterior ascendía a 277, mientras que el año pasado la cifra se estancaba en 268, doce más que este año. Así, la caída en los dos últimos años asciende al 11,2%.
En los últimos años, por razones de edad y motivos de salud, fundamentalmente, muchos misioneros palentinos han tenido que volver a España, tras toda una vida en el extranjero dedicada a los demás. En la actualidad la cifra de evangelizadores que han retornado a su tierra asciende a 126.
«Yo llevo la vida misionera en el corazón, no sé si lo haré o no, pero me está tirando ir también a América, puede que por marzo del año que viene. Aún no lo sé. Esta jornada que hacemos aquí simboliza que el corazón de la Diócesis de Palencia está con esas iglesias hermanas repartidas por el mundo», reconoció el obispo, quien resaltó los ejemplos de Nicolás Castellanos y Javier del Río. «Ambos sacerdotes que terminaron siendo obispos de sus Diócesis y para mí son una referencia. Ellos nos recuerdan a todos que el Evangelio nos implica una salida y no nos lleva a la comodidad».
El 66% de las Diócesis que hay por el mundo, que según Mikel Garciandía ascienden a 3.000, son de nueva implantación, que se pueden denominar jóvenes iglesias. La llegada del Evangelio está ya consolidada en algunas de ellas, donde el propio clero local tiene la capacidad de llevar toda la pastoral de la Iglesia. «Pero en algunas aún está siendo imprescindible toda la aportación de los misioneros y de la comunidad cristiana en forma de apoyo», sentenció el obispo de Palencia.
El dominico Luis Ángel Cuadrado, natural de Villaherreros, lleva dos años en Timor Leste (Timor Oriental) tras veintiséis años en Taiwán. «Es un país que está formándose, aún no hay casi estructura social, se puede decir casi que la única es la Iglesia», señala el misionero palentino. «Estamos comenzando con una escuela de Secundaria e intentando que estén en orden, que sigan los horarios o sustituir a los profesores si no llegan. Trabajamos con la formación para que este país se siga estructurando de una manera más fuerte», continuó.
«La misión comenzó por llevar a Jesucristo allí, que no lo conocían. La Iglesia se dedica especialmente a eso, aunque en Timor el 99% son católicos, pero a nivel social y de recibir lo que es el Evangelio queda mucho por hacer», agregó.
Recién llegado del Sudeste Asiático, tras recorrer casi 14.000 kilómetros para volver a casa, reconoce que es «difícil» por el cambio social y la diferencia de costumbres. «Nosotros crecemos en unas estructuras sociales y relacionales, pero cambian en Tirmor, que es una realidad muy distinta a la nuestra. Cuando aquí decimos 'voy contigo a tu casa', es completamente distinto. Su casa no es para recibir a nadie, es un sitio donde viven. La relación también cambia porque no hay sitios normales para sentarse a confraternizar, a hablar o a tomarse una café», argumentó, a la vez que señaló que echa de menos la comida o los horarios de aquí.
La labor de la hermana carmelita misionera teresiana Ana Isabel Gento se desarrolla actualmente en la República del Congo, después de haber estado durante años en América Latina (Paraguay, Ecuador y Chile). Trabaja como enfermera en un centro de salud, en el área nutricional.
«Hay muchos desplazados de la guerra, aunque de esa guerra no se hable. Veo muchos niños desnutridos, algo inimaginable en este siglo, pero he visto morir y cómo sufren desde antes de nacer por hambre, que parece increíble», sentenciaba. «Es consecuencia de la guerra porque es una zona muy rica de recursos minerales y de alimentación, pero no llegan a la población. La guerra se da realmente por eso, pero hay una pantalla tribal, aunque es una lucha por los recursos de la tierra», continúa explicando la misionera palentina.
El idioma es un problema para ella, por lo que sigue estudiando y formándose para poder estar más cerca del pueblo y acompañarlos. «Comunicarme es aún difícil, estoy aprendiendo al tiempo el francés, pero solo lo puedo hablar con la gente que ha estudiado. Con las mamás y los niños, tengo que seguir aprendiendo el kiswahili, que es una de las lenguas que más utilizan», explicó.
«Ya había visto mucha pobreza en América Latina, pero estos dos años han sido muy duros. Está siendo difícil, pero muy interesante el poder estar unido a esa población y ver cómo en este siglo se sigue sufriendo tantísimo», concluyó.
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