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pilar rojo
Lunes, 23 de enero 2017, 06:12
«Creo que soy capaz de decidir muchas cosas, quién quiero que me gobierne, qué como cada día, si vengo a realizar una entrevista... No oculto que necesito algunos apoyos, como podría ser una curatela de una fundación que administre mis bienes, pero no puedo estar incapacitado para todo, como dice mi expediente». Ismael Redondo es un joven palentino de 21 años con discapacidad intelectual que tiene una incapacitación total que le impide tomar hasta las decisiones más nimias sobre su vida y, por supuesto, le impide votar. Un destino contra el que se rebela y por ello ha iniciado una lucha sin cuartel para que se revise su expediente, un proceso que sabe que será largo y complicado, pero que confía plenamente en superar y, con ello, abrir las puertas a otras personas que se encuentran en su misma situación.
La historia de Ismael comienza cuando él tenía 16 años y residía en un centro tutelado de menores. La Junta de Castilla y León inició entonces los trámites para su incapacitación y se hizo efectiva con 18 años. Desde entonces cualquier decisión de su vida debe ser tomada por la Fundación de Tutela de Discapacitados (Futudis), una situación con la que el joven no se siente cómodo ni considera justa. «Muchas veces estoy en desacuerdo con las decisiones que la fundación tutelar toma por mi», incide.
Ismael Redondo ha solicitado que un juzgado revise su incapacitación total, un proceso en el que se siente plenamente respaldado por su familia «con mi madre mantengo una excelente relación» y con la Fundación San Cebrián, donde vive en un piso tutelado junto a otros jóvenes con una situación similar a la suya. Es plenamente consciente de que se enfrenta a un proceso largo y farragoso que se decidirá sobre todo en la entrevista que debe mantener con un forense, que valorará su situación actual y la posibilidad de modificar su situación a una incapacitación parcial. «Estoy dispuesto a llegar hasta el final porque yo puedo tomar mis propias decisiones y valerme por mí mismo», afirma.
Todos estos argumentos han sido plasmados por Ismael en una carta que remitió en verano al juez en la que le sugiere una entrevista personal para que el magistrado pueda comprobar de primera mano cómo se maneja el joven en un cara a cara. Ismael Redondo quiere decidir dónde vive, con quién, si acude a un medio de comunicación a contar su caso, si se apunta a un curso o si colabora con una asociación. Pequeñas decisiones rutinarias que ahora mismo le están vetadas, ya que es Futudis quien decide por él.
Los responsables de la Fundación San Cebrián, donde reside Ismael, explican que su discapacidad intelectual no le resta la capacidad cognitiva y numerosas habilidades sociales. «El problema es que cuando se tramitó la incapacitación de Ismael, él no sabía qué estaban haciendo. Era además un momento en que la mayor parte de los jueces concedían una incapacitación total a la mayor parte de los individuos. No se analizaba la individualidad de cada persona, se aplicaba el sello de la discapacidad intelectual y se aplicaba a todo», explican técnicos de la fundación.
De hecho, el caso de Ismael, independientemente de cómo se resuelva, ha servido ya para abrir puertas. La Fundación San Cebrián se ha puesto manos a la obra para revisar todos los casos de incapacitación total y se plantea iniciar el proceso en aquellos supuestos en los que considera que los afectados pueden valerse por sí mismos para muchas cuestiones.
En su demanda, Ismael cuenta con el respaldo de la Fundación San Cebrián y de su familia. «No me siento identificado con la fundación que ahora me tutela. Creo que quizás sería buena la fórmula de la curatela, en la que la Fundación San Cebrián gestionaría todos mis bienes. Para esto puedo necesitar algo de ayuda, pero para el resto de las cosas creo que no», indica el joven.
Ismael pasó de residir en un centro de menores de la Junta a un piso tutelado por la Fundación San Cebrián. Acude a un centro ocupacional de empleo, donde se le prepara para trabajar con algunos apoyos. También asiste a clases de cocina y comienza a tener claro cómo le gustaría que fuera su futuro. El joven quiere llevar una vida independiente, residiendo probablemente junto a su primo y viviendo de lo que es su gran pasión: las nuevas tecnologías. «Me gustaría ser un youtuber conocido», indica.
Pero sobre todo lo que a Ismael le gustaría es no tener que pedir continuamente permiso para cualquier decisión que tome, por pequeña o insignificante que sea. Y si algo le puede apasionar, es la posibilidad de votar. Cuando cumplió 18 años, Ismael Redondo Vegas acudió al que creía que era su colegio electoral y le comunicaron que no podría votar porque no estaba en el censo. Luego fue a otro y le ocurrió lo mismo. «Fue de esta forma como descubrí que no podía votar. Al igual que he ido descubriendo otras cosas que no podía hacer, que me estaban prohibidas», agrega.
Quizás por aquello de que lo prohibido atrae, Ismael se siente especialmente atraído por la política. De hecho, tiene muy claro a quién votaría si pudiera depositar su papeleta en la urna. Y no lo decide sin ton ni son, «como hacen muchos votantes, que eligen al primero que ven», sino que asegura que conoce muy bien lo que le ofrece cada uno. «Me atrae la política, pero quiero decidir, como el resto de los españoles. Yo veo los informativos, escucho lo que dicen y sé lo que quiero. Puedo pensar y puedo decidir. Por eso quiero que se revise mi incapacitación total, porque de muchas cosas, entre ellas votar, soy perfectamente capaz», incide.
Ismael se siente más animado desde que el Tribunal Supremo ha emitido una sentencia firme en el que reconoce a una joven gallega con una incapacitación por enfermedad mental su derecho a votar y a decidir. El proceso lo inició la familia y han podido demostrar que la joven tiene suficientes habilidades para poder emitir el voto. Los argumentos por los que inicialmente se le negaba esta posibilidad se centraban en que no conocía lo suficiente para poder decidir y además, debido a su discapacidad, era fácilmente influenciable. «Yo creo que no se puede generalizar y hay que hablar de las individualidades concretas de cada persona. Ismael, por ejemplo, tiene una discapacidad intelecual pero suficientes habilidades sociales y capacidades cognitivas para saber lo que mete en la urna. Quizás conozca mejor lo que proponen muchos políticos que muchos de nosotros y es igualmente influenciable que cualquier persona sin esa discapacidad, que se puede dejar convencer en mayor o menor medida», asegura una de las técnicos de la Fundación San Cebrián que acompaña a Ismael.
El joven paletino ha dado el primer paso de un largo camino que no va a ser fácil. Tiene compañeros que le ayudan, como San Cebrián y su familia biológica, y está convencido de que, si finalmente lo consigue, no solo resolverá su vida, sino que abrirá la puerta a muchos compañeros en su misma situación. «Somos muchos los que podemos decidir y no nos dejan», concluye.
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