El obispo, a la derecha, y el abad de San Isidro escuchan a una religiosa, este miércoles en la Trapa.

Encuentro en el claustro de Palencia

El nuevo, Manuel Herrero, obispo conoce la realidad de la vida contemplativa en la reunión anual de San Isidro

el norte

Miércoles, 29 de junio 2016, 21:05

El monasterio cisterciense de San Isidro de Dueñas ha acogido este miércoles el Encuentro Anual de la Vida Contemplativa de la Diócesis de Palencia, una cita que puso en marcha hace ya años el obispo Rafael Palmero, y que es esperada con ilusión por los catorce conventos y monasterios de clausura femeninos y por los monjes trapenses, que acogen esta jornada de convivencia. La gran novedad fue la presencia del nuevo obispo, Manuel Herrero Fernández, por lo que el encuentro tuvo un claro carácter de acogida y bienvenida.

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Además de un buen número de monjas llegadas de distintos puntos de la Diócesis y el obispo, participaron el abad de San Isidro, Juan Javier Martín Hernández; el delegado diocesano para la Vida Consagrada, Antonio Abad, y el vicario general de la Diócesis, Antonio Gómez Cantero.

Tras los saludos en el exterior del monasterio, el grupo se reunió en la sala capitular, donde ya se había congregado una nutrida representación de monjes de San Isidro. A las palabras de bienvenida del abad, una representante de los distintos conventos y monasterios presentes se presentaron al obispo y explicaron de una manera breve cuál es su realidad, en qué consiste su vida diaria y cuáles son ahora los principales retos de su comunidad.

Manuel Herrero pudo conocer con estas intervenciones el momento actual de las Agustinas de la Conversión (Carrión de los Condes), de las Agustinas Canónigas (Palencia), de las Agustinas Recoletas (Palencia), de las Carmelitas Descalzas (Carrión de los Condes), de las Cistercienses (San Andrés de Arroyo), de las Clarisas (Astudillo, Calabazanos, Carrión de los Condes y Palencia), y de las Dominicas (Palencia).

Por distintas circunstancias de fuerza mayor no han podido participar en el encuentro las Brígidas de Paredes de Nava, las Carmelitas Descalzas de Palencia, las Cistercienses de Nuestra Señora de Alconada y las Clarisas de Aguilar de Campoo.

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Tras la presentación de las distintas comunidades, tomó la palabra Antonio Abad, que señaló la feliz coincidencia de celebrar este encuentro y encontrarse por primera vez con el obispo en la Solemnidad de San Pedro y San Pablo, los dos grandes apóstoles elegidos para anunciar a Jesucristo. Un feliz motivo para «tomar conciencia de la intensa oración que se viene desarrollando desde hace siglos en estos conventos y monasterios, por toda la Iglesia Universal y por nuestra Iglesia Diocesana y sus pastores».

Por su parte, el obispo saludó a todos los presentes y dio las «gracias a Dios por vuestras vidas y vuestra vocación, y en nombre de la Iglesia de Palencia gracias por vuestro espíritu, por vuestra santidad, por vuestra oración». «Sois importantes y necesarios para la Iglesia de Palencia. Lo habéis sido ayer, lo sois hoy y confío y rezo para que lo sigáis siendo mañana», según dijo Manuel Herrero.

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Tras esta intervención se abrió un diálogo en el que las monjas y monjes preguntaron al obispo sobre diversos temas. este acto concluyó con la entrega al prelado de un regalo de bienvenida, una cruz pectoral, que llevó puesta el resto de la jornada. Acto seguido, se celebró la Eucaristía en la iglesia abacial, a la que se sumaron laicos que pasan unos días en la hospedería de San Isidro y fieles que se acercaron expresamente al monasterio en la solemnidad de San Pedro y San Pablo.

En su homilía, Manuel Herrero recordó la invitación del papa Francisco a que la Iglesia se ponga en clave de misión y expresó que como ha enseñado la Historia, «la misión no está reñida con la clausura, y ahí tenemos los ejemplos de Teresa de Lisieux, patrona de las misiones, que nunca abandono la clausura, o San Rafael Arnáiz, el Hermano Rafael... que siempre sintió la necesidad de comunicar lo que vivía y hacer saber al mundo que Solo Dios basta».

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Tras la Eucaristía, la jornada se completó con una comida campestre donde se continuó la convivencia, el diálogo y el clima de fiesta.

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