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fernando caballero
Lunes, 15 de febrero 2016, 13:15
El pintor Joan Miró (Barcelona, 1893-Palma de Mallorca, 1983) creó un universo creativo muy personal e identificable, con rasgos plásticos sugerentes. Adscrito al movimiento surrealista abstracto, sus obras están llenas de elementos sígnicos, de planos pequeños, de trazos negros potentes y de colores vivos. Sus cuadros son, en definitiva, inconfundibles.
La sala Arte Mayor 44, que regenta en la calle Mayor la pintora Marietta Negueruela, acoge hasta el día 20 una exposición de obra gráfica de Joan Miró creada fundamentalmente en los años setenta del siglo XX. Pese a ser obra gráfica, considerada un formato menor en las artes plásticas por su condición seriada, frente a la exclusividad de un cuadro, estas piezas permiten contemplar al Miró más clásico, al Miró surrealista que aparece a lo largo de su amplia trayectoria creadora, y en este caso en los últimos años de su vida.
Todas estas obras, que están certificadas por la Fundación Joan Miró como auténticas firmadas por el artista, evocan ese mundo personal, onírico y expresivo que caracteriza su producción. Maravillas con variaciones acrósticas en el jardín de Joan Miró es una litografía de 1975 en la que aparecen unos trazos negros, en este caso no muy potentes, junto a planos de colores típicos mironianos, como el azul, el verde, el rojo y el amarillo. Puntos, rayas y superficies pequeñas que se extienden por toda la obra contribuyen a dar sentido al mundo mironiano. Algo parecido ocurre con Lithograph III, de 1981, que tiene el interés de ser creada dos antes de la muerte de artista, cuando este contaba con 88 años.
El Pi de Formentor, de 1976 es una aguatinta en la que una gran mancha negra resulta rasgada por tiras blancas de múltiples direcciones y sentidos que dejan entrever un rostro humano. La exposición presenta piezas singulares, como un grabado al aguafuerte en el que el artista ha intervenido plásticamente pintando un punto blanco sobre el papel previamente ahuecado, una manifestación más de la capacidad creadora e imaginativa de un pintor que es capaz de crear obras únicas sobre las serigrafías.
Una serie completa que se muestra en Arte Mayor 44 es la denominada Miró escultor, fechada en 1978 y publicada por La Polígrafa para ilustrar las versiones del extenso catálogo razonado que el poeta, biógrafo y ensayista de arte Jacques Dupin (1927-2012) realizó sobre la obra de Miró. La serie consta de siete piezas que ilustraron los catálogos de otros tantos países: Dinamarca, Italia, Gran Bretaña, Suecia, Japón, Irán y Portugal. Se trata de unas litografías en colores en las que el mundo mironiano se refuerza con trazos fuertes, figuras evocadoras ojos, animales fantásticos y colores vivos. Miró en estado puro.
Rey Ubú, de 1966, es la obra más antigua de la exposición y también muy singular. Basada en un texto de Alfred Jarry estrenado en 1896 en París como teatro de marionetas y que fue el antecedente del dadaísmo y del teatro del absurdo, Miró realiza varias versiones, en concreto trece litrografías, para ilustrar Ubú roi, un libro para bibliófilos, editado por Tériade, con el texto original de Jarry. La que se expone en Palencia rehúye el color negro para primar los tonos cálidos, como el rosa, el verde, el amarillo y el azul claro. Miró volverá a trabajar este personaje, que representa el perfil del tirano, en otras series de 1971 y 1975.
Otra de las piezas singulares es la que procede de la serie Lapidari, un grabado al aguafuerte catalogado como BAT una copia que el artista decide que es la definitiva para imprimir la serie comercializable. En este caso, la capacidad analítica de Miró llega a su extremo mayor al representar una gran mancha negra que evoca signos o símbolos.
Otras dos piezas de la exposición evidencian la amistad que mantuvo con dos personajes relevantes de la cultura catalana, como el galerista y promotor artístico Joan Prats y el poeta Joan Brosa, autor de la obra de teatro Quiri Quibú, para la que Miró diseñó el cartel que se contempla.
La exposición de grabados de Joan Miró se complementa con tres esculturas de pequeño formato de Carlos Albert, madrileño nacido en 1978 que explora los caminos de la relación del volumen con el espacio y el material férreo que emplea en estas obras, que combinan el equilibrio entre la línea recta y la curva.
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