fernando caballero
Viernes, 3 de abril 2015, 14:08
Los nazarenos fueron los primeros en la época moderna en descubrir la noche para celebrar procesiones. Comenzaron a organizar en 1997 la procesión del Silencio y Penitencia con su antiguo paso titular, Nuestro Padre Jesús Nazareno, como protagonista. El acto comenzó a calar entre los cofrades y los palentinos que a medida que se consolidó se ha ido enriqueciendo con novedades.
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La celebrada en la madrugada de este Viernes Santo ha tenido como principal novedad la presencia, por primera vez, de un obispo presidiéndola. Esteban Escudero realizó el acto penitencial junto a gran número de cofrades de todas hermandades y a miles de personas, palentinos y visitantes, que no quisieron perderse una procesión que se ha consolidado con las bases del respecto, el silencio, la nocturnidad plena y la participación, para lo que la cofradía repartió un millar de velas que permanecieron encendidas durante todo el recorrido en unas calles cuyo alumbrado público se apagaba a medida que discurría el desfile.
La procesión se inició a una de la madrugada con una plaza de San Pablo llena de fieles, turistas, curiosos, amantes de la Semana Santa, que portaban muchos de ellos las velas encendidas. Antes de abrirse la puerta al son del tararú, el obispo explicó el significado de la procesión, la escenificación del dolor y del sufrimiento que Jesús vivió camino del Calvario, un sufrimiento que no solo se debe entender como físico, sino como una interiorización para salvar a la humanidad de los pecados. Para el obispo, las caídas significan un acercamiento de Dios a los hombres.
Las tres caídas se escenificaron ante Palacio Episcopal, ante la puerta de la catedral de la plaza San Antolín y dentro de la seo palentina, ante la capilla del Monumento. Las caídas consisten en una reverencia, con la inclinación de la parte delantera del paso Nuestro Padre Jesús Nazareno, conocido como 'El viejo', tras la lectura de una oración. Este paso de Tomás de Sierra (1717) es el único que desfile con varias tandas de nazarenos descalzos y algún hermanos de otra cofradía.
Al término de la procesión, a las tres y media de la madrugada, se leyó el soneto a Nuestro Padre Jesús Nazareno, de Pablo Buisán Cítores.
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