Jorge Pardo al saxo, con Ricardo Moreno, Pablo Báez y J. R. ‘El Bandolero’, este viernes en la Fundación Díaz Caneja.

Jorge Pardo imprime su huella

El saxofonista llena la Fundación Caneja con un fabuloso recital de jazz-flamenco

EDUARDO R. SALGADO

Sábado, 22 de noviembre 2014, 13:38

Ahora que casi es obligatorio el bilingüismo, Jorge Pardo se debe sentir como pez en el agua. Lleva más de treinta años entre dos lenguajes, subido al tren del eclecticismo, del virtuosismo libre y abierto. Con Paco de Lucía formó parte en los años 70 del experimento conocido como Dolores. Desde entonces, no ha cejado de jugar con las músicas y sus géneros.

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Gracias a él, suceden cosas como la de la noche de este viernes. En la entrada se leía Jazz Palencia Festival, al fondo del escenario un gran cartel lo certificaba. Sin embargo, el público no se limitaba a aplaudir los fraseos del saxo o los repiques de la batería como es costumbre en los bolos de jazz, el público, sabedor de quién tenía enfrente, espetaba alegres y sentidos ¡olés!, porque la música de Jorge Pardo transita entre el flamenco y el jazz por derecho propio, como dicen los gitanos.

«Como decía Camarón, vamos a empezar por alegrías, y luego, ya veremos». Con estas palabras, nada casuales, daba paso Jorge Pardo a su particular cátedra de flamenco-jazz. Un repaso por el repertorio de su último disco, Huellas, donde demuestra que a sus 48 años continúa por la senda de la experimentación. Para hacerse una idea, por Huellas pasaron un total de cincuenta músicos. Una proeza nacida de la necesidad a falta de medios para pagar una formación estable, Jorge Pardo recurrió al sencillo trueque de hoy tocas para mí, mañana toco para ti, una proeza por la que desfilaron instrumentos nunca antes escuchados en melodías flamencas, como el trombón, la marimba, el vibráfono o la armónica. Una maravilla para los sentidos que llegó justo cuando la Academia de Jazz francesa le nombró mejor músico de jazz de Europa, el año pasado.

Sin el arropo ni los colores de la gama de instrumentos del disco, Jorge Pardo llegó a Palencia en formación de cuarteto, con tres diestros en lo suyo. Como maestro de ceremonías, Pardo dictaba a quién le tocaba jugar en solitario. Quien más y mejor se lo pasó anoche fue sin duda José Manuel Ruíz El Bandolero. Un torbellino al que se le multiplican los brazos en el escenario. Un percusionista que en lugar de sentarse en un pequeño taburete, lo hacía sobre un cajón, por si a alguien todavía le quedaban dudas de en qué concierto estaba.

A mitad del recital, tras un precioso solo del contrabajista Pablo Báez, se unió El Bandolero. Un momento intimista que recordó a dos figuras fundamentales en la música de Jorge Pardo: el bajista Carles Benavent y el percusionista Tino di Geraldo, que de alguna manera siguen presentes en sus conciertos.

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La otra espada de la noche, Ricardo Moreno, recorrió el mástil de su guitarra con la gracia que le aporta el repertorio que interpretó. Y es que las bulerías dan mucho juego, y ayer se notó. Entre jaleos y soleás, uno de los momentos más bellos estuvo en la magistral introducción del tema Chungalí, que Jorge Pardo se sacó de la manga con el saxo tenor.

Otro genio para este sábado

Cada año el jazz nacional cuenta con más y mejores maestros. Y aunque algunos piensen que esta música en España no tiene mucha historia, los organizadores de la primera edición del Jazz Palencia Festival han sido capaces de juntar en el mismo cartel a dos históricos, no ya solo del jazz patrio, sino de esta música en general.

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Tras el jazz-flamenco de Jorge Pardo y los suyos, llega hoy Pedro Iturralde, algo así como el profeta del jazz español. No extraña que el mismo Jorge Pardo recuerde cuando se le pregunta por la originalidad de su música, el disco que grabó Pedro Iturralde en 1967 bajo el halagüeño título de Flamenco-Jazz.

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