J. Olano Olazabal
Jueves, 20 de noviembre 2014, 12:17
La mancha festiva se extendió por toda la provincia durante el verano y la geografía palentina quedó casi limpia hasta el próximo estío, pero hay algunos municipios en los que la tradición manda por encima de la época del año. Así, a caballo entre el otoño y el invierno, Micieces de Ojeda se encuentra inmerso en la fiesta de su patrona, la Virgen de la Calle. No se han confundido, a pesar de que muchos palentinos asocien esta celebración con el 2 de febrero, día de las Candelas y fiesta en la capital palentina. Pero en Micieces de Ojeda la fiesta de la Virgen de la Calle siempre se ha celebrado el 21 de noviembre, al menos desde que tienen uso de razón los vecinos, medio centenar de forma fija y hasta un ciento empadronados.
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Así lo atestigua el alcalde, Jerónimo Bravo, quien resalta la importancia de la Virgen de la Calle en la vida de los vecinos. No se trata de las fiestas patronales, que son en San Lorenzo, pero hasta una prueba de la importancia de la Virgen de la Calle es que la ermita dedicada a la patrona se encuentra en pleno casco urbano, mientras que la iglesia parroquial, de San Julián y Santa Basilisa, está a 400 metros del pueblo y por tanto solo queda para las misas del domingo veraniegas.
La fiesta de la Virgen de la Calle del viernes tiene un prólogo de lo más festivo y curioso, con un fuerte peso de la tradición. Yes que desde primera hora de la tarde de hoy se disputarán partidas de brisca, tanto en el bar del pueblo como en el teleclub. La apuesta no es el café o el refresco que les acompaña a pasar la tarde junto al juego de cartas, sino una tableta de chocolate, de marca Mata, la de Herrera de Pisuerga de toda la vida.
Para ello, el bar, el teleclub y hasta la asociación de amas de casa se han hecho con una buena compra de libras de chocolate. Los tres contrincantes de cada equipo de brisca que ganan se llevan la tableta para casa para hacerse un chocolate calentito, como manda la costumbre. Hace unos años, cuando las casas estaban más pobladas, las familias se lo tomaban en casa, pero ahora es más común ver a los vecinos y visitantes reunidos en el teleclub, donde también desde hace unos años celebran una cena de hermandad. Este año, el menú que se servirá serán patatas con bacalao, y todo ello después de las partidas de cartas y antes del rosario de las 19:30 horas, el que dedican a la Virgen de la Calle en la víspera de la celebración.
Micieces de Ojeda recuperó también hace unos años otra de sus tradiciones más populares, que era la que se celebraba la noche de Santa Brígida, el 1 de febrero. Los mozos se reunían para voltear las campanas durante toda la noche, después de cenar lo que previamente habían recogido gracias a la generosidad de los vecinos. Pero, sobre todo, era una noche de contar historias y hazañas. Es muy diversa la interpretación que se da a esta noche. Unos piensan que se debe a la cristianización de un tradicional culto celta que tenía que ver con los fenómenos naturales, otros que el toque de campanas es para ahuyentar las tormentas y la tercera teoría se corresponde con la celebración religiosa de la santa sueca que vivió en el siglo XIV y cuya devoción se extendió por toda Europa a finales de la Edad Media.
Ayuda de Payo de Ojeda
Después, todos partirán hacia la hoguera, de la que también se desconocen los orígenes, pues generalmente están ligadas al solsticio de verano. Allí se quemará la leña traída del monte por los jóvenes, los mozos de antaño. Hoy en día también colaboran aunque ya no son tantos como antes, como destaca el alcalde de Micieces, si bien son ayudados fundamentalmente por los de Payo de Ojeda, el pueblo situado a tres kilómetros y con el que mantienen una excelente relación.
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Antaño asaban patatas a las ascuas de la hoguera, aprovechando que es el producto más típico de la zona y también para festejar que había terminado su recogida, a la que se entregaban como modo de vida la mayoría de los vecinos.
Y aunque los tiempos han cambiado, Micieces de Ojeda trata de mantener la tradición al estado puro, por ello también al calor de la fogata se celebra la singular batalla de los pelusos. Se trata de atizarse unos a otros con los frutos secos de la espadaña o anea, planta muy común en los arroyos de la zona y que tienen recogidos desde finales del verano. Los que participan en la pelea terminan emplumados con sus semillas, que en eso consiste la batalla.
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La implicación de los vecinos ha permitido que la tradicional hoguera de los festejos de noviembre no sea solo un recuerdo en la mente de los mayores. «Si no fuera por el esfuerzo que todos acometen no tendría lugar el reparto del guiso de patatas, el tradicional rosario en la ermita, la hoguera o la batalla de los pelusos. Si no fuera por el empeño de todos, la fiesta se hubiera perdido, incluidas las partidas de cartas y el chocolate al humo», agrega el alcalde de Micieces de Ojeda.
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