Fernando Caballero
Sábado, 16 de agosto 2014, 13:04
Prolífico autor palentino, Germán Díez Barrio (Buenavista de Valdavia, 1952) ha abordado todos los géneros literarios y casi todas las temáticas. Ahora se ha estrenado en uno nuevo, la novela histórica, con El cocinero del rey, que quedó finalista en el II Premio Alexandre Dumas de Novela Histórica y que ahora ha editado el sello M. A. R. La obra se adentra en la vida de un personaje de ficción, Juan de Valdavia, al que hace nacer en su mismo pueblo, que entonces se llamaba Agüero y que llegó a ser cocinero de Felipe II, en cuyo reinado se ambienta.
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El autor reconoce que aunque ya escribió sobre Pedro I el Cruel no dejaron de ser unos «primeros pinitos». «Ahora es la primera vez que abordo una novela desde el punto de vista histórico. Me ha llevado mucho tiempo y dedicación completarla, y estoy muy contento con el resultado final. Después de concluir El cocinero del rey, me he dedicado a investigar sobre Felipe IV. Como parece que voy con los felipes de dos en dos, el siguiente tendrá que ser Felipe VI», ironiza Germán Díez Barrio.
El escritor justifica que haya escrito sobre la época de Felipe II, la segunda mitad del siglo XVI, «porque me gusta la historia, el arte, la literatura, la cultura, las costumbres». «Fue el último monarca realmente poderoso. Después de él, el reino y los gobernantes no son ni su sombra», opina.
La novela transcurre entre la realidad histórica y la ficción. «Son reales todas las referencias históricas, los lugares por donde pasan los personajes, la ambientación, la vida que llevaban, la gastronomía, todo lo referido a Felipe II, su vida y su política. Me he inventado las situaciones, que son todas verosímiles, y el protagonista, Juan de Valdavia, que es el hilo conductor de la novela», explica Díez Barrio.
La provincia de Palencia está muy presente en la obra. El protagonista sale de Buenavista, recorre varios lugares, Carrión de los Condes, Dueñas, Palencia y Valladolid, hasta que por fin llega a la Corte instalada en Madrid. «Quise que el protagonista saliera de mi pueblo y recorriera las tierras palentinas como un homenaje a una provincia que debemos ensalzar todos», señala el autor. «Los escenarios son reales, pero las situaciones me las he inventado yo, procurando que fueran creíbles. En Carrión, Juan de Valdavia se queda a dormir en una posada, y al día siguiente pasea por sus calles y empeña, en casa de un hábil judío, una sortija que llevaba con intención de continuar viaje. En Palencia, además de visitar la catedral, la iglesia de San Miguel y recorrer sus calles, tiene una aventura en una taberna: pretende acostarse por la noche con una joven y por confusión cae en brazos de la tabernera, una mujer mayor y fofa. En Dueñas, visita un lupanar y le dejan desplumado, sin posibilidad de denunciar el robo», relata el escritor.
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El proceso de documentación que ha seguido Germán Díez ha sido amplio. Para escribir El cocinero del rey se ha basado en libros de historia, en biografías sobre Felipe II, en documentos sobre Antonio Pérez, la princesa Éboli y Juan Escobedo, en libros y recetas de la gastronomía de la época, en el libro Buenavista de Valdavia y su barrio, de Maximino Marcos Gregorio «Ha sido un trabajo muy lento y laborioso, una investigación minuciosa en la que he tenido de desechar mucha información de la obtenida hasta llegar a la esencia del relato histórico», señala.
Entre las muchas informaciones que ha recapitulado, no podía faltar la gastronomía, en concreto la alimentación del rey Felipe II. «Aunque no era tan tragaldabas como su padre, Carlos I, le gustaba comer y disfrutaba con la variedad de platos y guisos que se servían en la Corte. Comía cinco o seis veces al día, eran comidas copiosas a base de carne de caza, jamón, tocino, mollejas, mariscos frescos y en conserva, arenques, anchoas Le gustaba mucho la perdiz escabechada, los solomos de vaca rellenos, palomas torcaces con salsa de almendras, pollos asados con su salsa, abundancia de carne, mazapán real. Padecía la enfermedad de la gota, el mal de los reyes, de transmisión hereditaria, que él fue agravando con una dieta que despreciaba las verduras y frutas y se basaba en la carne. Le gustaba la cerveza, que es mala para la gota por el alto contenido de lúpulo que tiene. Comía bien, que para eso era el rey», según describe Díez Barrio.
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