Fernando Caballero
Lunes, 21 de julio 2014, 12:05
Fue el 22 de julio de 1928. Los monjes cistercienses habían llegado al monasterio de San Isidro en 1891 desde Santa María del Desierto, en Francia, para fundar una comunidad en el edificio que hasta 1835 habían ocupado los benedictinos y que tuvieron que abandonar para cumplir las leyes desamortizadoras del ministro Mendizábal.
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Desde 1891, los monjes blancos trabajaron para restaurar las dependencias monásticas, que desde la desamortización estaban abandonadas u ocupadas por una explotación agraria. Cuando consideraron que la iglesia del monasterio estaba suficientemente preparada, se celebró la ceremonia de dedicación, que tuvo como finalidad consagrar el templo para el culto.
La iglesia podía estar ya dedicada por los benedictinos, pero los cisterciense, ante el abandono que había sufrido y sin testimonios documentales de una primera dedicación, celebraron la ceremonia e instalaron doce cruces distribuidas por el templo, que son el símbolo iconográfico de la dedicación de una iglesia. Originariamente, también se colocaba en cada cruz una vela, pero estas no han pervivido en los templos.
San Isidro de Dueñas consagró su iglesia al culto divino el 22 de julio de 1928. Todos los años, los monjes cistercienses conmemoran esta efemérides con una misa solemne, en una de las celebraciones litúrgicas más importantes que programan en el calendario anual. La misa de mañana comenzará a las 11:00 horas. La prensa se cita un periódico del día siguiente definió la jornada que vivió el monasterio como una «fiesta excepcional por el mundano bullicio y la inusitada animación» que aportaron los «numerosos invitados, los fervientes fieles y las gentes sencillas de los pueblos cercanos».
Los actos religiosos comenzaron a las nueve de la mañana. La consagración la presidió el nuncio del Papa, Federico Tedeschini, acompañado por numerosas dignidades eclesiásticas, entre obispos, canónigos y abades de otros monasterios. Escribe el cronista que «las solemnísimas y largas prácticas religiosas de la consagración resultaron de una brillantez sublime y conmovedora, siendo seguidas con fervorosidad inusitada por los invitados y por el numeroso grupo de fieles que acudieron al monasterio». «Por completo llenaban la iglesia», se refirió el periodista en otro momento de la crónica para referirse al público.
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La duración del acto de consagración aconsejó sustituir la misa pontifical que había de celebrarse por una misa rezada, en la que ofició el abad del monasterio francés Santa María del Desierto, de donde procedían los monjes cistercientes que ocuparon San Isidro de Dueñas.
Finalizados los actos de la consagración y la misa tuvo lugar en los comedores de la comunidad un banquete oficial al que acudieron más de cien invitados, que se sentaron en unas mesas «elegantemente adornadas con flores naturales». Entre los invitados, figuraba el director del diario madrileño El debate, Ángel Herrera Oria, que en 1940 se ordenó sacerdote y 25 años más tarde fue proclamado cardenal. Al término de la comida los monjes, dirigidos por el organista, «entonaron bonitos y graciosos motetes en latín».
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Para ensalzar la importancia del acto que había vivido el monasterio el día anterior, el cronista termina con un dato curioso: Entonces eran muy pocos los templos que podían ostentar este honor de la dedicación y que desde 1835 fecha de la desamortización no se había celebrado consagración alguna completa en ninguna de las iglesias españolas.
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