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raquel martí
Sábado, 21 de junio 2014, 11:25
Monumentos, fachadas, aceras, coches, canalones... El fósforo y el ácido que contiene el excremento de las palomas provocan graves perjuicios en todos esos elementos, además de afear lugares insignes donde anidan y donde dejan sus deyecciones. Para controlar la población de estas aves y evitar daños en los lugares más emblemáticos de la ciudad, en el mobiliario urbano y en los bienes de los palentinos, el Ayuntamiento de Palencia desarrolla cada año cuatro campañas de captura de palomas. Se trata de una mejora contemplada en el contrato que el consistorio tiene suscrito con Urbaser empresa concesionaria del servicio de limpieza.
«Las campañas de captura generalmente se reparten en las cuatro estaciones del año, y la que se hace ahora es importante porque es una época de anidación, en la que podemos actuar con más consecuencias para su reproducción», explica el concejal de Medio Ambiente, Santiago Vázquez. «Aunque nos parezca que la población de palomas es continua en la ciudad, no es así, ya que cuando se empiece a cosechar se trasladan a comer al campo y la ciudad queda más desahogada, pero en el momento en que se acaba la comida porque se aran las tierras, regresan a la ciudad», apostilla el edil.
Los métodos de captura varían según la época del año. El que se está realizando en la actualidad consiste en la colocación de dos jaulas de grandes dimensiones colocadas en dos vaquerías de la capital palentina, una ubicada en el paseo Padre Faustino Calvo y otra en el Camino de Collantes. Las puertas de las jaulas, con capacidad cada una para unas 300 aves, se dejan abiertas para ir cebando a los animales y que se acostumbren a comer allí. Una vez conseguido el objetivo, se procede a su captura y retirada por una empresa subcontratada por Urbaser que se encarga de la captura de palomas en distintos puntos de España.
«El éxito de las campañas viene influenciado por la época del año y la zona donde se hacen. En esta ocasión se han elegido estas dos vaquerías porque las palomas suelen acudir a las zonas donde hay ganado por el pienso que hay allí», asegura Santiago Vázquez. «Hay veces que hay más éxito y otras, menos, pero en general se está retirando bastante población, porque se reproducen con mucha facilidad, son una plaga», incide el concejal, quien señala que las campañas, además de por la época del año, se realizan teniendo en cuenta los avisos de los vecinos que llegan a la Concejalía de Medio Ambiente por las molestias y los gastos que la limpieza de los canalones de los edificios ocasiona a las comunidades de vecinos.
El éxito de la actual campaña de captura se ha visto condicionado por el incendio que se produjo el 1 de junio en la vaquería del Camino de Collantes, un fuego que ha espantado a las palomas. «El experto de la empresa a la que contratamos para capturar las palomas estuvo el pasado sábado en Palencia y nos ha dicho que el incendio de la vaquería podría haber ahuyentado al 80% de las palomas a las que estábamos dando de comer, lo que es una malísima noticia», se lamenta José Miguel Gil, gerente de Urbaser. «Aún así, nos ha dicho que vendrá a finales de la próxima semana para enseñarnos un nuevo método de captura, aunque ahora que empieza la cosecha y las palomas desaparecen de las ciudades, será más complicado que surta efecto», agrega.
De manera paralela a las tareas de captura de palomas, Urbaser está desarrollando una campaña de limpieza de los bancos de la ciudad, de cara al verano y a la mayor afluencia de vecinos en las plazas y parques. «Estamos invirtiendo un montón de productos, de horas y de gasoil en nuestras máquinas, pero ¿cuánto va a durar?, se pregunta José Miguel Gil, quien cree que hay que concienciar a la población para que no alimente a estas aves y evitar que campen a sus anchas por la ciudad. «Tendría que estar totalmente prohibido darlas de comer, por seguridad ambiental y porque transmiten cantidad de enfermedades a la población», insiste el gerente de Urbaser.
La iglesia de San Pablo es uno de los monumentos más afectados por las palomas y sus excrementos, según reconoce José Miguel Gil, «porque anidan en los tejados y en las cornisas y nadie se ha preocupado de destruir los nidos», abunda. También la catedral es otro de los monumentos más afectados, así como las columnas de los soportales de la Calle Mayor. «Es un daño irreparable a veces el que hacen a los monumentos, y no siempre somos conscientes de ello», concluye Gil.
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