Cuatro palabras concentradas en un 'hashtag' para definir una situación. #YoparoxLeon. Bajo esa etiqueta miles de leoneses, hasta 50.000 según los sindicatos y 25.000 según las fuerzas de seguridad, secundaron en la provincia de León el pasado jueves una jornada de movilización para ... gritar a pie de calle lo que es una evidencia: esta tierra, la de todos, agoniza.
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Ignorar la evidencia, obviar lo que sucede en León, es un torpe ejercicio de cinismo que evidencia las diferencias sociales, políticas y culturales que se esconden en esta comunidad, la de todos, la de las dos regiones.
Dejar a un lado lo sucedido, como si se tratara de un mal sueño, supera lo que en otro tiempo podría calificarse como una simple indiferencia.
León, todo León, ha salido de nuevo para tomar la calle con el convencimiento de que hoy por hoy nadie o casi nadie quiere entender su realidad. Y no es un problema de números porque en esos 50.000 (o 25.000) convocados existía una nutrida representación de toda la sociedad.
Luego en esta ocasión no vale el minimizar lo sucedido, cuyo calado es brutal salvo para quienes viven encandilados mirando el aleteo de las mariposas. A pie de calle y con la bandera de León acudieron a manifestarse los representantes del Partido Popular, el 'establishment' del PSOE provincial, Podemos, Ciudadanos, Izquierda Unida o los leonesistas enfervorizados por la ocasión.
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Y a su lado, estuvieron los representantes sindicales, convocantes en esta ocasión, y las organizaciones empresariales, y los colectivos culturales, sociales y deportivos de la ciudad, de la provincia.
Esto es, quienes gritaron, quienes se unieron, quienes levantaron la bandera y quienes mostraron su descontento no son, ni de lejos, un sector aislado, mosqueado, minoritario, un grupito corto, indiferente, minúsculo o tontorrón. No es así.
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Allí, el pasado jueves, existía una carga representativa política y social de tal calado que es imposible abstraerse de la misma.
Que eso haya sucedido en un momento como el actual, tras dos años de pandemia, deja ver el estado emocional en el que vive la sociedad leonesa y el hartazgo que ya muestra hacia el comportamiento político que aprecia en el entorno.
Y esta tormenta no va a pasar. Evidentemente, no pasará. León, la provincia, se retuerce cada día por los reiterados incumplimientos (Torneros, las UCI del hospital, la León-Valladolid, la Ciudad del Mayor, la anunciada descentralización de una comunidad sin capital) y todo mientras pierde diez habitantes cada jornada o mientras soporta con rabia contenida unos datos macroeconómicos insultantes.
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Habrá quien siga con su discurso, inalterable, fermentado por el tiempo y envuelto en papel de bocadillo.
Habrá quien diga que aquí no ha pasado nada o que, simplemente, insista en ese sermón instalado de que lo importante está por venir, que las sombras de hoy serán luces en el mañana. Incluso llegará quien intente minimizar lo sucedido descafeinando la representación de sus propios compañeros de partido hasta engañarse a sí mismo: '50.000 (o 25.000) de 450.000, tampoco son tantos, un puñadito sin importancia'.
Y así seguirá enquistándose el problema, y así seguirá el engaño, y así vivirán felices quienes no saben o no quieren saber la solución a una situación real, cierta y evidente.
León se muere, y esta es una evidencia notable, y hay políticos que lo consienten (o lo fomentan). Allá ellos. El aviso está en la calle. Verlo o no solo es una cuestión de inteligencia (política).
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