![Whitman y las traducciones](https://s1.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/201908/26/media/cortadas/whitman-ktzH-U801060852519hK-1248x770@El%20Norte.jpg)
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Es muy divertido comprobar cómo ciertas traducciones rompen la tradición traductora, dando un sentido diferente a los textos originales al trasladarlos al castellano. Me explico, de todas las ediciones que de Kafka se han hecho, lo mismo da sus cuentos que sus novelas, el título de su pieza literaria más conocida, 'La metamorfosis', parece que no está bien traducida. Según una nueva publicación, la versión correcta, que ya manifestó Borges, es 'La transformación'. Particularmente no espero, de momento, desterrar 'La metamorfosis y otros cuentos' de los anaqueles de mi biblioteca. Difícil de leer es Proust como para andar, como simple lector, comparando diferentes traducciones de 'A la recherche du temps perdu'. Si toda la vida leímos 'En busca del tiempo perdido', traducida por Salinas, en la editorial Alianza, ahora lo transforman en 'A la búsqueda del tiempo perdido'. De igual manera 'Por el camino de Swann' ('Du côté de chez Swann') en la nueva edición leemos 'Por la parte de Swann'. Nuevamente pequeños -o grandes- matices.
Flaubert también se encuentra entre los nuevamente traducidos. En esta ocasión para mejorar su comprensión. Me suena más castellano, aunque inusual, 'Señora Bovary'. Bienvenida sea la traducción original, publicada por entregas en la 'Revue de Paris' y olvidemos las interpretaciones que de la novela ha hecho la vampírica industria del cine. Desde el clásico dirigido por Jean Renoir en 1932, a la famosa de Vicente Minnelli, sin olvidar la versión de Chabrol, en la 'Nouvelle Vague', o, 'Las razones del corazón' de Arturo Ripstein. La literatura sigue siendo la envidia del cine.
Nuestro protagonista es un bardo, un juglar, un vagabundo, un poeta, un patriota, un demócrata. Leyendo a Walt Whitman (1819-1892) pensamos que la poesía, el poeta nace salvaje, es un producto natural, silvestre, que se alimenta, se abona con la propia realidad sin contaminar o en su caso inmune a la nociva enfermedad del artificio, de lo sofisticado. Entendiendo la poesía, sus versos, como un producto inmaculado que florece espontáneamente. Panteísta, endógena, que brota de su propio ser, engendrada en su anatomía, en sus entrañas, así es, 'Hojas de Hierba' o 'Briznas de Hierba', como titulan algunas traducciones el original, 'Leaves of Grass'. Cierto que el primitivo narcisismo que leí en 'Canto a mí mismo', ('One's self I sing') me alejó de seguir leyendo su obra. Más tarde, reconciliado con su escritura gracias a la traducción de Borges, quien decía haber aprendido de sus predecesores y no presumir de aventajarlos en su versión «que oscila entre la interpretación personal y el rigor resignado». Un acierto por mi parte.
Los primeros doce poemas de autoedición, distribución y escasa venta aparecido sin título y como he dicho, de nula recepción por parte del público. Pero la suerte, o su buen hacer tuvo un receptor de alta valía literaria, Emerson, quien en una carta al propio Whitman se atrevió a declarar: «No soy ciego para el mérito del maravilloso don de 'Hojas de Hierba'. Me parece el más extraordinario producto del ingenio y la sabiduría que haya dado hasta hora Estados Unidos». Sin lugar a dudas estas alabanzas alentaron su democrático espíritu estadounidense e inspiraron una segunda edición que apareció bajo el título 'Poema de Walt Whitman, un americano', que en la edición posterior llamaría, 'Canto de mí mismo' ('Song of myself'). Corría el año 1856 y nuestro juglar comenzaba a llenar de poesía, de canto épico, de sentimientos líricos un vasto jardín que irá ampliando con nuevas hojas y un césped nuevo. Con treinta y seis años y una salud de hierro, como él mismo nos cuenta en uno de los versos, iniciaba hasta el final de sus días la obra literaria de su vida.
Hay que leer su lírica, sin olvidar su prosa, con fruición e imaginación; fantaseando, sintiendo, vislumbrado literatura, y olvidando su biografía. Lo que insufla vida, emoción, es la creación. Lo demás son aderezos dispensables, comentarios de segunda mano. El patriótico Whitman sufrió de sus paisanos los daños de la censura. Fue despedido de la Oficina de Asuntos Indios al juzgar James Harlan (secretario de Interior) que sus escritos eran obscenos. Seguro que leer: «He resuelto no cantar hoy más que cantares de efecto viril», desarboló la moral victoriana de aquella época.
No pudo participar, por la edad, en la Guerra de Secesión. Su presencia en el campo de batalla auxiliando a los soldados nos lo muestra en prosa en, 'Diarios de Guerra' y nos estremecernos con los versos de 'Redobles de tambor' y en uno de sus poemas más brillantes recordando al presidente Lincoln, 'La última vez que florecieron los lirios en el jardín'. Es recomendable, después de haber disfrutado con sus 'Song', no dejemos de leer 'Una mirada a los caminos recorridos', últimas impresiones de un poeta que, sin querer romper con el pasado, del que se llenó leyéndolo, junto a la naturaleza, el Antiguo y Nuevo Testamento, Shakespeare, Esquilo, Sófocles, los viejos Nibelungos alemanes, 'La Ilíada', etcétera, abrió un nuevo camino a la creación literaria. Y quiero cerrar estas líneas con un verso en el que muestra sin prejuicios su amor al mundo: «Quisiera que fuesen los poemas de las mujeres tanto como de los hombres». Amén.
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