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Rodrigo Jiménez
A vueltas con el escudo del Pucela
Óxidos y vallisoletanías

A vueltas con el escudo del Pucela

El problema seguramente no haya sido de diseño sino de comunicación. El Real Valladolid no ha comunicado bien el cambio

José F. Peláez

Valladolid

Viernes, 1 de diciembre 2023, 00:08

Anda el patio revuelto con el asunto del referéndum. No, no se lleven las manos a la cabeza que no hablamos de Cataluña, qué hartura, por Dios. Por una vez hablamos de cosas más importantes, asuntos de gente más civilizada. En concreto del Real Valladolid. Recordemos que Ronaldo cambió en su día el escudo del Pucela de modo unilateral, provocando una división grande entre la afición. A unos les gustó el cambio, a la mayoría no tanto. Vaya por delante que a mí sí que me gusta el escudo nuevo. Es más, me gusta mucho. Es un buen trabajo y consigue todos los objetivos que el club se había marcado, entre ellos, mucho me temo, adaptarse a los entornos digitales, a las pantallas y a los dispositivos electrónicos que es como se consume casi en su totalidad el escudo del Real Valladolid. Por muchos motivos creo que es un buen trabajo.

Pero eso no quiere decir que el anterior escudo no me gustara. Es más, también me encanta. Nuestro escudo tradicional es uno de los más bonitos de la Liga, si no directamente el que más. ¿Qué pasa entonces? El problema vendría de que no funcionara ninguno y no de que funcionen los dos. Pues me temo que no. El problema seguramente no haya sido de diseño sino de comunicación. El Real Valladolid no ha comunicado bien el cambio, los tiempos, las fases, no ha sabido explicar por qué se tomaba esta decisión, qué se pretendía, cual era la necesidad que subyacía, por qué ese escudo y no otro, qué es un escudo y qué es un logo, qué es lo institucional y qué es lo operativo, cual era el riesgo de no cambiar, las oportunidades de hacerlo, las amenazas de no dar el paso, etc. Y, sobre todo, hacer todo eso desde la humildad y no desde la soberbia y la arrogancia. Respetando a la masa social, a la ciudad y explicando muy bien todo, con mucho cariño y sin tratar a la gente como si fuera idiota. Porque no lo es.

Pero, por encima de todo, Ronaldo ha de entender que no puede hacer lo que quiera. Él no es el dueño del Real Valladolid. Solamente es el dueño de las acciones. Y esto puede parecer un matiz, pero es algo trascendental. El Real Valladolid no es solo una sociedad anónima sino un activo de la ciudad. Y, en cualquier caso, una empresa es una realidad que, por supuesto, responde ante unos accionistas. Pero también ante unos clientes. Y ante unos proveedores. Y ante los empleados. Y juega un papel determinante en la sociedad en la que desarrolla su actividad. Y se relaciona con las instituciones, con la administración, con los medios de comunicación, con los agentes sociales, con la Universidad e incluso con su propia competencia. Entender la empresa solamente como un instrumento jurídico para ganar dinero es erróneo, limitador y obsoleto. Pero es un error mayor aún creer que estar jurídicamente habilitado para tomar ciertas decisiones es lo mismo que poder tomarlas. La autoridad no se compra. Se compran las mayorías, pero no el liderazgo. Si las decisiones no están basadas en un motivo inequívocamente bueno para sus públicos, parecen arbitrarias. Y resulta que el Real Valladolid no vende patatas, galletas ni latas de atún. El Real Valladolid vende ilusión, pertenencia y vínculos emocionales que se construyen sobre lo simbólico. Y cuando se opera en lo simbólico, como es el caso del escudo, hay ciertas decisiones que ya no te pertenecen en exclusiva, porque transcienden lo mercantil para entrar en lo afectivo.

Al grano. Yo creo que el cambio era necesario pero la comunicación del cambio ha sido mala. Y posiblemente ambos escudos puedan convivir: el antiguo para lo institucional, para 'papel' y para la camiseta. El nuevo quizá pueda actuar como logo en entornos digitales, videojuegos y redes. Merece un estudio grande y, sin duda, la directiva tiene los recursos y el conocimiento para hacerlo. Telefónica y Movistar pueden ser un ejemplo.

Pero, sobre todo, la decisión no puede decidirse en referéndum. O conviene o no conviene. Y si conviene se hace, pero se hace bien, ganándose a la afición, respetándola, convenciendo desde la humidad y lo didáctico y asumiendo los costes, como cuando te cargas a un entrenador o fichas a un portero. Y sobre todo sin soberbia. La lejanía del club con la ciudad es hoy por hoy enorme y me temo que estas son las consecuencias de un modo de actuar y una gestión mejorable en ese aspecto.

Pero, rizando el rizo: si haces un referéndum lo haces bien. No se puede engañar a la gente, no se puede manipular, no se pueden poner reglas 'creativas' ni ampliar o reducir plazos a demanda porque el resultado, sea el que sea, no solucionará nada. Recordemos que el club exige ahora mayoría de entre los socios, es decir, que 11000 socios voten que no hay cambio cuando, en realidad, deberían aceptar la mayoría de entre los que voten. Si votan solo 7000 y los 7000 votan que quieren el antiguo, ¿de verdad van a hacernos creer que la masa social quiere el nuevo? Y aun hay más, en un nuevo giro de guion, deciden ahora aplazarlo, dando muestras inequívocas de que están perdidos e improvisando.

En fin, estamos ante un caso de libro de mala gestión del cambio, de mala gestión de la comunicación y, posteriormente, de mala gestión de una crisis. La gente en Valladolid es reacia a cualquier cambio y eso hay que saberlo para gestionarlo. Pero la gente en Valladolid es mucho más reacia todavía a que la tomen el pelo y la traten como si fuera una masa pueblerina que actúa como actúa porque 'no sabe'. Creo que Ronaldo ha sido bueno para el Real Valladolid. Sé que no todo el mundo comparte esto, pero yo no puedo sino defender lo que pienso. Otra cosa sería deshonesta. Pero creo también que la directiva no ha conseguido, en ningún momento, mostrarse cercana e involucrada ni en la ciudad ni en la provincia. Actúa como si el factor territorial-afectivo no existiera, como si Valladolid no fuera con ellos y relacionándose de modo muy frío con todos.

Yo no soy socio, pero si lo fuera votaría quedarme con el escudo nuevo. Tampoco soy el dueño, pero si lo fuera buscaría la manera para que ambos convivieran, como he explicado, y sin referendos pseudo fraudulentos. Pero, en cualquier caso, creo que el club debe pensar seriamente si esta manera de actuar errática, sin liderazgo, opaca y casi funcionarial es la más adecuada para construir relaciones honestas y ganadoras. Una marca es mucho más que un escudo. La imagen es solo la parte visible de la identidad. Y el problema, me temo, no es otro que ese.

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