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Lo importante era calcular el precio final del material sanitario que necesitaba el Ayuntamiento de Madrid, siempre y cuando incluyeran las cifras millonarias que se embolsarían un par de comisionistas sin escrúpulos. Las cifras de muertos subían sin parar y la buena calidad del material ... importado debía de ser un asunto de menor cuantía. Lo importante era conseguirlo.
La ética comercial parecía no provocar ningún dolor de cabeza. Para esos amigos, era una cuestión que se suponía irrelevante. Adela Cortina, catedrática de Ética de la Universidad de Valencia, sostiene que la ética sirve, entre otras cosas, para abaratar costes en dinero y sufrimiento en todo aquello que está en nuestras manos lograr, en aquello que sí depende de nosotros. Que es más prudente cooperar que buscar el máximo beneficio individual. Una reflexión que fue ignorada por los comisionistas, Alberto Luceño y Luis Medina. ¿Para qué tenerla en cuenta?
Pero, ahora, lo que importa es analizar por qué motivos alguien del entorno de la Alcaldía facilitó la forma de contactar con el departamento que realizaba esas adjudicaciones y por qué cuando se abonó el material no se profundizó en el contenido de la factura. Si los comisionistas se embolsaron casi seis millones de euros, eso supone no solo una afrenta para todos los madrileños, sino también para todos aquellos que padecieron la enfermedad.
En todo caso, el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, ya ha comunicado a la Fiscalía que se presentará como parte perjudicada. Mientras, el Ayuntamiento debe de estar revisando los pliegos de adjudicación del material contratado, porque si el precio estaba inflado en un 148%, según la querella del Ministerio Público, es difícil asumir que ningún control municipal lo detectara. A alguno se le debería caer la cara de vergüenza por no enterarse de lo que estaba ocurriendo mientras la gente enfermaba y moría.
Una comisión millonaria que, para escarnio de todos los madrileños y de los que padecieron la enfermedad, permitió a los autores del pelotazo adquirir vehículos de lujo, un yate, un chalé de alto 'standing' y algunas bagatelas más de ese calibre, aunque todo esto ahora les ha sido embargado. La urgencia por conseguir mascarillas, batas estériles, guantes, protectores de calzado, era innegable, pero sin renunciar al mantenimiento de los controles antifraude. Como imprescindible fue la contratación de personal especializado para que no colapsara el sistema hospitalario. Pero, ahora, centenares de esos sanitarios que se dejaron la piel acaban de ser despedidos.
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