Sube la gasolina y nos deja la playa unos euros más lejos. Sube la electricidad y no nos acaba de dejar de ver la luz al final del túnel de las apreturas. Llegar hasta aquí no ha sido fácil. Y salir parece que cuesta, por ... más que nos queramos entregar en los brazos de esta euforia de final de guerra. «El que ha perdido un ojo conoce el valor del que le queda», dice el poeta metafísico George Herbert. Y con el ojo que nos queda no cabe sino mirar hacia adelante. Con cuidado de no volver a tropezar.
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Incluso el clima, o lo que queda de él, está por la labor de alargar un poco más la espera. «Post nubila phoebus», o sea, que detrás de las nubes está el sol. Y con nubes o sin ellas lo cierto es que este fin de semana, entre deportes y oposiciones, los hoteles de Valladolid están llenos. Las terrazas se colman, y si llueve, no será mala solución acudir a las recién abiertas barras de los bares. Un bar sin barra, ya se sabe, es como un jardín sin flores. Y en caso de tormenta, las barras de los bares pueden ser un buen lugar en el que olvidar que Castilla y León, campeona mundial de la represión pandémica, registró el año pasado el peor crecimiento vegetativo de España. Si se pudiera medir la tristeza como el crecimiento vegetativo, ¿qué lugar ocuparíamos en la clasificación?
Sin embargo hay que ser positivos. Como Sergio Ramos al despedirse de la Selección y del Real Madrid. Positivos y prudentes también como la ministra Calviño que, con el ojo que le queda, dice que la economía española está a punto de despegar, si bien no se atreve a hacer revisiones al alza sobre el crecimiento. Y eso que el ambiente es de ansia pura. Tal vez la perspectiva de liberarnos, en unas semanas, de los bozales (físicos), nos obnubila. Hasta el propio Garamendi, sin duda deslumbrado por el fulgor de la fotografía del Rey junto a Pere Aragonès, ha tenido que ser reconvenido por los suyos, para que modere el optimismo. La fórmula que relaciona la posible recuperación económica con la renuncia a nuevas aventuras segregacionistas es sencilla. Pero falsa.
En los conflictos, se dice, el dinero siempre ayuda. Pero eso no siempre funciona. Alemania, por ejemplo, se ha ofrecido a utilizar su dinero para defender a España frente a la ofensiva migratoria de Marruecos. Le ha dicho al vecino del sur de la Unión que si quiere esos 1.400 millones de euros que le prometió para reflotar su economía, debe dejar de jugar con los niños, con los pobres y con las fronteras. ¿Servirá en este caso el caramelo? No lo sé. Desde que Heródoto inauguró la historia, está por ver que el dinero que se le da al contrario para que nos deje de contrariar, se emplee para otra cosa que no sea aumentar su capacidad de contrariarnos.
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En fin, que mientras los chinos buscan un Colón que les lleve a convertirse en reyes de un nuevo mundo interplanetario, nosotros aquí no hacemos otra cosa que esperar un indulto. El indulto de una condena que ya suma un año, tres meses y cinco días desde el estado de alarma… Y la pregunta: una vez que los tirios tengan su indulto y los troyanos tengamos el nuestro, ¿ho tornarem a fer? Cinco a uno a que sí.
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