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Todos los aprendices de Nostradamus que han surgido como hongos tras el shock de la pandemia repiten el mismo mantra: «El mundo ya no volverá a ser como antes». En lo que parece que hay cierta unanimidad es en que volverán a cerrarse las ... fronteras. La ideología del 'sinfronterismo' tan arraigada en Europa desde finales de los años ochenta puede desvanecerse en favor de un resurgimiento de la soberanía de los estados-nación cuyos perfiles se han ido desdibujando y que ahora reclamarán de nuevo su papel. La guerra de Siria y las oleadas sin control de inmigrantes hacia Europa ya habían dejado tocada la creencia de que los dogmas de economía y humanismo sin fronteras se iban a extender sin fin. Pero la pandemia y sus consecuencias en el auto-aislamiento de los estados, la competencia feroz entre ellos por productos sanitarios y la ineficacia de la UE y Schengen los acabarán de pulverizar. El contagio global ha coincidido también con una movilización de los individuos sin límites en lo que se ha llamando turismo de masas. Un modo de vida, como dice Hubert Vedrine, despreocupado, hedonista, individualista y festivo. Un turismo de masas que en 2019 movilizó de un rincón a otro del planeta a 1.400 millones de viajeros y que para 2035 estaba previsto alcanzar 8.000 millones de viajeros.
La imagen de nacionales de todos los países clamando desesperados en sus embajadas exigiendo una repatriación urgente a casa es el paradigma de lo que pueden ser las nuevas tendencias: una mirada hacia dentro y un freno a la movilidad global. En paralelo, se pondrá en cuestión la economía 'casino', financiera y la deslocalización industrial hacia países emergentes buscando mano de obra barata sin otra consideración. Sin tener en cuenta ni su impacto en las economías locales, en el equilibrio ecológico, en la dependencia a intereses geoestratégicos de las grandes potencias. Deslocalización, costes baratos y cadena de valor. Esa ecuación puede entrar en una gran crisis a raíz de la pandemia y puede frenar un proceso que parecía imparable. Los observadores más perspicaces sostienen que después del COVID-19 habrá que crear un sistema multilateral suficientemente operativo porque OMS, ONU, G5, G7, G20 se han mostrado incapaces de afrontar un mundo acosado por un enemigo invisible e implacable. Que será necesario un sistema operacional de cooperación internacional capaz de detectar, alerta y coordinar ante pandemia futuras como la que ahora nos aterra. Toda la producción tenderá a la ecologización y las soberanías nacionales reclamarán su papel perdido en detrimento de una soberanía europea y transnacional (china) que habrá que volver a delimitar. ¿Cambio de modelo de vida, o, de civilización?
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