Ibarrola

Vivir y morir dignamente

«Jamás ha sido más necesario recurrir al saber heredado de los 'ancianos de la tribu' que en estos momentos para restablecer el vínculo con el pasado y su comprensión; para no perder el sentido del tiempo y de pertenencia»

Luis Díaz Viana

Valladolid

Sábado, 15 de octubre 2022, 00:51

Es preocupante tener que escuchar cómo algunos políticos critican la subida de pensiones y enfrentan las medidas en ese sentido a la falta de futuro de los jóvenes. Pues acaba de publicarse un libro de rotundo título e implicaciones difíciles de calibrar que apunta a ... lo problemático que resulta tal planteamiento: 'Morirán de forma indigna'. La obra ha sido escrita por un exconsejero de la Comunidad de Madrid que dimitió ante los protocolos que -según su versión- se estaban empezando a aplicar por parte del gobierno de dicha autonomía sobre los mayores que intentaban sobrevivir a la pandemia de la covid-19 en las residencias de la llamada tercera edad. Y hay un asunto que va más allá de las acusaciones cruzadas, el rechazo a asumir cualquier culpa o responsabilidad y la polémica política al respecto; más allá -incluso- de la investigación que -eventualmente- pueda llevarse a cabo desde el parlamento regional; y de la diatriba acerca de la 'oficialidad' o carácter tácito de tales protocolos.

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El tema de fondo atañe a la misma condición que el ser 'mayor', 'anciano', 'viejo' -o como queramos llamarlo- adquiere en nuestra actual sociedad; y los prejuicios que esto comporta para quien alcanza esa franja de edad (que suele situarse entre los 65 y los 90 o cien años). Ya que, en sociedades tenidas por avanzadas, dicha franja no deja de ampliarse a medida que el fatal fallecimiento se atrasa y aumentan las expectativas de vida. Sea la vejez esa edad que -como consideran los más optimistas- tiene en sí «todas las edades» o el engorro que supone para otros, lo que parece indudable es que las circunstancias que llevaba aparejado el llegar a ciertos años antes han cambiado notablemente hoy. Así, el problema que tanto inquieta a gobernantes y demógrafos también resulta susceptible de entenderse en cuanto conquista del tiempo presente.

De otro lado, el conjunto de estereotipos negativos acerca de la vejez que es denominado como 'edadismo' o 'viejismo' no encuentra nada bueno en estos cambios. Por el contrario, se traducirían en un mayor gasto sanitario, menos oportunidades y trabajo para los jóvenes, la onerosa carga que constituiría para estos soportar unas pensiones más extensas de lo esperable: en suma, una especie de amenaza constante contra el sistema y un pernicioso tapón generacional. Pero no es admisible que se condene al abandono o la muerte a los 'viejos' por serlo ni que, con demasiada frecuencia, en el ámbito sanitario la actitud de quienes atienden sea la de incómoda molestia ante el viejecito de turno, su torpeza de movimientos o esos innumerables achaques de los que no para de hablar.

Porque, preocupe o no, guste o no guste, somos durante más tiempo 'viejos' de lo que habíamos sido nunca hasta ahora; y habrá que adaptar los sistemas, recursos y legislaciones a esa realidad: jamás al revés. Somos más los mayores y lo somos en periodos cada vez más extensos. Lo cual se trata ya de un hecho, no de una probabilidad. De modo que se impone la flexibilidad ante los cambios: terminar -seguramente- con la obligatoriedad de jubilarse o de no hacerlo a unas edades determinadas. Cuantas menos obligaciones conlleve el sistema más opciones habrá de que se compense o equilibre a sí mismo.

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No es menos equivocado pensar que los mayores, aparte de ayudar como abuelos o actuar de 'monte de piedad' y vivienda gratuita en que refugiarse cuando vienen mal dadas, no sirvan para mucho más; pues no sólo ejercen voluntariados sociales tanto como los jóvenes. Aportan -también- experiencia y memoria, algo casi indispensable en la actualidad. Jamás ha sido más necesario recurrir al saber heredado de los 'ancianos de la tribu' que en estos momentos para restablecer el vínculo con el pasado y su comprensión; para no perder el sentido del tiempo y de pertenencia. Porque ha habido otras épocas, otros cambios, otras pandemias, otras guerras. Y nada más ellos son capaces de contárnoslo de forma que aprendamos de verdad y nos sepamos preparar para lo bueno y malo que vendrá; para discernir 'las voces de los ecos'; la verdad de los bulos; el patriotismo de los populismos y la demagogia de la política.

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