La visita de Monika

Con su tamaño y con su tono de voz germánico, que siempre acojona, la mujer se hizo acompañar por otros nueve eurodiputados para que vigilaran que nadie copiara en el examen. Y de esta forma estuvo de rastreo entre nosotros para evitar que los euros vuelen a otros nidos impropios, que aquí somos muy dados a confundirnos.

Monika y sus amigos pudieron comprobar que ya no somos ni sombra de lo que fuimos y no halló indicio alguno de fraude, que el dinero ha ido por su sitio. Que la corrupción ha sido oficialmente abolida desde que se ha reformado la malversación y, señora, que lo único que puede usted encontrar son cosillas que entroncan con la tradición de lo más granado entre los pícaros.

Pero a Monika no es fácil dársela, que en su Alemania cuentan con centenar y medio de clases diferentes de quesos, y antes de volverse con su alegre comitiva a su pueblo pidió transparencia para saber en qué nos lo vamos a pulir y sacó algún defectillo, como que la burocracia resta agilidad a la aplicación de los fondos. ¿Y en qué cree que nos lo gastamos? En burocracia, señora, que es tan enraizada tradición como la picaresca.