El virus, que no es comunero

El confinamiento no nos vuelve ni buenos ni malos; aburridos y acojonados tal vez. Suelo entrenar con la bicicleta de 'spinning' proyectándome las rampas de La Covatilla, sudo pero no voy por las redes dando recetas de psicomagia a todo este público cautivo que es España.

El sábado me dio por encender la chimenea, quise chamuscar un libro, 'Crisis', de un charlatán de esos a los que la industria editorial –otra que tal baila– ha venido vendiéndonos como gurú. La civilización solo la salvarán las bellas cajeras, los sanitarios bien pagados, la Guardia Civil, las yonkilatas de Juande y Apaolaza o los santos bolsillos de Amancio.

Yo veo que ya nadie da las caceroladas que se daban, que los niños de ciudad ya se empiezan a poner como las moscas en julio. Que los memes no son ya cachondos, sino pandémicos.

Este virus histórico y que nos mata ya se ha llevado a Bravo, Padilla y Maldonado en esta edición del 2020. Como si a pesar de las lluvias frías se hubiera secado el Hornija y sus regatos. El confinamiento no respeta ni a comunistas ni a comuneros, ni a liberales ni a mediopensionistas, y así llegamos a otro domingo de secuestro necesario.