El virus soy yo
Rincón por rincón ·
«El 'bicho' saca partido y se aprovecha de la irresponsabilidad de cada cual, del compadreo con cada uno de nosotros porque el virus, es cierto, somos todos y no lo queremos reconocer»Rincón por rincón ·
«El 'bicho' saca partido y se aprovecha de la irresponsabilidad de cada cual, del compadreo con cada uno de nosotros porque el virus, es cierto, somos todos y no lo queremos reconocer»El virus no está por el aire, en su mundo, recorriendo las calles de arriba abajo o esperando a la vuelta de la esquina. Bueno, también, pero quizá esa no sea la parte más importante de su día a día, o no resulte tan ... determinante como pudiera parecer.
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Que la pandemia rebrote con una actividad frenética, que de nuevo contamine cuanto sucede en la vida ordinaria, que tenga en jaque otra vez a la sanidad, la vida social, la educación y por encima de todo a la economía (sí, por encima de todo, porque la economía es clave en esta cuestión pese a que un aire de puritanismo relegue la cuestión como si no resultara clave) no es una cuestión aleatoria y ligada a determinados espacios temporales. El 'bicho' saca partido y se aprovecha de la irresponsabilidad de cada cual, del compadreo con cada uno de nosotros porque el virus, es cierto, somos todos y no lo queremos reconocer.
Casado (Verónica) e Igea (Francisco) han multiplicado sus mensajes durante semanas en una única dirección: la enorme importancia de la conciencia personal. Y la sociedad, marcada por ese cariñoso carácter mediterráneo, les ha respondido a ellos y a quienes han lanzado voces en la misma dirección con una pedorreta monumental, de esas que hacen época. El virus, no nos engañemos, se propaga entre la irresponsabilidad. De ahí derivan todos los males, los propios, los ajenos y los del más allá. En realidad, este ARS-CoV-2 es una condena multiplicada por nosotros mismos en un desconcertante empeño por vivir ajenos a la realidad y a las obligaciones. Solo la mascarilla y la higiene habrían sido suficiente para poner cerco a la propagación, y ni de eso se ha sido capaz como sociedad adulta que se debería ser.
En los últimos días desde León se ha lanzado una campaña que se resume en el lema 'La hostelería no es el virus'. Y no lo es, ni la hostelería, ni las playas, ni los jardines, ni el servicio de transporte público, ni siquiera las citas familiares bien ordenadas o el cariño de los amigos bien expresado. No nos engañemos, el problema es mucho más amplio y relevante. Al virus le invitamos entre todos y le ponemos café, copa y puro para animar su estancia con nosotros. Le facilitamos la vida tanto que se siente realmente cómodo. Mientras en Wuham se le ha perdido la pista en nuestro entorno le hemos incluido en nuestra lista personal de distribución. Todo lo que sea dar facilidades, paso al frente. Conocida nuestro nivel de responsabilidad, irresponsabilidad en realidad, en manos de nuestros gestores queda intentar poner orden en el desorden y prudencia en el desbarajuste. Ellos hoy se han convertido, o se deberían haber convertido, en una infranqueable línea de contención.
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Y por ahí tampoco nos ha sonreído la fortuna. Da igual que el gestor (político) sea nacional, autonómico o local. Es indiferente. No parece de recibo que con la experiencia previa el sistema sanitario no haya armado su estructura de forma conveniente, que el futuro de la educación se decida esta misma semana, a 15 días del inicio del curso escolar, como si se tratara de un asunto menor. No hay justificación para el descuido o la improvisación en el nuevo orden social.
La 'nueva normalidad' no era esto, o no debería serlo. La 'nueva normalidad' era saber convivir con un enemigo perfectamente identificado y recuperar hábitos y escenarios de un modo que no diera ventaja a quien nos invade. Si se piensa un minuto no es tan complicado, pero hemos preferido la locura. Y venga otra ronda.Una pena. El virus somos nosotros y, tristemente, también quien nos gobierna.
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