Arrimadas, en una pantalla de tablet, presidiendo telemáticamente el comité ejecutivo de Ciudadanos. Efe

El viraje de Ciudadanos

«Reducido a la mínima expresión, el partido de Arrimadas podría estar al borde de la desaparición si no lograse recomponer su figura y recuperar el lugar que nunca debió perder»

Antonio Papell

Valladolid

Miércoles, 15 de abril 2020

Ciudadanos, que hasta hace poco fue un feudo personal de Albert Rivera, ha contraído una gran responsabilidad histórica, difícil de perdonar, con este país, al que regateó caprichosamente la estabilidad que le debía después de las sucesivas decisiones electorales de los ciudadanos. Tras las elecciones ... del 28-A de 2019, en lugar de facilitar la gobernabilidad del Estado apoyando un gobierno de centro-izquierda, se encastilló en la absurda pretensión de convertirse en el gran partido de la derecha genuina, descabalgando al PP de ese papel, e ignorando que Vox había crecido peligrosamente. Aquel bloqueo forzó la celebración de otras elecciones en noviembre de aquel mismo año, en las que Ciudadanos padeció el mayor castigo que ha propinado el electorado a una formación díscola en toda la historia democrática de este país: pasó de 57 diputados a diez, que son los que hoy ostenta. Retirado Albert Rivera por la puerta de atrás, hoy se ha hecho cargo del partido, tras un largo proceso sucesorio, Inés Arrimadas, su número dos, que si bien ha seguido ciegamente al líder en toda su cadena de errores, tiene el mérito personal de haber ganado las elecciones autonómicas catalanas de 2015, convirtiéndose por tanto en jefa de la oposición en el parlamento catalán (cargo que no supo explotar convenientemente, lo que hizo que aquella victoria se desvaneciese en la inanidad).

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Hoy, Arrimadas lidera, en fin, una minoría poco relevante de apenas diez diputados en el Congreso, aunque conserva una parte significativa del poder territorial. Y aunque no se han producido en el partido grandes definiciones –en teoría, Arrimadas representaba la continuidad frente a una oposición minoritaria liderada por Francisco Igea, actual vicepresidente de la Junta de Castilla y León, partidaria de un mayor pragmatismo centrista–, se advierte un cierto corrimiento de la organización hacia parajes más templados, más acordes con el papel que correspondería al centro en nuestro complejo panorama, en que tanto la derecha como la izquierda tradicionales han de competir en sus respectivos espacios con organizaciones populistas.

De momento, mientras Rivera se ha enrolado en un bufete de abogados, fuera del política, Arrimadas mantiene un perfil relativamente bajo aunque claramente separado del Partido Popular.

La diferenciación se hace patente en la gestión del covid-19, en que el PP, alineado con Vox, está aprovechando la crisis sanitaria con fines claramente partidarios, en tanto Ciudadanos se ofrece para colaborar tanto en el mantenimiento del estado de alarma como para contribuir a la implementación de las medidas sanitarias adecuadas. De inmediato Francisco Igea ha aplaudido la apuesta por la solidaridad que ha efectuado Arrimadas y ha calificado de «sensata» la actitud de su partido. Mientras tanto, Rivera se mantiene presente en Twitter, sin referirse ni de refilón a Arrimadas y respaldando en cambio las posiciones de Casado. La presencia del dimitido en el debate desmiente su declarada voluntad de una retirada definitiva y apunta exactamente a la opción contraria.

Ciudadanos, reducido hoy a la mínima expresión, podría estar al borde de la desaparición si no consiguiese recomponer su figura y recuperar el lugar que nunca debió perder, que es de una bisagra capaz de reemplazar con ventaja a las formaciones nacionalistas periféricas que han desempeñado este papel en este país, con frecuente perjuicio del bien común. De lo que ocurra en este tormentosa legislatura, presidida por el gran drama de la pandemia, dependerá en definitiva el futuro de Ciudadanos.

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