Anda el personal, que hubiera dicho Umbral, con la mosca detrás de la oreja ante la sucesión de desgracias que mediatizan nuestras vidas de tecnológicos y caprichosos seres de sociedades desarrolladas. Que en cualquier conversación uno se dispone a hablar de su libro y se ... encuentra con las siete plagas de Egipto, redivivas en este siglo que aspiraba a ser de los sueños y se encamina a convertirse en el de las pesadillas.
En poco más de un decenio nos han asolado una crisis financiera, un virus asesino, la pájara pinta de Filomena, una inflación desatada y una guerra en el corazón de la Europa confiada; y en estos días se ha sumado el polvo sahariano en el aire de Celia, que crea un escenario apocalíptico que hace rilar las piernas del más aguerrido. Cuento seis plagas por lo que agárrense que falta la séptima y no me sirve que Podemos esté en el Gobierno, ni que Vox vaya a gobernar en Castilla y León. Esas son plaguitas, una birria al lado de la media docena sufridas y de la que está por llegar.
Créanme que si supiera cuál es se lo diría, que siento aprecio por ustedes. Por darles una pista la séptima de Egipto fue un granizo de fuego y hielo, que debió ser de trágala o muere. Pero me imagino algo menos aparatoso, a lo que sobrevivamos para poder sentarnos en el sillón a terminar de ver nuestra serie favorita o el 'reality' en cuyos participantes hemos depositado nuestras esperanzas como género humano.
Mientras lo pienso, he descubierto que la Biblia habla de diez plagas y no de siete, y que después del granizo llegó la langosta, la oscuridad y la muerte de los primogénitos. Y me he tranquilizado, que ahí viene la plaga y no soy el mayor, sino el discreto segundo de seis hermanos.